Jessica Lange ya era una estrella mundial del cine cuando se tomó en serio la
fotografía y comenzó a retratar su entorno fuera de los estudios de filmación. Su
pareja de esos años, el actor y escritor Sam Shepard, le facilitó el trabajo en terreno
al obsequiarle una cámara Leica.
Nacida en Cloquet, localidad de Minnesota, la actriz de El cartero siempre llama dos veces y Cabo de Miedo creció vinculada a ese territorio, pero obligada por las circunstancias ha pasado mucho tiempo yendo y viniendo a través de la Ruta 61, una emblemática incisión en territorio estadounidense que conecta Minneapolis con Nueva Orleans a través de casi cuatro mil kilómetros.
Pese a la fama adquirida, Lange ha mantenido la costumbre de desplazarse por tierra cuando el tiempo se lo permite, lo que no ha cortado el cordón con sus orígenes. Prueba de esta identificación es la reciente publicación de Highway 61 libro que comprime los cientos de trayectos que la artista ha realizado a lo largo de esa mítica carretera que acompaña de norte a sur el trayecto del río Misisipi. En el marco del lanzamiento de la publicación, se ha montado además una exposición en que se exhiben las ochenta y cuatro imágenes en blanco y negro en la galería Howard Greenberg de Nueva York.
En este ir y venir, la actriz ha acumulado escenas abrigadas y calurosas, solitarias y brumosas, decadentes y dignas. Hay paisajes nevados, letreros camineros informales, balnearios fluviales, moteles con televisión por cable y fuentes de soda en que dos huevos fritos con tocino y tostadas cuestan cuatro dólares con treinta y cinco centavos.
"Tengo una larga historia con la autopista 61. Nací en un pequeño pueblo a lo largo de esa carretera, al igual que mis padres y hermanas. La mayoría de mi familia, abuelos, tías, tíos y primos, nacieron, se casaron y murieron en ciudades en ese mismo tramo", asegura Jessica Lange.
Este arraigo se tradujo en un profundo conocimiento de la zona y de la solitaria carretera. "Sentí esa soledad cuando era niña y la siento aun más ahora. Largos tramos están vacíos, desamparados, como si estuvieran de luto por lo que ha desaparecido: los pueblos, los vecindarios, las granjas familiares, las fábricas y los molinos", sigue la actriz.
La intérprete valora la experiencia porque le sirvió para establecer conexiones con personas de distinta procedencia y origen. "No es que los conozcas en tan poco tiempo, pero tienes un encuentro con alguien y es muy humano. En realidad, fue una de mis cosas favoritas", apunta.
De los hitos que fueron conformando el proyecto, la actriz ha destacado la toma con la que todo partió y que es protagonizada por un muchacho de Nueva Orleans. "Él solo me miró directamente. Tenía mi cámara y hubo algún tipo de intercambio maravilloso entre la cámara y él, y comencé a apreciar cada vez más la mirada directa", describió.
Aunque al comienzo, confiesa la autora, el objetivo del proyecto "era una declaración emocional, mi respuesta emocional a lo que vi por supuesto que lo cambió, ya sea a través del cambio climático o la economía o lo que sea. No puedes ignorar eso".
Nacida en Cloquet, localidad de Minnesota, la actriz de El cartero siempre llama dos veces y Cabo de Miedo creció vinculada a ese territorio, pero obligada por las circunstancias ha pasado mucho tiempo yendo y viniendo a través de la Ruta 61, una emblemática incisión en territorio estadounidense que conecta Minneapolis con Nueva Orleans a través de casi cuatro mil kilómetros.
Pese a la fama adquirida, Lange ha mantenido la costumbre de desplazarse por tierra cuando el tiempo se lo permite, lo que no ha cortado el cordón con sus orígenes. Prueba de esta identificación es la reciente publicación de Highway 61 libro que comprime los cientos de trayectos que la artista ha realizado a lo largo de esa mítica carretera que acompaña de norte a sur el trayecto del río Misisipi. En el marco del lanzamiento de la publicación, se ha montado además una exposición en que se exhiben las ochenta y cuatro imágenes en blanco y negro en la galería Howard Greenberg de Nueva York.
En este ir y venir, la actriz ha acumulado escenas abrigadas y calurosas, solitarias y brumosas, decadentes y dignas. Hay paisajes nevados, letreros camineros informales, balnearios fluviales, moteles con televisión por cable y fuentes de soda en que dos huevos fritos con tocino y tostadas cuestan cuatro dólares con treinta y cinco centavos.
"Tengo una larga historia con la autopista 61. Nací en un pequeño pueblo a lo largo de esa carretera, al igual que mis padres y hermanas. La mayoría de mi familia, abuelos, tías, tíos y primos, nacieron, se casaron y murieron en ciudades en ese mismo tramo", asegura Jessica Lange.
Este arraigo se tradujo en un profundo conocimiento de la zona y de la solitaria carretera. "Sentí esa soledad cuando era niña y la siento aun más ahora. Largos tramos están vacíos, desamparados, como si estuvieran de luto por lo que ha desaparecido: los pueblos, los vecindarios, las granjas familiares, las fábricas y los molinos", sigue la actriz.
La intérprete valora la experiencia porque le sirvió para establecer conexiones con personas de distinta procedencia y origen. "No es que los conozcas en tan poco tiempo, pero tienes un encuentro con alguien y es muy humano. En realidad, fue una de mis cosas favoritas", apunta.
De los hitos que fueron conformando el proyecto, la actriz ha destacado la toma con la que todo partió y que es protagonizada por un muchacho de Nueva Orleans. "Él solo me miró directamente. Tenía mi cámara y hubo algún tipo de intercambio maravilloso entre la cámara y él, y comencé a apreciar cada vez más la mirada directa", describió.
Aunque al comienzo, confiesa la autora, el objetivo del proyecto "era una declaración emocional, mi respuesta emocional a lo que vi por supuesto que lo cambió, ya sea a través del cambio climático o la economía o lo que sea. No puedes ignorar eso".