Claudio Bravo (37) llegó a Estados Unidos hace diez años. Él es de Valparaíso, del
cerro San Juan de Dios. Cuando terminó de estudiar medicina en Chile se fue a
Estados Unidos, a especializarse en ciencias y luego medicina interna y cardiología.
"Trabajo en el hospital de la Universidad de Columbia, el más grande y antiguo de Nueva York", cuenta. Hoy atiende pacientes de coronavirus con alguna condición cardiaca, ya sea insuficiencias o trasplantes. A muchos los conoce. "Son súper cercanos a nosotros. Los hemos visto por mucho tiempo", comenta.
A mediados de marzo él y su equipo entendieron que la situación sería muy compleja en la ciudad.
"Hace dos semanas aproximadamente alcanzamos el peak. Todos los días era una ola gigantesca de pacientes. Ahora el hospital está lleno, tenemos unos 500 casos, pero ya no sigue aumentando tanto el volumen, el flujo es más estable. Entre dos de nuestras UCI cardiacas tenemos 35 a 40 pacientes. Otros pacientes críticos están en la UCI médica y otras áreas que fueron habilitadas como UCI, como pabellones y el laboratorio de hemodinamia", describe.
Bravo llega alrededor de las cinco de la mañana a trabajar. Vive frente al hospital, junto a su esposa Cecilia y sus dos hijas, de cinco y un año. Vuelve a casa a las seis de la tarde.
"Los pacientes que tratamos son bien complejos y hay que estudiarlos muy bien. Y le agregamos otra complejidad, el coronavirus. Tenía pacientes que iba a dar de alta y al día siguiente colapsaron. Dos trasplantados estaban súper bien, listos para irse. Uno terminamos intubándolo y el otro casi. Esto es completamente impredecible", reconoce.
-¿Cuál es su rutina?
-La mitad del día veo pacientes y la otra mitad estoy en la oficina revisando exámenes y llamando a las familias para mantenerlas actualizadas. Somos varios en el equipo y nos dividimos, generalmente me toca llamar a tres o cuatro familiares al día. Llamo a las familias de los que no pueden comunicarse porque pasaron a una fase más complicada.
-¿Cómo reciben el llamado?
-Con dolon Ellos entienden que la enfermedad es grave. Hay una idea generalizada de que lo más probable es que la enfermedad te mate si tienes enfermedades crónicas. Cuando llamo para dar malas noticias ellos ya más o menos saben.
-¿Le ha tocado informar una muerte por teléfono?
-Claro. Hoy día. Era un paciente con corazón artificial. La esposa lloraba, fue una situación muy dura.
-¿Preparan a los médicos para eso?
-En Chile no, acá nos hacen cursos de la forma más adecuada para dar malas noticias. Pero aunque tengas todo el entrenamiento del mundo no es fácil llamar a una esposa o hijo para decirles que su ser querido falleció.
-Además son familias que en muchos casos usted conoce.
-Generalmente las conocemos. Una de las cosas que siempre converso con mis colegas es que, como agentes de la salud, nos entrenamos para enfrentar situaciones difíciles, pero nunca nos entrenamos para una pandemia, que causa muchas muertes. Realmente, gran parte de lo que hacemos es improvisación y es algo que todos debemos entender. No sabemos muy bien lo que estamos haciendo, estamos tratando de hacer lo mejor posible para salvar al máximo de personas, pero no es fácil.
-Le afecta emocionalmente.
-Me he quebrado bastante.
-¿Qué cosas lo han quebrado?
-Lidiar con el estrés de enfrentar una enfermedad que no sé bien la dirección que va a tomar, la incapacidad de poder predecir lo que va a suceder y tener que lidiar con familiares de personas que conozco. El temor de que esa persona muera y que yo no pueda hacer absolutamente nada. Eso me ha producido tristeza. He llorado un par de veces. Después de que el paciente falleció hoy no pude contenerme y lloré un poco con mis colegas. Me fui a esconder al baño y me cayeron mis lágrimas.
Bravo continúa: "Como médicos adquirimos el máximo de conocimiento para vivir el día a día sabiendo que podemos predecir ciertas cosas y qué hacer cuando hay un problema. Pero cuando tienes un problema y no sabes qué hacer, es terrible. El paciente se está muriendo frente a ti y no sabes cómo salvarlo. Son personas con las que he estado hablando tanto tiempo, diciéndoles que vas a hacer lo máximo posible para tenerlo vivo y finalmente no puedes".
-¿Ha tenido que elegir a qué paciente ayudar, como en Italia?
-No hemos llegado a esa situación. Este es un hospital súper grande y tiene muchos recursos. Habíamos planificado tener que conectar a dos pacientes a un ventilador mecánico, pero no llegamos a eso. Pero sí hemos decidido no usar ciertas tecnologías en estos pacientes, porque la enfermedad es muy grave y los pacientes no mejoran, basados en la experiencia que tuvieron en Europa y China.
-¿Qué tipo de tecnologías?
-El ECMO (un sistema de oxigenación extracorpóreo, se usa en pacientes con Hanta), que puede reemplazar la función pulmonar o cardiaca. Ese dispositivo evitamos usarlo. Cuando el paciente llega a ese estado de la enfermedad ya pasó el punto de no retorno. Era una tecnología que usábamos muy frecuentemente, pero ahora estamos siendo mucho más conservadores.
-¿Qué hace para despejarse?
-Trato de mantenerme alejado de las noticias y al llegar a la casa me desconecto completamente. Me dedico a mi esposa y a mis hijas, cenamos, nos tomamos un trago, vemos una serie o conversamos. Así trato de mantener el equilibrio.
"Trabajo en el hospital de la Universidad de Columbia, el más grande y antiguo de Nueva York", cuenta. Hoy atiende pacientes de coronavirus con alguna condición cardiaca, ya sea insuficiencias o trasplantes. A muchos los conoce. "Son súper cercanos a nosotros. Los hemos visto por mucho tiempo", comenta.
A mediados de marzo él y su equipo entendieron que la situación sería muy compleja en la ciudad.
"Hace dos semanas aproximadamente alcanzamos el peak. Todos los días era una ola gigantesca de pacientes. Ahora el hospital está lleno, tenemos unos 500 casos, pero ya no sigue aumentando tanto el volumen, el flujo es más estable. Entre dos de nuestras UCI cardiacas tenemos 35 a 40 pacientes. Otros pacientes críticos están en la UCI médica y otras áreas que fueron habilitadas como UCI, como pabellones y el laboratorio de hemodinamia", describe.
Bravo llega alrededor de las cinco de la mañana a trabajar. Vive frente al hospital, junto a su esposa Cecilia y sus dos hijas, de cinco y un año. Vuelve a casa a las seis de la tarde.
"Los pacientes que tratamos son bien complejos y hay que estudiarlos muy bien. Y le agregamos otra complejidad, el coronavirus. Tenía pacientes que iba a dar de alta y al día siguiente colapsaron. Dos trasplantados estaban súper bien, listos para irse. Uno terminamos intubándolo y el otro casi. Esto es completamente impredecible", reconoce.
-¿Cuál es su rutina?
-La mitad del día veo pacientes y la otra mitad estoy en la oficina revisando exámenes y llamando a las familias para mantenerlas actualizadas. Somos varios en el equipo y nos dividimos, generalmente me toca llamar a tres o cuatro familiares al día. Llamo a las familias de los que no pueden comunicarse porque pasaron a una fase más complicada.
-¿Cómo reciben el llamado?
-Con dolon Ellos entienden que la enfermedad es grave. Hay una idea generalizada de que lo más probable es que la enfermedad te mate si tienes enfermedades crónicas. Cuando llamo para dar malas noticias ellos ya más o menos saben.
-¿Le ha tocado informar una muerte por teléfono?
-Claro. Hoy día. Era un paciente con corazón artificial. La esposa lloraba, fue una situación muy dura.
-¿Preparan a los médicos para eso?
-En Chile no, acá nos hacen cursos de la forma más adecuada para dar malas noticias. Pero aunque tengas todo el entrenamiento del mundo no es fácil llamar a una esposa o hijo para decirles que su ser querido falleció.
-Además son familias que en muchos casos usted conoce.
-Generalmente las conocemos. Una de las cosas que siempre converso con mis colegas es que, como agentes de la salud, nos entrenamos para enfrentar situaciones difíciles, pero nunca nos entrenamos para una pandemia, que causa muchas muertes. Realmente, gran parte de lo que hacemos es improvisación y es algo que todos debemos entender. No sabemos muy bien lo que estamos haciendo, estamos tratando de hacer lo mejor posible para salvar al máximo de personas, pero no es fácil.
-Le afecta emocionalmente.
-Me he quebrado bastante.
-¿Qué cosas lo han quebrado?
-Lidiar con el estrés de enfrentar una enfermedad que no sé bien la dirección que va a tomar, la incapacidad de poder predecir lo que va a suceder y tener que lidiar con familiares de personas que conozco. El temor de que esa persona muera y que yo no pueda hacer absolutamente nada. Eso me ha producido tristeza. He llorado un par de veces. Después de que el paciente falleció hoy no pude contenerme y lloré un poco con mis colegas. Me fui a esconder al baño y me cayeron mis lágrimas.
Bravo continúa: "Como médicos adquirimos el máximo de conocimiento para vivir el día a día sabiendo que podemos predecir ciertas cosas y qué hacer cuando hay un problema. Pero cuando tienes un problema y no sabes qué hacer, es terrible. El paciente se está muriendo frente a ti y no sabes cómo salvarlo. Son personas con las que he estado hablando tanto tiempo, diciéndoles que vas a hacer lo máximo posible para tenerlo vivo y finalmente no puedes".
-¿Ha tenido que elegir a qué paciente ayudar, como en Italia?
-No hemos llegado a esa situación. Este es un hospital súper grande y tiene muchos recursos. Habíamos planificado tener que conectar a dos pacientes a un ventilador mecánico, pero no llegamos a eso. Pero sí hemos decidido no usar ciertas tecnologías en estos pacientes, porque la enfermedad es muy grave y los pacientes no mejoran, basados en la experiencia que tuvieron en Europa y China.
-¿Qué tipo de tecnologías?
-El ECMO (un sistema de oxigenación extracorpóreo, se usa en pacientes con Hanta), que puede reemplazar la función pulmonar o cardiaca. Ese dispositivo evitamos usarlo. Cuando el paciente llega a ese estado de la enfermedad ya pasó el punto de no retorno. Era una tecnología que usábamos muy frecuentemente, pero ahora estamos siendo mucho más conservadores.
-¿Qué hace para despejarse?
-Trato de mantenerme alejado de las noticias y al llegar a la casa me desconecto completamente. Me dedico a mi esposa y a mis hijas, cenamos, nos tomamos un trago, vemos una serie o conversamos. Así trato de mantener el equilibrio.