"En el verano 2020 tendremos, al menos, tres olas de calor por mes. Cuando hay tres
días seguidos con temperaturas máximas de 33 grados, se habla de ola de calor.
Pero, normalmente, una de calor en la zona central no dura tres días, sino que está
durando hasta seis días, con peaks de calor que pueden llegar a los 39 0 40 grados.
Ahí tenemos dos olas de calor seguidas. El año pasado hubo incluso hasta nueve
días seguidos con máximas sobre los 33 grados".
Esta es una de las principales conclusiones que arrojó el estudio que lidera el agroclimatólogo Patricio González Colville, especialista en el impacto del clima en la agricultura e investigador de la Universidad de Talca. El académico analizó las temperaturas de los últimos cien años desde La Serena a Valdivia, contabilizando los días de calor (cuando la temperatura supera los 25 grados), las olas de calor por año y la duración de las sequías.
"A partir del 2000 en adelante, toda la zona central ha aumentado, por lo menos, un 25% las olas de calor. En el caso específico de la Región del Maule, hemos pasado de tener en el verano 10 días que superan los 37 grados a 15 días. Incluso hemos tenido hasta 20 días, como ocurrió en el 2017. También se han registrado 11 días consecutivos con temperaturas que superan los 33 grados, como ocurrió también en el 2017. Todo esto coincidió con los megaincendios forestales", precisa.
El investigador del Centro de Investigación y Transferencia en Riego y Agroclimatología (CITRA) estima que este verano será el más cálido de los últimos cien años en la zona central, en cuanto a temperaturas máximas y olas de calor. Pone un dato sobre la mesa: las máximas de noviembre alcanzaron los 35 grados, algo que, según el docente, se observó solo cuatro veces en todo el siglo XX.
"Hemos visto que a partir del 2000, los días con temperaturas sobre 37 0 38 grados han ido aumentando entre un 10 0 15% cada año. Como la curva va en ascenso y la temperatura de la Tierra no ha variado, podemos inferir que cada verano será más cálido que el anterior. El verano pasado tuvimos máximas de 38 0 39 grados y este verano ya empezamos con 35 grados en noviembre. Entonces, en enero y febrero, que son los puntos más cálidos, podríamos tener temperaturas cercanas a los 40 0 41 grados", plantea.
-¿Por qué la temperatura aumenta año a año, profesor?
-Porque ha aumentado la presencia de C02 en la atmósfera: pasó de 340 a 410 partes por millón desde 1995 a 2019. Las emisiones de C02 han crecido 10% cada año. Qué indica eso: a partir del siglo XXI, las olas de calor y las sequías se empezaron a intensificar en todo el mundo, sobre todo en los climas mediterráneos, porque el C02 atrapa el calor que emite la Tierra y no hay bosques que puedan absorber ese excedente de C02. Este es el famoso efecto invernadero.
-¿Qué otra cosa ha analizado?
-También hemos analizado el impacto en la agricultura: la evaporación de noviembre ha estado entre 80 y 90 metros cúbicos por hectárea diario, cuando normalmente en el siglo XX era de 40 0 50 metros cúbicos por hectárea. Esto se debe por las altas temperaturas y el viento seco del anticiclón del Pacífico.
-¿Cómo repercute eso en los agricultores?
-Los agricultores ahora necesitan más agua y más tiempo seguido para regar. Si antes lo hacían solo dos días a la semana, ahora lo tienen que hacer casi cinco veces a la semana.
Esta es una de las principales conclusiones que arrojó el estudio que lidera el agroclimatólogo Patricio González Colville, especialista en el impacto del clima en la agricultura e investigador de la Universidad de Talca. El académico analizó las temperaturas de los últimos cien años desde La Serena a Valdivia, contabilizando los días de calor (cuando la temperatura supera los 25 grados), las olas de calor por año y la duración de las sequías.
"A partir del 2000 en adelante, toda la zona central ha aumentado, por lo menos, un 25% las olas de calor. En el caso específico de la Región del Maule, hemos pasado de tener en el verano 10 días que superan los 37 grados a 15 días. Incluso hemos tenido hasta 20 días, como ocurrió en el 2017. También se han registrado 11 días consecutivos con temperaturas que superan los 33 grados, como ocurrió también en el 2017. Todo esto coincidió con los megaincendios forestales", precisa.
El investigador del Centro de Investigación y Transferencia en Riego y Agroclimatología (CITRA) estima que este verano será el más cálido de los últimos cien años en la zona central, en cuanto a temperaturas máximas y olas de calor. Pone un dato sobre la mesa: las máximas de noviembre alcanzaron los 35 grados, algo que, según el docente, se observó solo cuatro veces en todo el siglo XX.
"Hemos visto que a partir del 2000, los días con temperaturas sobre 37 0 38 grados han ido aumentando entre un 10 0 15% cada año. Como la curva va en ascenso y la temperatura de la Tierra no ha variado, podemos inferir que cada verano será más cálido que el anterior. El verano pasado tuvimos máximas de 38 0 39 grados y este verano ya empezamos con 35 grados en noviembre. Entonces, en enero y febrero, que son los puntos más cálidos, podríamos tener temperaturas cercanas a los 40 0 41 grados", plantea.
-¿Por qué la temperatura aumenta año a año, profesor?
-Porque ha aumentado la presencia de C02 en la atmósfera: pasó de 340 a 410 partes por millón desde 1995 a 2019. Las emisiones de C02 han crecido 10% cada año. Qué indica eso: a partir del siglo XXI, las olas de calor y las sequías se empezaron a intensificar en todo el mundo, sobre todo en los climas mediterráneos, porque el C02 atrapa el calor que emite la Tierra y no hay bosques que puedan absorber ese excedente de C02. Este es el famoso efecto invernadero.
-¿Qué otra cosa ha analizado?
-También hemos analizado el impacto en la agricultura: la evaporación de noviembre ha estado entre 80 y 90 metros cúbicos por hectárea diario, cuando normalmente en el siglo XX era de 40 0 50 metros cúbicos por hectárea. Esto se debe por las altas temperaturas y el viento seco del anticiclón del Pacífico.
-¿Cómo repercute eso en los agricultores?
-Los agricultores ahora necesitan más agua y más tiempo seguido para regar. Si antes lo hacían solo dos días a la semana, ahora lo tienen que hacer casi cinco veces a la semana.