A las 12:00 horas de este miércoles,
en la Alameda con Vicuña Mackenna, quizás el cruce más importante de Chile, no hay semáforos que
funcionen ni Carabineros que dirijan el
tránsito. La gente cruza como puede,
entre el polvo y el gas lacrimógeno que
pulula por el airea esa hora en Plaza Italia. A media cuadra de allí, en la vereda
sur de la Alameda, la clásica Fuente
A emana trata de arreglárselas para funcionar en ese ambiente tan
raro.
Adentro hay diez trabajadoras -con delantal y pañuelo en la cabeza- para atender a los cuatro clientes que comen a una hora en la que el local debería estar lleno.
El cuadro ya no es novedad para Carlos Siri, uno de los dueños del clásico negocio que partió en 1957 con el nombre de Fuente de Soda Alemana la Predilecta, a un costado de donde por entonces estaba el antiguo hospital San Borja, en la Alameda entre Vicuña Mackenna y Portugal. Once años después, la fuente llegó a su ubicación actual, en el número 58 de la Alameda.
"Las ventas nos han caído un 80%. Cuando partió el movimiento nunca pensamos que nos iba a impactar tan fuerte, porque acá en Plaza Italia siempre ha habido protestas, pero era mucho más normal que lo que está pasando ahora. Nunca hubo un problema a este nivel" cuenta.
Siri es hijo de Bruno Siri quien, junto a su hermano, fundó el negocio. De chico atendía caja en los veranos, por lo que le tiene cariño al local, que hoy es uno de los tres -junto a un Pollísimo y una Pizzería- que no han sido saqueados en la pequeña cuadra que va entre Vicuña Mackenna y la ex Marcoleta.
"El barrio está destruido y saqueado, no es que hayan rayado, botado cosas, sino que saquearon toda la cuadra, sólo nos salvamos nosotros", cuenta. Para evitarlo, él y los locatarios vecinos han dormido en sus negocios. "Si la cosa está muy dura, cerramos y alojamos en el local, pero si en un minuto baja, nos vamos", agrega.
En los primeros días, según cuenta, trataron de saquearlo dos veces. "Salimos a enfrentarlos: ¡oye, qué te pasa con el local!, les decíamos, y ahí se iban, porque a uno lo veían decidido. Estábamos con palos acá adentro dispuestos a defendernos. Eran básicamente cabros chicos. Una noche en que no estábamos también quisieron entrar, pero se aburrieron tratando de romper la reja. Al otro día los vimos en nuestras cámaras", recuerda.
El locatario, que comparte el contenido de las reivindicaciones sociales, pide mayor seguridad. "Yo estoy de acuerdo en lo que están pidiendo, hay que analizarlo y hacerlo bien, pero nos falta seguridad. De a poco, Plaza Italia se ha ido transformando en tierra de nadie, no sólo de ahora. Si se gana un partido, destrozos y más destrozos, quedamos expuestos a las turbas y tenemos que cerrar. Faltan carabineros, pero tampoco los respetan. El gran problema es que no sé cómo se puede dar seguridad, ¿tendrá que morir alguien in situ? ¿Ahí vamos a entender recién?".
Además de la seguridad, el otro gran problema es la ausencia de público. "Como que en estos casos, cuando hay jaleo, el chip interno de la gente es dice que no vengan a este sector", explica.
Con la afluencia actual, el negocio es inviable, según Siri: "Con mi vecino estamos viendo cuánto podemos resistir, pero a este ritmo no queda mucho, la verdad. Con lo que entra no alcanzamos a cubrir ni los gastos fijos. El mes pasado pudimos pagar los sueldos y todo bien, pero ahora hay que pagar imposiciones, el poco IVA que pudimos trabajar, luz, agua y gas", señala.
"Nosotros somos el daño colateral de esto. Claro, a uno le pueden decir, claro, es que tú eres empresario, y sí, a lo mejor yo me puedo salvar vendiendo la propiedad, sólo por decirlo, porque espero nunca tener que hacerlo, ¿pero la gente que trabaja conmigo?".
"Son 38 personas y no hay propinas. En un mes una trabajadora puede sacar, entre sueldo y propina, setecientos mil pesos y en un mes bueno hasta un millón. Muchas de ellas, las señoras más antiguas, pudieron comprar sus casas y educar a sus hijos en la universidad con esto. Aquí los más afectados son los que menos tienen", asegura.
Adentro hay diez trabajadoras -con delantal y pañuelo en la cabeza- para atender a los cuatro clientes que comen a una hora en la que el local debería estar lleno.
El cuadro ya no es novedad para Carlos Siri, uno de los dueños del clásico negocio que partió en 1957 con el nombre de Fuente de Soda Alemana la Predilecta, a un costado de donde por entonces estaba el antiguo hospital San Borja, en la Alameda entre Vicuña Mackenna y Portugal. Once años después, la fuente llegó a su ubicación actual, en el número 58 de la Alameda.
"Las ventas nos han caído un 80%. Cuando partió el movimiento nunca pensamos que nos iba a impactar tan fuerte, porque acá en Plaza Italia siempre ha habido protestas, pero era mucho más normal que lo que está pasando ahora. Nunca hubo un problema a este nivel" cuenta.
Siri es hijo de Bruno Siri quien, junto a su hermano, fundó el negocio. De chico atendía caja en los veranos, por lo que le tiene cariño al local, que hoy es uno de los tres -junto a un Pollísimo y una Pizzería- que no han sido saqueados en la pequeña cuadra que va entre Vicuña Mackenna y la ex Marcoleta.
"El barrio está destruido y saqueado, no es que hayan rayado, botado cosas, sino que saquearon toda la cuadra, sólo nos salvamos nosotros", cuenta. Para evitarlo, él y los locatarios vecinos han dormido en sus negocios. "Si la cosa está muy dura, cerramos y alojamos en el local, pero si en un minuto baja, nos vamos", agrega.
En los primeros días, según cuenta, trataron de saquearlo dos veces. "Salimos a enfrentarlos: ¡oye, qué te pasa con el local!, les decíamos, y ahí se iban, porque a uno lo veían decidido. Estábamos con palos acá adentro dispuestos a defendernos. Eran básicamente cabros chicos. Una noche en que no estábamos también quisieron entrar, pero se aburrieron tratando de romper la reja. Al otro día los vimos en nuestras cámaras", recuerda.
El locatario, que comparte el contenido de las reivindicaciones sociales, pide mayor seguridad. "Yo estoy de acuerdo en lo que están pidiendo, hay que analizarlo y hacerlo bien, pero nos falta seguridad. De a poco, Plaza Italia se ha ido transformando en tierra de nadie, no sólo de ahora. Si se gana un partido, destrozos y más destrozos, quedamos expuestos a las turbas y tenemos que cerrar. Faltan carabineros, pero tampoco los respetan. El gran problema es que no sé cómo se puede dar seguridad, ¿tendrá que morir alguien in situ? ¿Ahí vamos a entender recién?".
Además de la seguridad, el otro gran problema es la ausencia de público. "Como que en estos casos, cuando hay jaleo, el chip interno de la gente es dice que no vengan a este sector", explica.
Con la afluencia actual, el negocio es inviable, según Siri: "Con mi vecino estamos viendo cuánto podemos resistir, pero a este ritmo no queda mucho, la verdad. Con lo que entra no alcanzamos a cubrir ni los gastos fijos. El mes pasado pudimos pagar los sueldos y todo bien, pero ahora hay que pagar imposiciones, el poco IVA que pudimos trabajar, luz, agua y gas", señala.
"Nosotros somos el daño colateral de esto. Claro, a uno le pueden decir, claro, es que tú eres empresario, y sí, a lo mejor yo me puedo salvar vendiendo la propiedad, sólo por decirlo, porque espero nunca tener que hacerlo, ¿pero la gente que trabaja conmigo?".
"Son 38 personas y no hay propinas. En un mes una trabajadora puede sacar, entre sueldo y propina, setecientos mil pesos y en un mes bueno hasta un millón. Muchas de ellas, las señoras más antiguas, pudieron comprar sus casas y educar a sus hijos en la universidad con esto. Aquí los más afectados son los que menos tienen", asegura.