Sudoración, temblor de manos y palpitaciones aceleradas: cualquiera puede haber
sentido esos síntomas antes de hablar en público. Y no se trata sólo de dar una
charla o disertar sobre un tema. Puede surgir cuando hay que hacer un brindis en un
matrimonio o presentar un proyecto laboral. Es normal sentir cosquilleos previos a
dirigirse a una audiencia. El problema nace cuando el temor se vuelve gigante. Es lo
que se conoce como glosofobia, o miedo a hablar en público.
La sensación es bien conocida por universitarios que en sus exámenes de grado deben argumentar a viva voz frente a una comisión de académicos. "Muchos de ellos se preparan a nivel de contenidos, pero dejan de lado la expresión", advierte Loreto Nercelles, fonoaudióloga y académica de la U. Andrés Bello (UNAB), quien realizó una encuesta a 63 alumnos antes de que rindieran su examen.
"El 57% confesó tener miedo a hablar en público", cuenta la profesional. Y eso puede afectar incluso en el ámbito laboral. "Me han mandado a estudiantes de Derecho porque tienen serias complicaciones con el tema del juicio oral. En las mismas mallas de las carreras no hay trabajo específico de oratoria", lamenta Nercelles.
Ella está a cargo de una tutoría donde enseña técnicas de respiración, a evitar el uso de muletillas, a mantener una postura corporal adecuada y manejar el volumen y tonalidad de la voz ("ojalá que no sea muy aguda: se tiende a pensar que una voz grave es más confiable", dice la fonoaudióloga).
También aconseja cómo enfrentar la aprensión que atormenta al 61,3% de los jóvenes consultados: quedarse en blanco. "Hay técnicas de arranque para salir de ese estado", asegura.
El segundo consejo es utilizar gestos. "Cuando me quedo en blanco, pero me acuerdo del gesto que hacía, accedo más fácil a la información. Eso ayuda a recordar", señala.
Otro tip es no ponerse tan nervioso si se le olvida el discurso. "Lo más probable es que el público no se dé cuenta de que me quedé en blanco. Lo que hay que hacer es pasar a la siguiente idea, o bien retornar con las últimas palabras a la idea anterior", sugiere.
Hay estrategias incluso para salir jugando de taquito: "Si se queda en blanco, puede hacer una pausa y preguntarle al público ¿qué opina de lo que recién conversé? En esos segundos puedo retomar lo que se me había olvidado".
Bonus track: a los estudiantes que rinden exámenes orales, la profesional les recomienda hidratarse mucho. "Cuando uno está nervioso la boca se seca", explica. También sugiere realizar ejercicios de respiración para evitar que la voz tirite. "Para bajar los niveles de estrés, por ejemplo, debo inspirar en cuatro tiempos, hacer una pausa mental de cuatro tiempos y luego boto en cuatro soplos", sostiene.
A nivel postural, recomienda una posición erguida, hombros para atrás y cabeza en alto. "Y la sonrisa. Sonreírle a la comisión es algo que se olvida, el contacto visual. Una sonrisa abre puertas", asegura.
"No hay ninguna diferencia en ti cuando hablas frente a cuatro personas que cuando hablas ante cien. La única diferencia son los nervios, que nunca se van, pero aprendes a gestionarlos. La primera persona con la que hablas en público es contigo mismo", asegura.
Para prepararse, la Escuela Chilena de Oratoria dicta cursos para distintos niveles, desde el Taller de Técnicas para Hablar en Público, que dura 12 horas y recibe hasta 25 alumnos, hasta un diplomado de seis alumnos. Además, tienen un programa que dura 16 horas, dirigido desde estudiantes de educación media hasta gerentes de empresas que quieren pulir aspectos puntuales. Ofrecen además una certificación en entrenador de oratoria, que dura cerca de cuatro meses. Los precios van desde $120.000 a $1.000.000.
La sensación es bien conocida por universitarios que en sus exámenes de grado deben argumentar a viva voz frente a una comisión de académicos. "Muchos de ellos se preparan a nivel de contenidos, pero dejan de lado la expresión", advierte Loreto Nercelles, fonoaudióloga y académica de la U. Andrés Bello (UNAB), quien realizó una encuesta a 63 alumnos antes de que rindieran su examen.
"El 57% confesó tener miedo a hablar en público", cuenta la profesional. Y eso puede afectar incluso en el ámbito laboral. "Me han mandado a estudiantes de Derecho porque tienen serias complicaciones con el tema del juicio oral. En las mismas mallas de las carreras no hay trabajo específico de oratoria", lamenta Nercelles.
Ella está a cargo de una tutoría donde enseña técnicas de respiración, a evitar el uso de muletillas, a mantener una postura corporal adecuada y manejar el volumen y tonalidad de la voz ("ojalá que no sea muy aguda: se tiende a pensar que una voz grave es más confiable", dice la fonoaudióloga).
También aconseja cómo enfrentar la aprensión que atormenta al 61,3% de los jóvenes consultados: quedarse en blanco. "Hay técnicas de arranque para salir de ese estado", asegura.
No delatarse
Su primera recomendación es practicar el discurso. "Los buenos oradores no son tan innatos, sino que se preparan y usan sus propias palabras"; asegura.El segundo consejo es utilizar gestos. "Cuando me quedo en blanco, pero me acuerdo del gesto que hacía, accedo más fácil a la información. Eso ayuda a recordar", señala.
Otro tip es no ponerse tan nervioso si se le olvida el discurso. "Lo más probable es que el público no se dé cuenta de que me quedé en blanco. Lo que hay que hacer es pasar a la siguiente idea, o bien retornar con las últimas palabras a la idea anterior", sugiere.
Hay estrategias incluso para salir jugando de taquito: "Si se queda en blanco, puede hacer una pausa y preguntarle al público ¿qué opina de lo que recién conversé? En esos segundos puedo retomar lo que se me había olvidado".
Bonus track: a los estudiantes que rinden exámenes orales, la profesional les recomienda hidratarse mucho. "Cuando uno está nervioso la boca se seca", explica. También sugiere realizar ejercicios de respiración para evitar que la voz tirite. "Para bajar los niveles de estrés, por ejemplo, debo inspirar en cuatro tiempos, hacer una pausa mental de cuatro tiempos y luego boto en cuatro soplos", sostiene.
A nivel postural, recomienda una posición erguida, hombros para atrás y cabeza en alto. "Y la sonrisa. Sonreírle a la comisión es algo que se olvida, el contacto visual. Una sonrisa abre puertas", asegura.
Ensayar es vital
Adriana Pérez Gilson, directora académica de la Escuela Chilena de Oratoria, entierra el mito de que un buen orador es también maestro de la improvisación. "Un orador siempre diseña su presentación, se prepara, ensaya. No es para aprender todo de memoria, sino para prever cualquier situación que se pueda presentar", explica."No hay ninguna diferencia en ti cuando hablas frente a cuatro personas que cuando hablas ante cien. La única diferencia son los nervios, que nunca se van, pero aprendes a gestionarlos. La primera persona con la que hablas en público es contigo mismo", asegura.
Para prepararse, la Escuela Chilena de Oratoria dicta cursos para distintos niveles, desde el Taller de Técnicas para Hablar en Público, que dura 12 horas y recibe hasta 25 alumnos, hasta un diplomado de seis alumnos. Además, tienen un programa que dura 16 horas, dirigido desde estudiantes de educación media hasta gerentes de empresas que quieren pulir aspectos puntuales. Ofrecen además una certificación en entrenador de oratoria, que dura cerca de cuatro meses. Los precios van desde $120.000 a $1.000.000.