A poco de cumplirse una década
del terremoto del 27 de febrero
de 2010, el casco histórico de Talca aún evidencia consecuencias del nefasto 8.8.
De acuerdo a un estudio realizado por la arquitecta Blanca Zúñiga, académica de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, el centro de la capital del Maule aún conserva 54 hectáreas -equivalentes a unos 500.000 m2- de terrenos y construcciones que fueron abandonadas tras las respectivas demoliciones.
"Todo esto significa un importante deterioro en a calidad de vida dentro de lo que es el centro de la ciudad y no se ven políticas que impulsen la regeneración urbana", explica la académica, quien presenta el estudio en el marco del Seminario Internacional de Arquitectura, organizado por esa casa de estudios.
Según cuenta, tras el terremoto hubo una explosión de compras y ventas de estos céntricos terrenos, los que luego se transaban a precios altísimos. Aquello, por cierto, hizo que esas 54 hectáreas permanezcan baldías.
Como medida preventiva, a municipalidad ordenó el cierre perimetral, lo que se ha hecho en su mayoría con planchas de zinc. Y eso, además, ha invisibilizado el problema. "Nuestra nueva identidad es de puros latones de zinc oxidado. Nos congela la espalda tener que pasar por estos lugares. Esto ha derivado a que, al 2019, tengamos una situación casi de posguerra en varias partes de la ciudad", afirma.
Blanca Zúñiga piensa que en esos terrenos, que en su gran mayoría están en manos de privados, se podrían construir edificios habitables o, siguiendo el ejemplo del centro de Santiago, plazas de bolsillo. "Pero se ha decidido crecer hacia la periferia cuando ahí hay muy buenos terrenos, muy bien ubicados y con una infraestructura fantástica. Eso ha generado una congestión desde el centro hacia la periferia y viceversa, con recorridos que pueden durar más de una hora, lo que ha disminuido la calidad de vida de una manera importante", afirma.
De acuerdo a un estudio realizado por la arquitecta Blanca Zúñiga, académica de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Talca, el centro de la capital del Maule aún conserva 54 hectáreas -equivalentes a unos 500.000 m2- de terrenos y construcciones que fueron abandonadas tras las respectivas demoliciones.
"Todo esto significa un importante deterioro en a calidad de vida dentro de lo que es el centro de la ciudad y no se ven políticas que impulsen la regeneración urbana", explica la académica, quien presenta el estudio en el marco del Seminario Internacional de Arquitectura, organizado por esa casa de estudios.
Según cuenta, tras el terremoto hubo una explosión de compras y ventas de estos céntricos terrenos, los que luego se transaban a precios altísimos. Aquello, por cierto, hizo que esas 54 hectáreas permanezcan baldías.
Como medida preventiva, a municipalidad ordenó el cierre perimetral, lo que se ha hecho en su mayoría con planchas de zinc. Y eso, además, ha invisibilizado el problema. "Nuestra nueva identidad es de puros latones de zinc oxidado. Nos congela la espalda tener que pasar por estos lugares. Esto ha derivado a que, al 2019, tengamos una situación casi de posguerra en varias partes de la ciudad", afirma.
Blanca Zúñiga piensa que en esos terrenos, que en su gran mayoría están en manos de privados, se podrían construir edificios habitables o, siguiendo el ejemplo del centro de Santiago, plazas de bolsillo. "Pero se ha decidido crecer hacia la periferia cuando ahí hay muy buenos terrenos, muy bien ubicados y con una infraestructura fantástica. Eso ha generado una congestión desde el centro hacia la periferia y viceversa, con recorridos que pueden durar más de una hora, lo que ha disminuido la calidad de vida de una manera importante", afirma.