Esta historia de Covid-19 comienza con unos binoculares.
Elizabeth Valenzuela, enfermera del Hospital Van Buren, de Valparaíso, le cuenta habitualmente a su amiga María Cirano, profesora de arquitectura de la Universidad Federico Santa María, cómo son los días y las noches en la Unidad de Cuidados Intensivos.
"Hemos estado hablando harto y en un momento ella solicitó binoculares, para hacer el chequeo a distancia de los monitores de los pacientes que están aislados, y así disminuir las entradas del personal a las salas", recuerda María.
La profesora pidió los binoculares a sus amigos de la Sociedad Astronómica de Valparaíso y uno de ellos, Domingo González, ingeniero de la Santa María, los fue dejar al hospital. Ese mismo día, Elizabeth agradeció la donación y le contó a María que ahora tenían otro problema. En cualquier unidad intensiva, cuando alguien se recupera de este coronavirus y ya no necesita ventilador mecánico, el equipo médico debe sacarle el tubo que lo conecta con ese aparato. El procedimiento se llama extubación y es muy crítico. El paciente debe estar consciente, para que pueda respirar por sí solo, pero tener algo en la tráquea puede producirle una serie de reflejos que le hagan expulsar al aire gotitas o aerosoles contaminados. Médicos, enfermeras y kinesiólogos deben protegerse. "Me mandó unas fotos de algunas cosas improvisadas que estaban haciendo en España para la protección de los equipos médicos", recuerda María.
La profesora de arquitectura se contactó de nuevo con Domingo y ambos empezaron a dibujar ideas, cada uno directamente en sus celulares. El objetivo era diseñar una caja transparente que se pusiera sobre los pacientes al momento de la extubación y que tuviera hoyos por donde meter las manos. "Eli y un kinesiólogo hicieron modelos con cajas de cartón y uno de los chicos de la UCI hizo de paciente. Nos mandaron fotos y asííbamos viendo más o menos las dimensiones que la caja necesitaba", cuenta María. Tuvieron que considerar incluso que, al momento de retirar el tubo, la camilla del paciente debe tener una inclinación de 30 grados.
Domingo construyó la caja en Eproic, su pequeña empresa de ingeniería. "Es algo muy distinto a lo que habitualmente hacemos. Todo el equipo se empezó a motivar, porque estábamos haciendo algo con un sentido de urgencia", explica él.
La cápsula de protección está hecha de acrílico transparente. Tiene seis hoyos, cubiertos a su vez con lamas de PVC, que son láminas de plástico gruesas, pero flexibles, para que, cuando el equipo de salud meta las manos, no salga alguna gota del paciente. Las planchas no van pegadas. "Se usa un producto, que es cloroformo, que lo que hace es soldarlas químicamente. Eso toma su tiempo. ¿Cómo mejoramos los tiempos? Hicimos unas pequeñas incisiones que funcionan como tornillos. Eso le da más rigidez, más rápidamente", cuenta. La parte superior de la cápsula es curva, para que quien dirija el procedimiento tenga mejor visibilidad.
El invento fue un éxito en el Van Buren. "Es muy emocionante encontrarse con gente solidaria. Lo maravilloso de todo esto es que desde cada oficio o profesión se puede prestar ayuda. Todo el personal está contento y agradecido", cuenta Elizabeth.
Barbarita Lara, ingeniera de ejecución en informática de la Universidad Federico Santa María, premiada por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (Ml T) por sus emprendimientos, ayudó a los creadores de esta idea. "No teníamos el apoyo de nadie como para poder fabricar este tipo de cosas. Estaba haciendo todo Eproic, casi de pasión, para poder ayudar. Entonces lo que hice fue ocupar mis herramientas de articuladora. Alguien nos tiene que ayudar, porque obviamente no es para nosotros, sino que para todo Chile y, ¿por qué no?, el mundo?", cuenta. Gracias a sus contactos, la Asociación de Proveedores Industriales de la Minería (Aprimin), industrializará la cápsula. "Vamos a fabricar 110 cápsulas, pero estamos pensando que se requieren más. Nosotros mismos las vamos a transportar y distribuir en las diferentes UCIs. Vamos a empezar a entregar de a diez 0 15 unidades semanales", cuenta Pascual Veiga, presidente de Aprimin.
Elizabeth Valenzuela, enfermera del Hospital Van Buren, de Valparaíso, le cuenta habitualmente a su amiga María Cirano, profesora de arquitectura de la Universidad Federico Santa María, cómo son los días y las noches en la Unidad de Cuidados Intensivos.
"Hemos estado hablando harto y en un momento ella solicitó binoculares, para hacer el chequeo a distancia de los monitores de los pacientes que están aislados, y así disminuir las entradas del personal a las salas", recuerda María.
La profesora pidió los binoculares a sus amigos de la Sociedad Astronómica de Valparaíso y uno de ellos, Domingo González, ingeniero de la Santa María, los fue dejar al hospital. Ese mismo día, Elizabeth agradeció la donación y le contó a María que ahora tenían otro problema. En cualquier unidad intensiva, cuando alguien se recupera de este coronavirus y ya no necesita ventilador mecánico, el equipo médico debe sacarle el tubo que lo conecta con ese aparato. El procedimiento se llama extubación y es muy crítico. El paciente debe estar consciente, para que pueda respirar por sí solo, pero tener algo en la tráquea puede producirle una serie de reflejos que le hagan expulsar al aire gotitas o aerosoles contaminados. Médicos, enfermeras y kinesiólogos deben protegerse. "Me mandó unas fotos de algunas cosas improvisadas que estaban haciendo en España para la protección de los equipos médicos", recuerda María.
La profesora de arquitectura se contactó de nuevo con Domingo y ambos empezaron a dibujar ideas, cada uno directamente en sus celulares. El objetivo era diseñar una caja transparente que se pusiera sobre los pacientes al momento de la extubación y que tuviera hoyos por donde meter las manos. "Eli y un kinesiólogo hicieron modelos con cajas de cartón y uno de los chicos de la UCI hizo de paciente. Nos mandaron fotos y asííbamos viendo más o menos las dimensiones que la caja necesitaba", cuenta María. Tuvieron que considerar incluso que, al momento de retirar el tubo, la camilla del paciente debe tener una inclinación de 30 grados.
Domingo construyó la caja en Eproic, su pequeña empresa de ingeniería. "Es algo muy distinto a lo que habitualmente hacemos. Todo el equipo se empezó a motivar, porque estábamos haciendo algo con un sentido de urgencia", explica él.
La cápsula de protección está hecha de acrílico transparente. Tiene seis hoyos, cubiertos a su vez con lamas de PVC, que son láminas de plástico gruesas, pero flexibles, para que, cuando el equipo de salud meta las manos, no salga alguna gota del paciente. Las planchas no van pegadas. "Se usa un producto, que es cloroformo, que lo que hace es soldarlas químicamente. Eso toma su tiempo. ¿Cómo mejoramos los tiempos? Hicimos unas pequeñas incisiones que funcionan como tornillos. Eso le da más rigidez, más rápidamente", cuenta. La parte superior de la cápsula es curva, para que quien dirija el procedimiento tenga mejor visibilidad.
El invento fue un éxito en el Van Buren. "Es muy emocionante encontrarse con gente solidaria. Lo maravilloso de todo esto es que desde cada oficio o profesión se puede prestar ayuda. Todo el personal está contento y agradecido", cuenta Elizabeth.
Barbarita Lara, ingeniera de ejecución en informática de la Universidad Federico Santa María, premiada por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (Ml T) por sus emprendimientos, ayudó a los creadores de esta idea. "No teníamos el apoyo de nadie como para poder fabricar este tipo de cosas. Estaba haciendo todo Eproic, casi de pasión, para poder ayudar. Entonces lo que hice fue ocupar mis herramientas de articuladora. Alguien nos tiene que ayudar, porque obviamente no es para nosotros, sino que para todo Chile y, ¿por qué no?, el mundo?", cuenta. Gracias a sus contactos, la Asociación de Proveedores Industriales de la Minería (Aprimin), industrializará la cápsula. "Vamos a fabricar 110 cápsulas, pero estamos pensando que se requieren más. Nosotros mismos las vamos a transportar y distribuir en las diferentes UCIs. Vamos a empezar a entregar de a diez 0 15 unidades semanales", cuenta Pascual Veiga, presidente de Aprimin.