Eduardo Lobos irradia alegría, alegría que le brota del alma y que refleja cuando
narra en detalles su historia de vida. A sus 38 años, ya retirado del fútbol (jugó en
Colo Colo, Unión Española, Wanderes, Krylia Sovetov de Rusia, Everton, entre otros)
Lobos dice que "soy un hombre feliz".
Es lunes en el Starbucks en el Mall Alto Peñalolén, su día descanso, y llega de sandalias, de pescadores, y se pide un café. Se ve relajado, aunque viene de pintar a mano su casa. "Cuesta usar el rodillo", comenta. Dice que cosas así lo llenan, porque cuando dejó el fútbol profesional, ya tenía en mano su título de entrenador en el INAF y hoy dirige el equipo del sindicato de Futbolistas (Sifup). Rearmó su vida. Tiene más tiempo para ver a su hija Javiera, que vive en Viña, y disfrutar con su pareja, Tatiana, con quien tuvo al pequeño Matías, de seis años.
-¿Cómo vivió su paso de futbolista a técnico?
-Ha sido súper atípico. A mis amigos retirados les cuesta muchísimo porque siguen siendo futbolistas, hablando, vistiéndose, gastando como futbolistas. Yo no echo nada de menos y eso que me retiré hace un año. Me titulé de técnico y comencé a hacer clases en el INAF.
-¿Por qué se agotó del fútbol, Eduardo?
-No es que me haya agotado, pero mi idea era jugar hasta los 40 años, en principio.
-Tiene 38. Se fue antes.
-En la última etapa de mi carrera, la gente me cuestionaba todo, que el peso que lo otro. En los dos últimos años en Everton fui uno de los más regulares, de los que más jugó. Me equivoqué en un par de partidos, en la Sudamericana y ante Colo Colo. Asumo esa responsabilidad, pero la gente iba mucho más allá.
-¿Lo cuestionaban mucho?
-Por ejemplo, rayaron el reloj de Viña para que me fuera de Everton, rayaron el estadio para que me fuera de Viña y uno va poniendo las cosas en la balanza. Yo quería seguir jugando, pero no quería que mi familia sufra, porque mis hijos y mi señora ven las noticias. Yo tengo la capacidad de abstraerme, ¿pero ellos? ¿Para qué? Por más que me cuidara muchísimo, entrenara, el peso también era un tema y si uno no está bien físicamente, cuesta rendir. Ya me costaba eso, estar en los márgenes de lo que requiere el fútbol actual, ser una atleta. Entonces, terminé pasándolo mal los últimos seis meses. Tenía contrato hasta diciembre, pero acordamos mi salida.
-¿Y jugar en otro equipo?
-Me llamaron, pero tenía que irme de Santiago por muy poca plata y tenía que reinsertarme, y ahora las decisiones también dependen de mi familia. Al final decidí retirarme y no me arrepiento en absoluto. Hoy me proyecto como entrenador de fútbol, estoy a cargo del Sifup, lo que me permite desarrollarme lo más cercano a un plantel profesional. Nos han permitido profesionalizarnos, sacarnos el estigma de desordenados, de pichangueros. Damos desayunos a los muchachos, tenemos nutricionistas, sicólogos, analistas de video, kinesiólogos, dos utileros, ropa adecuada para 60 ó 70 jugadores. Es un salto de calidad. Hemos jugado muchísimos partidos desde el 17 de diciembre que asumí, con Católica, Colo Colo, O'Higgins, San Felipe, Santa Cruz. Mi ayudante es el Pancho Prieto. Empezamos con 70 futbolistas y ahora quedan 20. El resto fichó en algún equipo.
-Usted contó que su segunda etapa en Colo Colo fue compleja, se estaba divorciando... ¿Cómo fue eso?
- Si hay algo que podría cuestionarme en mis 20 años de carrera, es que en mi segunda etapa en Colo Colo me hubiese gustado estar en mejores condiciones en todo sentido: físicamente, mentalmente más equilibrado para haber rendido lo que se esperaba de mí. Me estaba separando, dejé de ver a mi hija y empecé a formar otra familia, me rodeé de gente de la que no debería haberme rodeado, escuchaba a las malas influencias, hice cosas que no debía, me cuidé muy poco y valoro que el club me ayudara en todas las áreas.
-Pero uno se permite caer.
-Soy muy autoexigente y me lo permito porque es parte de la vida, que todo sube y baja. Me fui apestadísimo de Colo Colo, estuve un año sin jugar y de ahí me llamó Fernando Vergara de San Marcos de Arica. Retomé el gusto por el fútbol. Me empecé a valorar y a disfrutar la competencia.
-¿Cómo es su vida hoy?
-Empecé a cerrar el tema de la separación, la relación con mi ex señora, con quien ahora tengo una buena relación. Además, a mi hija la voy a buscar prácticamente todos los fines de semana a Viña, eso también me ayudó mucho. Estoy súper feliz y tranquilo con lo que estoy haciendo profesionalmente. Nunca pensé que podía hacer clases en el instituto y la verdad es que lo he disfrutado muchísimo, estoy muy equilibrado en todos los aspectos de mi vida, me encanta todo lo que hago, lo paso bien, estoy rodeado de muy buena gente, de amigos que no son del fútbol y que si son muy querendones, que se alegran cuando tengo un logro.
-¿Disfruta sus 38 años?
-Disfruto todo, disfruto ir todos los fines de semana a buscar a mi hija y traérmela a Santiago, tener a mis hijos y mi señora, estar con mis amigos, disfruto ser técnico y sé que voy a disfrutar cuando esté a cargo de un equipo profesional.
Es lunes en el Starbucks en el Mall Alto Peñalolén, su día descanso, y llega de sandalias, de pescadores, y se pide un café. Se ve relajado, aunque viene de pintar a mano su casa. "Cuesta usar el rodillo", comenta. Dice que cosas así lo llenan, porque cuando dejó el fútbol profesional, ya tenía en mano su título de entrenador en el INAF y hoy dirige el equipo del sindicato de Futbolistas (Sifup). Rearmó su vida. Tiene más tiempo para ver a su hija Javiera, que vive en Viña, y disfrutar con su pareja, Tatiana, con quien tuvo al pequeño Matías, de seis años.
-¿Cómo vivió su paso de futbolista a técnico?
-Ha sido súper atípico. A mis amigos retirados les cuesta muchísimo porque siguen siendo futbolistas, hablando, vistiéndose, gastando como futbolistas. Yo no echo nada de menos y eso que me retiré hace un año. Me titulé de técnico y comencé a hacer clases en el INAF.
-¿Por qué se agotó del fútbol, Eduardo?
-No es que me haya agotado, pero mi idea era jugar hasta los 40 años, en principio.
-Tiene 38. Se fue antes.
-En la última etapa de mi carrera, la gente me cuestionaba todo, que el peso que lo otro. En los dos últimos años en Everton fui uno de los más regulares, de los que más jugó. Me equivoqué en un par de partidos, en la Sudamericana y ante Colo Colo. Asumo esa responsabilidad, pero la gente iba mucho más allá.
-¿Lo cuestionaban mucho?
-Por ejemplo, rayaron el reloj de Viña para que me fuera de Everton, rayaron el estadio para que me fuera de Viña y uno va poniendo las cosas en la balanza. Yo quería seguir jugando, pero no quería que mi familia sufra, porque mis hijos y mi señora ven las noticias. Yo tengo la capacidad de abstraerme, ¿pero ellos? ¿Para qué? Por más que me cuidara muchísimo, entrenara, el peso también era un tema y si uno no está bien físicamente, cuesta rendir. Ya me costaba eso, estar en los márgenes de lo que requiere el fútbol actual, ser una atleta. Entonces, terminé pasándolo mal los últimos seis meses. Tenía contrato hasta diciembre, pero acordamos mi salida.
-¿Y jugar en otro equipo?
-Me llamaron, pero tenía que irme de Santiago por muy poca plata y tenía que reinsertarme, y ahora las decisiones también dependen de mi familia. Al final decidí retirarme y no me arrepiento en absoluto. Hoy me proyecto como entrenador de fútbol, estoy a cargo del Sifup, lo que me permite desarrollarme lo más cercano a un plantel profesional. Nos han permitido profesionalizarnos, sacarnos el estigma de desordenados, de pichangueros. Damos desayunos a los muchachos, tenemos nutricionistas, sicólogos, analistas de video, kinesiólogos, dos utileros, ropa adecuada para 60 ó 70 jugadores. Es un salto de calidad. Hemos jugado muchísimos partidos desde el 17 de diciembre que asumí, con Católica, Colo Colo, O'Higgins, San Felipe, Santa Cruz. Mi ayudante es el Pancho Prieto. Empezamos con 70 futbolistas y ahora quedan 20. El resto fichó en algún equipo.
-Usted contó que su segunda etapa en Colo Colo fue compleja, se estaba divorciando... ¿Cómo fue eso?
- Si hay algo que podría cuestionarme en mis 20 años de carrera, es que en mi segunda etapa en Colo Colo me hubiese gustado estar en mejores condiciones en todo sentido: físicamente, mentalmente más equilibrado para haber rendido lo que se esperaba de mí. Me estaba separando, dejé de ver a mi hija y empecé a formar otra familia, me rodeé de gente de la que no debería haberme rodeado, escuchaba a las malas influencias, hice cosas que no debía, me cuidé muy poco y valoro que el club me ayudara en todas las áreas.
-Pero uno se permite caer.
-Soy muy autoexigente y me lo permito porque es parte de la vida, que todo sube y baja. Me fui apestadísimo de Colo Colo, estuve un año sin jugar y de ahí me llamó Fernando Vergara de San Marcos de Arica. Retomé el gusto por el fútbol. Me empecé a valorar y a disfrutar la competencia.
-¿Cómo es su vida hoy?
-Empecé a cerrar el tema de la separación, la relación con mi ex señora, con quien ahora tengo una buena relación. Además, a mi hija la voy a buscar prácticamente todos los fines de semana a Viña, eso también me ayudó mucho. Estoy súper feliz y tranquilo con lo que estoy haciendo profesionalmente. Nunca pensé que podía hacer clases en el instituto y la verdad es que lo he disfrutado muchísimo, estoy muy equilibrado en todos los aspectos de mi vida, me encanta todo lo que hago, lo paso bien, estoy rodeado de muy buena gente, de amigos que no son del fútbol y que si son muy querendones, que se alegran cuando tengo un logro.
-¿Disfruta sus 38 años?
-Disfruto todo, disfruto ir todos los fines de semana a buscar a mi hija y traérmela a Santiago, tener a mis hijos y mi señora, estar con mis amigos, disfruto ser técnico y sé que voy a disfrutar cuando esté a cargo de un equipo profesional.