Todavía le quedan dolores, aunque cada vez menos. El espíritu también ha
mejorado, cuenta la surfista Trinidad Segura. Hace una semana dio a luz a su hija
Emma, en medio de la cuarentena del coronavirus y por cesárea, justamente lo que
siempre quiso evitar.
Emma pesó 3,7 kilos y midió 51 centímetros. "Nació súper sanita y eso me tiene feliz", dice Segura, quien sigue en Santiago al menos hasta el lunes, día en que ambas tienen control médico.
Su embarazo fue ideal, dice. Hasta antes del parto siguió haciendo yoga con Macarena Miranda, su instructora de iyengar, y Javiera Pino, con quien hacía yoga prenatal. También se apoyó en su comunidad de amigas madres de Pichilemu (Trini vive en Cahuil, a 15 minutos de la ciudad balneario de la región de O'Higgins). Hasta algunas semanas, antes del parto, se metía al mar con una tabla de longboard.
El 10 de marzo, cuando ya estaba en la semana 38, se mudó a Santiago, porque en Pichilemu no hay condiciones para los partos. Con Guillermo, su pareja, arrendaron un departamento en Las Condes, para estar más cerca de la Clínica Los Andes, ubicada en San Carlos de Apoquindo, donde estaba programado el nacimiento.
Ahí empezaron los problemas.
"Te recomiendan caminar y hacer ejercicios para estimular el parto, pero empezaron a cerrar las tiendas, los niños dejaron de ir a clases, y estábamos súper sicoseados, no salíamos, veíamos a alguien y no queríamos que se acercara. Estábamos acostumbrados a vivir en la parcela, en un espacio grande, con bosque, mirando el mar, y tuve que hacer ejercicios en la casa, mirando el departamento del frente. Súper latero", recuerda.
Más encima, temía que el médico y la matrona que la acompañaron en todo el proceso, Masami Yamamoto y Erika Lillo, entraran en cuarentena, porque el protocolo de la clínica etablece rondas para evitar contagios simultáneos (de hecho, en el control del lunes la verá otro médico por esta misma razón).
El 26 de marzo, dos días antes de que cumpliera cuarenta semanas, llegó Emma.
"Las contracciones empezaron a las tres de la mañana y esperé hasta las siete en mi casa. Cuatro horas con contracciones fuertes, porque siempre te recomiendan un trabajo de parto en tu casa. Pero como todos los umbrales del dolor son diferentes, me ponía nerviosa porque no sabía si ya estaba lista. A esa hora le dije a la matrona que no aguantaba el dolor y me fui a la clínica. Allí me conectaron a un monitoreo de contracciones que también veía el corazón de la guagüita. Y estuve sin anestesia hasta las doce. Ya llevaba más de ocho horas aguantando el dolor y después se puso insoportable, descontrolado. Me llevaron a la sala de preparto, donde me ponían en diferentes posiciones, me pusieron anestesia y aguanté un poco mejor. Pero no estaba pasando mucho conmigo. Esperé hasta las ocho, me administraron tres veces anestesia y se me rompió la bolsa, pero mi guagua no bajaba y así era imposible que pudiera nacer. Al final me dijeron: 'Trini, llevamos 17 horas, no queremos que la guagua sufra, tu estás agotada y vamos a tener que hacer una cesárea, es lo mejor, no te sientas mal'. Y yo lloraba, no lo podía creer y me tuve que entregar nomás. Estaba destruida, no tenía nada de fuerza y todo fue rápido. Me pasaron a un pabellón y yo lloraba, estaba como en shock, asustadísima. Los integrantes del cuerpo médico iban diciendo sus nombres y mi estado y yo escuchaba todo eso, con las piernas dormidas, nerviosa. Había tenido un súper buen embarazo y quería un parto lo más natural posible. Seguí todas las recomendaciones y al final fue terrible, como 17 horas de tortura y preparto que no sirvieron de nada, porque al final nunca bajó mi guagua y me tuvieron que hacer una cesárea", recuerda.
-¿Por qué no quería la cesárea?
-Porque son traumatizantes para las guagüitas, no hacen su trabajo natural de salir vertical y como que la extraen de la guata de la nada, de la oscuridad a una luz súper fuerte, no favorece la lactancia. La recuperación de una es súper lenta, son seis capas que te abren y todavía tengo algo de dolor. Además, no surfeo hace como cuatro meses y ahora tengo que esperar un mes más. Pero Emma nació súper sanita. Cuando me dijeron 'en cuatro minutos vas a conocer a tu bebé', me tranquilicé. Ahora se me está yendo la frustración, me siento mucho mejor y me estoy recuperando de a poco.
Emma pesó 3,7 kilos y midió 51 centímetros. "Nació súper sanita y eso me tiene feliz", dice Segura, quien sigue en Santiago al menos hasta el lunes, día en que ambas tienen control médico.
Su embarazo fue ideal, dice. Hasta antes del parto siguió haciendo yoga con Macarena Miranda, su instructora de iyengar, y Javiera Pino, con quien hacía yoga prenatal. También se apoyó en su comunidad de amigas madres de Pichilemu (Trini vive en Cahuil, a 15 minutos de la ciudad balneario de la región de O'Higgins). Hasta algunas semanas, antes del parto, se metía al mar con una tabla de longboard.
El 10 de marzo, cuando ya estaba en la semana 38, se mudó a Santiago, porque en Pichilemu no hay condiciones para los partos. Con Guillermo, su pareja, arrendaron un departamento en Las Condes, para estar más cerca de la Clínica Los Andes, ubicada en San Carlos de Apoquindo, donde estaba programado el nacimiento.
Ahí empezaron los problemas.
"Te recomiendan caminar y hacer ejercicios para estimular el parto, pero empezaron a cerrar las tiendas, los niños dejaron de ir a clases, y estábamos súper sicoseados, no salíamos, veíamos a alguien y no queríamos que se acercara. Estábamos acostumbrados a vivir en la parcela, en un espacio grande, con bosque, mirando el mar, y tuve que hacer ejercicios en la casa, mirando el departamento del frente. Súper latero", recuerda.
Más encima, temía que el médico y la matrona que la acompañaron en todo el proceso, Masami Yamamoto y Erika Lillo, entraran en cuarentena, porque el protocolo de la clínica etablece rondas para evitar contagios simultáneos (de hecho, en el control del lunes la verá otro médico por esta misma razón).
El 26 de marzo, dos días antes de que cumpliera cuarenta semanas, llegó Emma.
"Las contracciones empezaron a las tres de la mañana y esperé hasta las siete en mi casa. Cuatro horas con contracciones fuertes, porque siempre te recomiendan un trabajo de parto en tu casa. Pero como todos los umbrales del dolor son diferentes, me ponía nerviosa porque no sabía si ya estaba lista. A esa hora le dije a la matrona que no aguantaba el dolor y me fui a la clínica. Allí me conectaron a un monitoreo de contracciones que también veía el corazón de la guagüita. Y estuve sin anestesia hasta las doce. Ya llevaba más de ocho horas aguantando el dolor y después se puso insoportable, descontrolado. Me llevaron a la sala de preparto, donde me ponían en diferentes posiciones, me pusieron anestesia y aguanté un poco mejor. Pero no estaba pasando mucho conmigo. Esperé hasta las ocho, me administraron tres veces anestesia y se me rompió la bolsa, pero mi guagua no bajaba y así era imposible que pudiera nacer. Al final me dijeron: 'Trini, llevamos 17 horas, no queremos que la guagua sufra, tu estás agotada y vamos a tener que hacer una cesárea, es lo mejor, no te sientas mal'. Y yo lloraba, no lo podía creer y me tuve que entregar nomás. Estaba destruida, no tenía nada de fuerza y todo fue rápido. Me pasaron a un pabellón y yo lloraba, estaba como en shock, asustadísima. Los integrantes del cuerpo médico iban diciendo sus nombres y mi estado y yo escuchaba todo eso, con las piernas dormidas, nerviosa. Había tenido un súper buen embarazo y quería un parto lo más natural posible. Seguí todas las recomendaciones y al final fue terrible, como 17 horas de tortura y preparto que no sirvieron de nada, porque al final nunca bajó mi guagua y me tuvieron que hacer una cesárea", recuerda.
-¿Por qué no quería la cesárea?
-Porque son traumatizantes para las guagüitas, no hacen su trabajo natural de salir vertical y como que la extraen de la guata de la nada, de la oscuridad a una luz súper fuerte, no favorece la lactancia. La recuperación de una es súper lenta, son seis capas que te abren y todavía tengo algo de dolor. Además, no surfeo hace como cuatro meses y ahora tengo que esperar un mes más. Pero Emma nació súper sanita. Cuando me dijeron 'en cuatro minutos vas a conocer a tu bebé', me tranquilicé. Ahora se me está yendo la frustración, me siento mucho mejor y me estoy recuperando de a poco.