Nelson (50) ha sido sometido a tres operaciones en menos de tres meses. El 25 de octubre, mientras regresaba a su casa desde su trabajo, cerca de la estación de metro Santa Lucía, su ojo izquierdo fue impactado por un perdigón disparado por Carabineros.
Estuvo 12 días hospitalizado y perdió por completo la visión del globo ocular que estalló por el impacto.
A dos meses de eso, Nelson es parte del Programa Integral de Reparación Ocular que aplica el Ministerio de Salud a las víctimas de traumas oculares en el marco del estallido social. Este garantiza la atención médica estética y funcional gratuita para cada uno de los afectados por el tiempo que sea necesario.
“Ha sido muy difícil todo esto. Yo no sé si voy a poder volver a mi trabajo en la construcción cuando termine mis tratamientos y tengo un hijo que depende financieramente de mí”, se lamenta el hombre.
Durante los tres meses que lleva la crisis social, los traumas oculares han sido el reflejo más crudo de la violencia. Mauricio López, expresidente de la Sociedad Chilena de Oftalmología y oftalmólogo de la Unidad de Trauma Ocular (UTO) del Hospital del Salvador —que recibe a cerca del 95% de los traumas oculares del país—, asegura que “en los primeros días recibíamos a 20 pacientes, después bajaron a seis diarios, de los cuales cerca del 75% estaban ligados a perdigones de goma”.
Agrega que al mes del estallido, cuando Carabineros anunció que usaría perdigones solo en ciertas emergencias, se contabilizaba “un caso cada tres días, y ahora tenemos uno cada siete o 10 días, aproximadamente”.
En total, según los registros de la UTO, a la fecha se han registrado 280 casos de traumas oculares, el 80% de los heridos son hombres, de 29 años promedio. Según López, cerca del 75% de los casos están asociados a perdigones de goma y 15% a golpes de cartuchos de lacrimógenas. Los más graves son 54 pacientes a los cuales la lesión les significó la pérdida total de visión en uno de los ojos. Solo en los casos de Gustavo Gatica (21) y Fabiola Campillay (36) existió pérdida de visión total en ambos ojos.
Además, existen cinco carabineros que perdieron la visión de un ojo durante las protestas y cerca de 55 que presentan traumas oculares.
Nelson está a la espera de una prótesis y ya asiste a terapias psicológicas para lidiar con el trauma del ataque. Mientras que la mayoría de las personas que sufrieron traumas oculares severos tendrán que mantenerse en tratamientos de por vida.
Patricio Meza, oftalmólogo y vicepresidente del Colegio Médico, asegura que según sus cifras, “por lo menos son 360 las personas lesionadas por traumas oculares. Esto realmente ha sido una epidemia”.
Añade que esto no es un problema que afecte a una persona en forma individual, pues impacta a toda la familia y el entorno social. “Hay un cambio de estilo de vida, muchos tienen que replantearse cuáles son los oficios o actividades laborales que pueden seguir haciendo (…) El impacto es brutal en toda la familia, porque sufren junto a la persona afectada”, dice Meza.
Estuvo 12 días hospitalizado y perdió por completo la visión del globo ocular que estalló por el impacto.
A dos meses de eso, Nelson es parte del Programa Integral de Reparación Ocular que aplica el Ministerio de Salud a las víctimas de traumas oculares en el marco del estallido social. Este garantiza la atención médica estética y funcional gratuita para cada uno de los afectados por el tiempo que sea necesario.
“Ha sido muy difícil todo esto. Yo no sé si voy a poder volver a mi trabajo en la construcción cuando termine mis tratamientos y tengo un hijo que depende financieramente de mí”, se lamenta el hombre.
Durante los tres meses que lleva la crisis social, los traumas oculares han sido el reflejo más crudo de la violencia. Mauricio López, expresidente de la Sociedad Chilena de Oftalmología y oftalmólogo de la Unidad de Trauma Ocular (UTO) del Hospital del Salvador —que recibe a cerca del 95% de los traumas oculares del país—, asegura que “en los primeros días recibíamos a 20 pacientes, después bajaron a seis diarios, de los cuales cerca del 75% estaban ligados a perdigones de goma”.
Agrega que al mes del estallido, cuando Carabineros anunció que usaría perdigones solo en ciertas emergencias, se contabilizaba “un caso cada tres días, y ahora tenemos uno cada siete o 10 días, aproximadamente”.
En total, según los registros de la UTO, a la fecha se han registrado 280 casos de traumas oculares, el 80% de los heridos son hombres, de 29 años promedio. Según López, cerca del 75% de los casos están asociados a perdigones de goma y 15% a golpes de cartuchos de lacrimógenas. Los más graves son 54 pacientes a los cuales la lesión les significó la pérdida total de visión en uno de los ojos. Solo en los casos de Gustavo Gatica (21) y Fabiola Campillay (36) existió pérdida de visión total en ambos ojos.
Además, existen cinco carabineros que perdieron la visión de un ojo durante las protestas y cerca de 55 que presentan traumas oculares.
El camino de la recuperación
Además de tratamientos como inserción de lentes intraoculares, reemplazos de cristalinos, suturas, confección de prótesis, el programa del Gobierno brinda apoyo psicológico y planes de manejo multidisciplinario para minimizar las secuelas y facilitar la reinserción en el mediano plazo de los pacientes lesionados.Nelson está a la espera de una prótesis y ya asiste a terapias psicológicas para lidiar con el trauma del ataque. Mientras que la mayoría de las personas que sufrieron traumas oculares severos tendrán que mantenerse en tratamientos de por vida.
Patricio Meza, oftalmólogo y vicepresidente del Colegio Médico, asegura que según sus cifras, “por lo menos son 360 las personas lesionadas por traumas oculares. Esto realmente ha sido una epidemia”.
Añade que esto no es un problema que afecte a una persona en forma individual, pues impacta a toda la familia y el entorno social. “Hay un cambio de estilo de vida, muchos tienen que replantearse cuáles son los oficios o actividades laborales que pueden seguir haciendo (…) El impacto es brutal en toda la familia, porque sufren junto a la persona afectada”, dice Meza.