Tres cóndores andinos rescatados en el 2016, por el Centro de Rehabilitación de
Aves Rapaces, volaron por primera vez este jueves, tras una rehabilitación que duró
cuatro años. La ceremonia de liberación se realizó en la Reserva Elemental Likandes,
ubicada en el Cajón del Maipo.
Los ejemplares juveniles, dos machos y una hembra, bautizados como Eluney (regalo del cielo), Maipo (por la cuenca) y Wilka (sol y poderosa), son oriundos de las regiones de Aysén y Ñuble. En los tres casos las aves fueron apartadas de sus padres cuando solo eran inexpertos pichones, que tenían entre 6 meses y un año.
Pero gracias a una terapia de imitación, donde fue clave el apoyo de una nodriza, un cóndor senil llamada cariñosamente la "Abuela", los cóndores aprendieron habilidades tan elementales como diseccionar su carroña y aprender a volar.
Eduardo Pavez, co director del Programa Binacional de Conservación del Cóndor Andino Chile-Argentina de AvesChile —Unorch (Unión de Ornitólogos de Chile), cuenta que "cuando eran pichones no sabían nada. Todo el conocimiento que debían darle sus padres sobre la alimentación y las prácticas de vuelo no lo tuvieron, porque hubo personas, que con la mejor de las intenciones los sacaron de sus nidos, creyendo que estaban abandonados".
El ornitólogo relata que los pichones fueron llevados al Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y después al Zoológico Nacional, donde estuvieron cerca de un mes. Luego fueron trasladados al Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces, ubicado en Talagante. "Allí permanecieron cuatro años aislados lo más posible de las personas, en jaulas tipo túnel, que miden 50 metros de largo, 3.5 metros de alto y 7 metros de ancho. Debíamos alimentarnos en la noche, para que no nos vieran ni relacionaran al ser humano con la comida", cuenta Pavez.
Pero en esas jaulas tuvieron un apoyo incondicional, de otros cóndores adultos, especialmente de la "Abuela", que se calcula tiene más de 30 años. Pavez explica que la terapia consistió en "ofrecerles sus fuentes naturales de alimentación: carroña de ganado y ovejas. Sin embargo, ellos aprendieron a reconocer esto imitando a una hembra madura, que fue puesta para supervisarlos. Ella era un cóndor de vida libre que llegó al centro con perdigones en las alas y nunca más pudo volar. Por eso, ahora su labor es ser nodriza de otros pichones que sí se pueden rehabilitar".
Esta técnica, agrega Pavez, se ideó en Estados Unidos, en la década del 80, "para rehabilitar al cóndor de California, que es hermano del cóndor andino. Hasta ahora se sigue utilizando esta metodología en los diferentes programas de conservación".
La "Abuela" fue tan fundamental para los tres cóndores, que también fue necesario su apoyo en el proceso de adaptación en la Reserva Likandes, donde llegaron hace dos meses para acostumbrarse a su nuevo hábitat antes de la liberación. Este parque es un área de conservación perteneciente a Filantropía Cortés Solari (FCS).
Gabriela Guzmán, directora de programas de la Reserva Likandes, dice que cuando llegaron las aves al recinto, "les costó alimentarse y bajaron de peso, por el estrés. No sabían desgarrar la comida (carroña de animales muertos) y hubo que traer a la "Abuela", su antigua compañera de jaula, para que les enseñara. Eso les entregó confianza y seguridad. Luego de eso empezaron a comer".
Pavez aclara que estas aves pudieron rehabilitarse porque no alcanzaron a improntarse cuando eran pichones. "La impronta humana se produce cuando un animal, en este caso un pichón, se cría en contacto con el ser humano. En ese caso vincula la imagen de esa persona con sus padres, lo que es un fenómeno irreversible y que imposibilita la rehabilitación. Pero estos cóndores fueron criados por sus padres y capturados ya había pasado la ventana sensible antes de la impronta (2 a 4 meses de vida)", dice el ornitólogo.
Los tres cóndores rehabilitados miden 1.30 metros y llegan a 3 metros con sus alas extendidas. La hembra pesa 10 kilos, mientras que los machos 12 kilos. El hábitat natural de esta especie es la cordillera de los Andes, desde Venezuela a Tierra del Fuego. Su estado de conservación es casi amenazado, dado que las poblaciones de esta ave están en disminución.
La liberación de Eluney, Maipo y Wilka se concretó a las 16:1 5 horas de este jueves, cuando las condiciones del viento eran favorables, en un cerro de la reserva, a una altura de 1.500 metros. Antes se realizó un ritual de pueblos originarios, con cánticos y oraciones, donde participaron una centena de personas que asistieron al lugar, entre ellos vecinos de San José de Maipo, el SAG, ONG's y estudiantes.
Los ejemplares juveniles, dos machos y una hembra, bautizados como Eluney (regalo del cielo), Maipo (por la cuenca) y Wilka (sol y poderosa), son oriundos de las regiones de Aysén y Ñuble. En los tres casos las aves fueron apartadas de sus padres cuando solo eran inexpertos pichones, que tenían entre 6 meses y un año.
Pero gracias a una terapia de imitación, donde fue clave el apoyo de una nodriza, un cóndor senil llamada cariñosamente la "Abuela", los cóndores aprendieron habilidades tan elementales como diseccionar su carroña y aprender a volar.
Eduardo Pavez, co director del Programa Binacional de Conservación del Cóndor Andino Chile-Argentina de AvesChile —Unorch (Unión de Ornitólogos de Chile), cuenta que "cuando eran pichones no sabían nada. Todo el conocimiento que debían darle sus padres sobre la alimentación y las prácticas de vuelo no lo tuvieron, porque hubo personas, que con la mejor de las intenciones los sacaron de sus nidos, creyendo que estaban abandonados".
El ornitólogo relata que los pichones fueron llevados al Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) y después al Zoológico Nacional, donde estuvieron cerca de un mes. Luego fueron trasladados al Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces, ubicado en Talagante. "Allí permanecieron cuatro años aislados lo más posible de las personas, en jaulas tipo túnel, que miden 50 metros de largo, 3.5 metros de alto y 7 metros de ancho. Debíamos alimentarnos en la noche, para que no nos vieran ni relacionaran al ser humano con la comida", cuenta Pavez.
Pero en esas jaulas tuvieron un apoyo incondicional, de otros cóndores adultos, especialmente de la "Abuela", que se calcula tiene más de 30 años. Pavez explica que la terapia consistió en "ofrecerles sus fuentes naturales de alimentación: carroña de ganado y ovejas. Sin embargo, ellos aprendieron a reconocer esto imitando a una hembra madura, que fue puesta para supervisarlos. Ella era un cóndor de vida libre que llegó al centro con perdigones en las alas y nunca más pudo volar. Por eso, ahora su labor es ser nodriza de otros pichones que sí se pueden rehabilitar".
Esta técnica, agrega Pavez, se ideó en Estados Unidos, en la década del 80, "para rehabilitar al cóndor de California, que es hermano del cóndor andino. Hasta ahora se sigue utilizando esta metodología en los diferentes programas de conservación".
La "Abuela" fue tan fundamental para los tres cóndores, que también fue necesario su apoyo en el proceso de adaptación en la Reserva Likandes, donde llegaron hace dos meses para acostumbrarse a su nuevo hábitat antes de la liberación. Este parque es un área de conservación perteneciente a Filantropía Cortés Solari (FCS).
Gabriela Guzmán, directora de programas de la Reserva Likandes, dice que cuando llegaron las aves al recinto, "les costó alimentarse y bajaron de peso, por el estrés. No sabían desgarrar la comida (carroña de animales muertos) y hubo que traer a la "Abuela", su antigua compañera de jaula, para que les enseñara. Eso les entregó confianza y seguridad. Luego de eso empezaron a comer".
Pavez aclara que estas aves pudieron rehabilitarse porque no alcanzaron a improntarse cuando eran pichones. "La impronta humana se produce cuando un animal, en este caso un pichón, se cría en contacto con el ser humano. En ese caso vincula la imagen de esa persona con sus padres, lo que es un fenómeno irreversible y que imposibilita la rehabilitación. Pero estos cóndores fueron criados por sus padres y capturados ya había pasado la ventana sensible antes de la impronta (2 a 4 meses de vida)", dice el ornitólogo.
Los tres cóndores rehabilitados miden 1.30 metros y llegan a 3 metros con sus alas extendidas. La hembra pesa 10 kilos, mientras que los machos 12 kilos. El hábitat natural de esta especie es la cordillera de los Andes, desde Venezuela a Tierra del Fuego. Su estado de conservación es casi amenazado, dado que las poblaciones de esta ave están en disminución.
La liberación de Eluney, Maipo y Wilka se concretó a las 16:1 5 horas de este jueves, cuando las condiciones del viento eran favorables, en un cerro de la reserva, a una altura de 1.500 metros. Antes se realizó un ritual de pueblos originarios, con cánticos y oraciones, donde participaron una centena de personas que asistieron al lugar, entre ellos vecinos de San José de Maipo, el SAG, ONG's y estudiantes.