Cuando yo era zurda, mi mamá
tampoco nunca se metió. Ella
me ha dado siempre libertad
de pensamiento", cuenta Polette Vega, la
estudiante de trabajo social de la Universidad de Chile que ha sido agredida por
sus compañeros debido a que ahora es de
derecha o "facha", como la tratan en el
Campus Juan Gómez Millas.
"Me metí a la Universidad de Chile e inmediatamente me involucré con el mundo político que había en mi facultad. Primero con los Guevaristas. Después conocí a los Trotskos, que me parecía que, dentro de toda la locura, eran bastante coherentes, y eso me gustaba", recuerda. Incluso, con la cara cubierta, hizo barricadas en las calles. "Acarreábamos cuestiones, otro llegaba y las prendía", explica. "Nunca le tiré una piedra a un carabinero, nunca atacamos a una persona, a un estudiante, nunca", asegura.
Luego cambió. "Cuando me di cuenta de que las ideas que estábamos propagando eran peores que la enfermedad que tratábamos de remediar, empiezo a mirar las ideas liberales, los derechos civiles, en el fondo: derecho a la propiedad, a la vida, a pensar distinto, el derecho a la individualidad", explica.
El 24 de septiembre pasado fue a clases. No lo hacía desde que la golpearan unos encapuchados en julio. La puerta de la sala que le tocaba está en el otro extremo del escritorio del profesor, ideal para tratar de pasar piola. "Llegué como 15 minutos tarde, para no toparme con mis compañeros. Entré, me senté y empecé a tomar apuntes", cuenta. Sus compañeros empezaron a mirar hacia atrás y la descubrieron. "¿Qué estái haciendo aquí?", la increparon.
La quisieron echar. Le pidieron al profesor que lo hiciera. Los más indignados se pararon y se fueron. "Una compañera me insultó y me tiró agua encima. Ella se puso detrás mío. Yo estaba sentada, ella estaba parada. Sentí que me mojaba entera. Deduzco que tenía una botella. Estuve llorando más o menos 30 minutos, al final de la sala, sola, mojada", recuerda. La jefa de carrera quiso llevarla a su oficina, para conversar. "Yo le decía que no estaba en condiciones, que tenia náuseas de tanto llorar, que estaba tiritando y que me quería ir a mi casa a tomarme un diazepam y fumarme un cigarro", recuerda.
¿Vas a volver?
No voy a volver físicamente a la universidad. Tampoco me voy a cambiar. Siento que la universidad tiene que hacerse cargo del ambiente que propicia y generar un plan alternativo de estudios para todas las personas que quieran adherirse a él, ya sea por motivos de violencia política, como en mi caso, por bullying o cuando se hacen tomas, no estás de acuerdo con ellas y quieres seguir estudiando.
¿Por qué no volver, no más, y entrar a clases?
Porque es duro exponerse a un daño sicológico así. Me considero una persona resiliente, con una personalidad como puntuda, un poco, y aún así estuve muy mal. Estoy con calmantes, cachái. Esto no es para decir voy a ir igual, de nuevo y de nuevo, hasta que me muera. No.
¿Por qué a ti? En la universidad, en tu escuela, debe haber otros estudiantes de derecha.
Sí, pero en el Juan Gómez Millas no. Hay compañeros de la Centro Derecha Universitaria, pero no se han ensañado con ellos, porque a carrera de trabajo social es mucho más radicalizada que periodismo, por ejemplo. En otras facultades también te hacen la vida imposible, pero no a estos niveles.
¿Qué pasa entonces en trabajo social?
Creo que tiene que ver un poco con los contenidos Tú entras con muchas ansias de cambiar a sociedad, así muy radical y todo. Dentro te encontrái con profesores que te validan un poco esa postura. Son ramos bien marxistas, bien de la revolución socialista. La mayoría de los estudiantes que entran son cabros de entre 18 y 20 años, que compran mucho este discurso y lo viven. Por eso creo que se sienten con el derecho de hacer este tipo de acciones.
¿Eres militante de algún partido?
No. Participo en un movimiento político de derecha, que esa nivel universitario, pero no somos partido.
Si tuvieras que elegir ahora entre la UDI o Renovación Nacional...
No te quiero contestar eso, porque me van a encasillar y porque en verdad no lo sé.
Pero por ahí va tu posición o más al extremo.
No sé. Quizás formo un movimiento político.
"Me metí a la Universidad de Chile e inmediatamente me involucré con el mundo político que había en mi facultad. Primero con los Guevaristas. Después conocí a los Trotskos, que me parecía que, dentro de toda la locura, eran bastante coherentes, y eso me gustaba", recuerda. Incluso, con la cara cubierta, hizo barricadas en las calles. "Acarreábamos cuestiones, otro llegaba y las prendía", explica. "Nunca le tiré una piedra a un carabinero, nunca atacamos a una persona, a un estudiante, nunca", asegura.
Luego cambió. "Cuando me di cuenta de que las ideas que estábamos propagando eran peores que la enfermedad que tratábamos de remediar, empiezo a mirar las ideas liberales, los derechos civiles, en el fondo: derecho a la propiedad, a la vida, a pensar distinto, el derecho a la individualidad", explica.
El 24 de septiembre pasado fue a clases. No lo hacía desde que la golpearan unos encapuchados en julio. La puerta de la sala que le tocaba está en el otro extremo del escritorio del profesor, ideal para tratar de pasar piola. "Llegué como 15 minutos tarde, para no toparme con mis compañeros. Entré, me senté y empecé a tomar apuntes", cuenta. Sus compañeros empezaron a mirar hacia atrás y la descubrieron. "¿Qué estái haciendo aquí?", la increparon.
La quisieron echar. Le pidieron al profesor que lo hiciera. Los más indignados se pararon y se fueron. "Una compañera me insultó y me tiró agua encima. Ella se puso detrás mío. Yo estaba sentada, ella estaba parada. Sentí que me mojaba entera. Deduzco que tenía una botella. Estuve llorando más o menos 30 minutos, al final de la sala, sola, mojada", recuerda. La jefa de carrera quiso llevarla a su oficina, para conversar. "Yo le decía que no estaba en condiciones, que tenia náuseas de tanto llorar, que estaba tiritando y que me quería ir a mi casa a tomarme un diazepam y fumarme un cigarro", recuerda.
¿Vas a volver?
No voy a volver físicamente a la universidad. Tampoco me voy a cambiar. Siento que la universidad tiene que hacerse cargo del ambiente que propicia y generar un plan alternativo de estudios para todas las personas que quieran adherirse a él, ya sea por motivos de violencia política, como en mi caso, por bullying o cuando se hacen tomas, no estás de acuerdo con ellas y quieres seguir estudiando.
¿Por qué no volver, no más, y entrar a clases?
Porque es duro exponerse a un daño sicológico así. Me considero una persona resiliente, con una personalidad como puntuda, un poco, y aún así estuve muy mal. Estoy con calmantes, cachái. Esto no es para decir voy a ir igual, de nuevo y de nuevo, hasta que me muera. No.
¿Por qué a ti? En la universidad, en tu escuela, debe haber otros estudiantes de derecha.
Sí, pero en el Juan Gómez Millas no. Hay compañeros de la Centro Derecha Universitaria, pero no se han ensañado con ellos, porque a carrera de trabajo social es mucho más radicalizada que periodismo, por ejemplo. En otras facultades también te hacen la vida imposible, pero no a estos niveles.
¿Qué pasa entonces en trabajo social?
Creo que tiene que ver un poco con los contenidos Tú entras con muchas ansias de cambiar a sociedad, así muy radical y todo. Dentro te encontrái con profesores que te validan un poco esa postura. Son ramos bien marxistas, bien de la revolución socialista. La mayoría de los estudiantes que entran son cabros de entre 18 y 20 años, que compran mucho este discurso y lo viven. Por eso creo que se sienten con el derecho de hacer este tipo de acciones.
¿Eres militante de algún partido?
No. Participo en un movimiento político de derecha, que esa nivel universitario, pero no somos partido.
Si tuvieras que elegir ahora entre la UDI o Renovación Nacional...
No te quiero contestar eso, porque me van a encasillar y porque en verdad no lo sé.
Pero por ahí va tu posición o más al extremo.
No sé. Quizás formo un movimiento político.