El domingo 6 de octubre del 2019 es una fecha especial para Magdalena Grant (33).
Aquel día, la periodista llegó a su casa cerca de las 20 horas, luego de una larga
jornada en su entonces estación televisiva, ESPN; se sentó en el living, se hizo un
cigarrillo para relajarse, lo encendió, pero se puso a toser y no alcanzó a acabarlo. En
ese segundo tomó una decisión radical.
"Ese fue mi último pucho. No he vuelto a fumar en seis meses. Ese día me bajó la cuestión y dije: Esto no me la va ganar . Yo vivo en un piso 16 y tiré todo mi kit, papelillos, filtros y tabaco, por el balcón. Al día siguiente lo fui a recoger porque no quería contaminar y se lo regalé al conserje, jajajá", cuenta.
-¿Cuánto fumaba antes?
-En promedio eran como 15 cigarros al día y podían ser más si salía a tomar algo. Fueron 15 años fumando. Empecé más o menos cuando salí del colegio. Veía que gente más grande que yo se relajaba haciéndolo y en ese tiempo no había la conciencia de hoy.
-¿Qué la motivó a dejarlo?
-Me pasaron algunas cosas personales que prefiero no profundizar, pero marcaron un punto de inflexión. Sentía que me cuidaba y trabajaba todo a nivel emocional y físico, pero al mismo tiempo iba en contra de eso al fumar. Me dañaba el organismo, es una muerte lenta. Además, las bronquitis se volvieron crónicas. No me enfermaba por fumar, pero el doctor me dijo que los que no lo hacían tenían el sistema inmunológico mejor preparado.
Su método para controlar el cigarro excluyó los cigarros electrónicos, parches y chicles.
"Seguí el consejo de mi hermana. Me dijo que viera esto día a día. Si uno dice nunca más voy a fumar se produce ansiedad. El primer mes empecé a tachar los días en un calendario y también pegué carteles en mi casa recordando el compromiso que había hecho conmigo misma. Lo más importante fue disociar el cigarro de mis actividades cotidianas. Antes despertaba con el pucho en la boca", cuenta.
-¿A qué se refiere con disociar el cigarro de sus actividades?
-Evité lo que me evocaba fumar. El primer mes, evité los carretes, por ejemplo. Y traté de manejar mejor el estrés. Miré videos donde decían que las ganas angustiantes de fumar duran tres minutos. Si superas ese umbral, baja la necesidad. Empecé a practicar ejercicios de respiración para esos momentos. Y tomé agua hasta por los codos: por un lado, me desintoxicaba y, por otro, no me evadía con otra cosa, como, por ejemplo, comerme el refrigerador entero. Con las semanas también hice doble turno de deporte cada vez que sentía ganas de fumar.
-¿Sintió angustia?
-Muchas veces. Me costó muchísimo hacer esto. Pero me recompensaba. Después de las primeras semanas, agarré la plata que me habría gastado en cigarros y me compré unos zapatos. Hice lo mismo cuando cumplí un mes. Así tenía incentivo para esos logros.
-¿Nunca hizo trampa?
-No. Sé lo viciosa que soy y si me pego una piteada, se me activa la nicotina a nivel mental. Mucha gente piensa que lo tiene superado, prueba una piteada y dice: Bueno, un cigarro el fin de semana ; luego: Un cigarro después del trabajo , y terminan fumando lo mismo que antes.
Los cambios fueron evidentes a nivel físico y mental luego de despedirse del pucho. "Sentí orgullo y felicidad. La tos seca, típica de fumador, también desapareció. Se me iluminó la piel y el pelo por la hidratación. Antes los tenía opacos. Y mi rendimiento físico mejoró. Siempre he hecho deporte, pero antes quedaba raja con una rutina. Ahora puedo subir los 16 pisos de mi edificio unas cinco veces. Estoy hecha una máquina, jajajá", asegura.
-¿Algún mensaje para los que quieran seguir sus pasos?
-Cuesta mucho, pero cada organismo es diferente. Invito a quien quiera dejarlo que me escriba en Instagram (@magdalenagrant) para ver como ayudar. Lo más gratificante es que tu vida ya no está condicionada por el cigarro. Si voy a un restorán, no tengo que esperar que se desocupe una mesa afuera o salir a fumar y matarme de frío en invierno. Es una instancia para empoderarse y tomar las riendas de tu cuerpo.
"Ese fue mi último pucho. No he vuelto a fumar en seis meses. Ese día me bajó la cuestión y dije: Esto no me la va ganar . Yo vivo en un piso 16 y tiré todo mi kit, papelillos, filtros y tabaco, por el balcón. Al día siguiente lo fui a recoger porque no quería contaminar y se lo regalé al conserje, jajajá", cuenta.
-¿Cuánto fumaba antes?
-En promedio eran como 15 cigarros al día y podían ser más si salía a tomar algo. Fueron 15 años fumando. Empecé más o menos cuando salí del colegio. Veía que gente más grande que yo se relajaba haciéndolo y en ese tiempo no había la conciencia de hoy.
-¿Qué la motivó a dejarlo?
-Me pasaron algunas cosas personales que prefiero no profundizar, pero marcaron un punto de inflexión. Sentía que me cuidaba y trabajaba todo a nivel emocional y físico, pero al mismo tiempo iba en contra de eso al fumar. Me dañaba el organismo, es una muerte lenta. Además, las bronquitis se volvieron crónicas. No me enfermaba por fumar, pero el doctor me dijo que los que no lo hacían tenían el sistema inmunológico mejor preparado.
Su método para controlar el cigarro excluyó los cigarros electrónicos, parches y chicles.
"Seguí el consejo de mi hermana. Me dijo que viera esto día a día. Si uno dice nunca más voy a fumar se produce ansiedad. El primer mes empecé a tachar los días en un calendario y también pegué carteles en mi casa recordando el compromiso que había hecho conmigo misma. Lo más importante fue disociar el cigarro de mis actividades cotidianas. Antes despertaba con el pucho en la boca", cuenta.
-¿A qué se refiere con disociar el cigarro de sus actividades?
-Evité lo que me evocaba fumar. El primer mes, evité los carretes, por ejemplo. Y traté de manejar mejor el estrés. Miré videos donde decían que las ganas angustiantes de fumar duran tres minutos. Si superas ese umbral, baja la necesidad. Empecé a practicar ejercicios de respiración para esos momentos. Y tomé agua hasta por los codos: por un lado, me desintoxicaba y, por otro, no me evadía con otra cosa, como, por ejemplo, comerme el refrigerador entero. Con las semanas también hice doble turno de deporte cada vez que sentía ganas de fumar.
-¿Sintió angustia?
-Muchas veces. Me costó muchísimo hacer esto. Pero me recompensaba. Después de las primeras semanas, agarré la plata que me habría gastado en cigarros y me compré unos zapatos. Hice lo mismo cuando cumplí un mes. Así tenía incentivo para esos logros.
-¿Nunca hizo trampa?
-No. Sé lo viciosa que soy y si me pego una piteada, se me activa la nicotina a nivel mental. Mucha gente piensa que lo tiene superado, prueba una piteada y dice: Bueno, un cigarro el fin de semana ; luego: Un cigarro después del trabajo , y terminan fumando lo mismo que antes.
Los cambios fueron evidentes a nivel físico y mental luego de despedirse del pucho. "Sentí orgullo y felicidad. La tos seca, típica de fumador, también desapareció. Se me iluminó la piel y el pelo por la hidratación. Antes los tenía opacos. Y mi rendimiento físico mejoró. Siempre he hecho deporte, pero antes quedaba raja con una rutina. Ahora puedo subir los 16 pisos de mi edificio unas cinco veces. Estoy hecha una máquina, jajajá", asegura.
-¿Algún mensaje para los que quieran seguir sus pasos?
-Cuesta mucho, pero cada organismo es diferente. Invito a quien quiera dejarlo que me escriba en Instagram (@magdalenagrant) para ver como ayudar. Lo más gratificante es que tu vida ya no está condicionada por el cigarro. Si voy a un restorán, no tengo que esperar que se desocupe una mesa afuera o salir a fumar y matarme de frío en invierno. Es una instancia para empoderarse y tomar las riendas de tu cuerpo.