Varinia Signorelli (@supermadreblog) vivió en Santiago toda su vida. Cuando estaba
embarazada de su segunda hija, le picó el bichito de relocalizarse a un lugar con
menos ajetreo.
"La vida en Santiago es bien intensa, acorde con mi forma. Yo trabajaba de lunes a sábado, pasaba poco tiempo en casa. Además de mi trabajo como psicóloga infantil, dirigía una página de maternidad y estar en la capital me obligaba a ir a reuniones constantemente", recuerda.
En el sur, donde va por su cuarto año, se ha acostumbrado a un ritmo más lento en el que todo está más cerca.
"Puedo ir al gimnasio todos los días y tomar clases de piano. Además es mucho más seguro, la mayoría de las personas se conocen y puedes estar con más tranquilidad en tu casa y andar por la calle".
-¿No le costó acostumbrarse a un ritmo más relajado?
-No es fácil para los que somos de harto movimiento. Al principio sientes que el día dura demasiadas horas, se hace eterno. Llegué embarazada y en invierno me quedaba harto en casa. Muchas veces sentí que extrañaba los tumultos de gente, el ruido. La calma puede ser abrumadora para los que no estamos acostumbrados, te conectas contigo y piensas cosas que antes nunca reflexionaste.
En el sur, eso sí, descubrió uno de los placeres de vivir en región: tener la posibilidad de almorzar en la casa. Su trabajo queda a siete minutos en auto de su hogar, así que agenda a sus pacientes con una ventana que le permite ir con calma y comer con sus hijas de manera relajada.
"En Santiago no hay tiempo para almorzar. La mayor parte del tiempo se pasa en traslados y es imposible ir del trabajo a la casa. Yo, por lo general, comía apurada en la oficina, en un tupperware o en el Subway, eso te pasa la cuenta en la salud. Almorzar en casa sirve para tomarse un break en el día. No se trata solo comer sino bajar las revoluciones, descansar un poco, escuchar música, te desconecta de la locura", relata.
-¿Cómo lo hace para organizar lo que se va a almorzar durante la semana?
-Qué haremos para la semana es decisión de los cuatro (con su marido y sus hijas). Pero saber qué estás comiendo y con qué frecuencia ayuda a que los niños y los adultos seamos más conscientes. Mi nutricionista me ha enseñado que tener un plan de alimentación es vital para tener energía en la mañana, lo demás viene por añadidura.
-Es psicóloga, ¿qué ventajas les trae a sus hijas tener la posibilidad de almorzar con los papás?
-Se puede reforzar en los niños que, además de nutrir su cuerpo, puedan vivir la experiencia de compartir esa instancia con sus figuras significativas. Se conversa harto en la mesa y el hecho de que uno no esté estrenada con el ritmo de Santiago hace que escuche más al otro y le exija menos. Así disfruto mucho más y ellas se sienten más acompañadas.
"En la casa estás más tranquilo, menos apurado, entonces comes de manera más lenta y consciente, con más atención de lo que se lleva en la boca. Se da un concepto que se llama mindful eating , que es atención plena con la comida. Como estás más consciente, te sacias más y no necesitas comer tanta cantidad", afirma.
En caso de querer comer comida casera durante la semana, pero sin posibilidad de ir a casa, Sara recomienda cocinar durante el domingo los almuerzos de la semana y hacer que todos tengan ingredientes similares, pero en diferentes cantidades. ¿Ejemplo? Tanto los tallarines a la boloñesa como unos tomates rellenos o un zapallo italiano usan pino.
-La siesta después del almuerzo es exquisita. ¿La recomiendas?
-No es muy beneficiosa. Lo mejor sería salir a caminar para acelerar el tracto digestivo y procesar mejor lo que se acaba de digerir.
Yasmín Rebolledo, bloguera y autora de tres libros, el último "La revolución saludable", cuenta que siempre ha podido almorzar en la casa.
"Cuando salí de la universidad tenía una agencia en Alonso de Córdova y vivía en El Golf, entonces nos íbamos con mi marido caminando a la casa. Nunca me ha tocado almorzar en la oficina, quizás cuando hice la práctica", asegura.
Para ella es un privilegio y le da tiempo de estar cerca de sus dos hijos, con los que además prueba las recetas que después terminan en sus libros.
"Se puede comer lo que uno quiere, con tiempos relajados, es importante darse el tiempo de comer en paz y mejor en familia. Uno en la noche viene agotado del trabajo y al almuerzo hay más energía y se puede disfrutar más de la comunicación", dice.
"La vida en Santiago es bien intensa, acorde con mi forma. Yo trabajaba de lunes a sábado, pasaba poco tiempo en casa. Además de mi trabajo como psicóloga infantil, dirigía una página de maternidad y estar en la capital me obligaba a ir a reuniones constantemente", recuerda.
En el sur, donde va por su cuarto año, se ha acostumbrado a un ritmo más lento en el que todo está más cerca.
"Puedo ir al gimnasio todos los días y tomar clases de piano. Además es mucho más seguro, la mayoría de las personas se conocen y puedes estar con más tranquilidad en tu casa y andar por la calle".
-¿No le costó acostumbrarse a un ritmo más relajado?
-No es fácil para los que somos de harto movimiento. Al principio sientes que el día dura demasiadas horas, se hace eterno. Llegué embarazada y en invierno me quedaba harto en casa. Muchas veces sentí que extrañaba los tumultos de gente, el ruido. La calma puede ser abrumadora para los que no estamos acostumbrados, te conectas contigo y piensas cosas que antes nunca reflexionaste.
En el sur, eso sí, descubrió uno de los placeres de vivir en región: tener la posibilidad de almorzar en la casa. Su trabajo queda a siete minutos en auto de su hogar, así que agenda a sus pacientes con una ventana que le permite ir con calma y comer con sus hijas de manera relajada.
"En Santiago no hay tiempo para almorzar. La mayor parte del tiempo se pasa en traslados y es imposible ir del trabajo a la casa. Yo, por lo general, comía apurada en la oficina, en un tupperware o en el Subway, eso te pasa la cuenta en la salud. Almorzar en casa sirve para tomarse un break en el día. No se trata solo comer sino bajar las revoluciones, descansar un poco, escuchar música, te desconecta de la locura", relata.
-¿Cómo lo hace para organizar lo que se va a almorzar durante la semana?
-Qué haremos para la semana es decisión de los cuatro (con su marido y sus hijas). Pero saber qué estás comiendo y con qué frecuencia ayuda a que los niños y los adultos seamos más conscientes. Mi nutricionista me ha enseñado que tener un plan de alimentación es vital para tener energía en la mañana, lo demás viene por añadidura.
-Es psicóloga, ¿qué ventajas les trae a sus hijas tener la posibilidad de almorzar con los papás?
-Se puede reforzar en los niños que, además de nutrir su cuerpo, puedan vivir la experiencia de compartir esa instancia con sus figuras significativas. Se conversa harto en la mesa y el hecho de que uno no esté estrenada con el ritmo de Santiago hace que escuche más al otro y le exija menos. Así disfruto mucho más y ellas se sienten más acompañadas.
Algo parecido en Santiago
Según Sara Parra Sepúlveda (@sara_nutribariatrica), nutricionista y especialista en alimentación consciente, tener la posibilidad de comer en casa tiene varias ventajas: se seleccionan mejores alimentos, que son de mejor calidad, se come con menos apuro y se come con plena atención."En la casa estás más tranquilo, menos apurado, entonces comes de manera más lenta y consciente, con más atención de lo que se lleva en la boca. Se da un concepto que se llama mindful eating , que es atención plena con la comida. Como estás más consciente, te sacias más y no necesitas comer tanta cantidad", afirma.
En caso de querer comer comida casera durante la semana, pero sin posibilidad de ir a casa, Sara recomienda cocinar durante el domingo los almuerzos de la semana y hacer que todos tengan ingredientes similares, pero en diferentes cantidades. ¿Ejemplo? Tanto los tallarines a la boloñesa como unos tomates rellenos o un zapallo italiano usan pino.
-La siesta después del almuerzo es exquisita. ¿La recomiendas?
-No es muy beneficiosa. Lo mejor sería salir a caminar para acelerar el tracto digestivo y procesar mejor lo que se acaba de digerir.
Yasmín Rebolledo, bloguera y autora de tres libros, el último "La revolución saludable", cuenta que siempre ha podido almorzar en la casa.
"Cuando salí de la universidad tenía una agencia en Alonso de Córdova y vivía en El Golf, entonces nos íbamos con mi marido caminando a la casa. Nunca me ha tocado almorzar en la oficina, quizás cuando hice la práctica", asegura.
Para ella es un privilegio y le da tiempo de estar cerca de sus dos hijos, con los que además prueba las recetas que después terminan en sus libros.
"Se puede comer lo que uno quiere, con tiempos relajados, es importante darse el tiempo de comer en paz y mejor en familia. Uno en la noche viene agotado del trabajo y al almuerzo hay más energía y se puede disfrutar más de la comunicación", dice.