Aunque no existen mediciones sobre las posibles consecuencias de saludar con el codo, Luppi piensa que cualquier costumbre que contradiga las medidas sanitarias (tocarse y romper el distanciamiento social) puede ser riesgosa. "Por mucho tiempo se le ha pedido a la población que al estornudar se tapen la boca con el pliegue del codo, entonces no es seguro andar tocando a las personas con esa parte y sus cercanas. Sobre todo porque el codo es una zona del cuerpo que apoyamos en todos lados y porque no está claro cuánto dura el virus en los distintos materiales de la ropa".
Eso sí, Luppi llama a no confundirse. "Acá las medidas realmente importantes y básicas para disminuir los contagios son lavarse las manos, el distanciamiento social y el confinamiento domiciliario. El resto, a lo más son contribuyentes, no determinantes". Por eso cree que "en una situación como la actual, ninguna medida de prevención sobra, aunque su aporte sea marginal".
Menos drástico es el doctor Jorge Jorquera, broncopulmonar de Clínica Las Condes. "No veo un problema en el saludo en sí, sino más bien en el entorno en el que se da". Según explica el doctor "si una persona con mascarilla y manos desinfectadas llega a un lugar sanitizado, no debería haber problemas que se salude con el codo. Después de todo, tenemos que reconocer nuestro carácter más latino y los efectos en la salud mental de ciertas personas que requieren de cierto grado de contacto físico".
Y en la práctica, ¿es muy complicado para las personas abrirse a nuevas formas de saludo? El antropólogo Dimas Santibáñez, académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, explica que "saludarse tiene que ver con establecer un primer espacio de confianza con el otro y también de reconocerlo. Establecer que ese otro es alguien con el que yo cuento y viceversa. En ese momento se establece un tipo de contacto humano social que te dispone para la interacción. No saludarse supone de alguna manera un tipo de invisibilización del otro". "Las formas de saludo son variadas a lo largo de la historia del hombre y a lo ancho de la diversidad de grupos culturales. Tiene que ver con prácticas históricas que tenemos muy incorporadas los seres humanos, por lo tanto, cambiar las prácticas presupone un esfuerzo no solo conductual, sino que cognitivo, en el sentido de volver a regular el propio cuerpo en relación con el otro. En las actuales condiciones vamos a tener que ser capaces de valorar otras formas de establecer esa confianza", describe Santibáñez.