Álvaro Morales (51 años) cumplió un mes vendiendo pizzas por delivery en el local
Papas Ricas de Ñuñoa. Las hace él mismo luego de que su amigo Jaime Aravena,
propietario del negocio de papas fritas, le ofreció que usara sus instalaciones para
reflotar su emprendimiento Don Giovanni Eventos, que debió cerrar en marzo por la
cuarentena.
"Estoy contento porque estoy trabajando. Al principio el comportamiento de la gente fue un poco errático, producto de los negocios que han tenido que cerrar y por efecto de la pandemia misma. Para el día del padre estuvo bueno, pero no tanto como imaginaba, y el fin de semana anterior estuvo mejor. Pero me entusiasma la idea de estar haciendo algo. Me siento orgulloso cuando alguien entra preguntando por las pizzas. Yo le saco provecho al hecho de que soy actor. La gente me conoce por las teleseries y es muy cariñosa", cuenta Morales, que en diciembre de 2018 armó Don Giovanni Eventos con el pizzaiolo italiano Andrea Ramallo.
"Me interesaba mucho abrir un negocio culinario y se me ocurrió hacer eventos particulares para matrimonios, cumpleaños y fiestas. Importamos un horno desde Italia y llegábamos con él para hacer la pizza original italiana. Eso fue creciendo, al punto de que tuvimos que formar dos equipos de trabajo. Luego empezamos a hacer talleres para personas interesadas en aprender a hacer pizzas. Partimos en el Espacio Gárgola, del barrio Yungay, y después seguimos en mi casa y le agregamos performances teatrales y de tarot. Era bien entretenido la onda que se armaba", relata el actor (@byalvaromorales en Instagram), que vio un descenso brusco de sus actividades en octubre del año pasado, luego del estallido social. "En enero y febrero nos fue muy bien hasta que llegó marzo con el coronavirus y tuvimos que cerrar todo. Pasé dos meses parado sin saber qué hacer", explica.
-¿Está solo haciendo las pizzas?
-Está mi amigo haciendo sus papas fritas y yo con mis pizzas artesanales. Me llevé el horno italiano al local. No podría delegar y contratar a más personas. Por lo mismo reduje un poco la oferta: están la clásica Margarita, con jamón y salame, vegetariana, la de rúcula con parmesano, y a veces incluyo algunas creaciones mías como la que lleva tomate seco y alcachofa. Espero repuntar para poder sumar más gente. Yo no soy chef, soy un cocinero entusiasta, he tomado muchos cursos y me encanta lo que hago.
-¿Económicamente está bien?
-Cuando me retiré de la tele hace un año y medio asumí el riesgo de vivir sin ese colchón de comodidad que te da el hecho de estar contratado en un lugar donde te pagan muchísimo dinero. Lo hice porque veía que la industria televisiva venía en declive y porque a los 50 años, en la primera mitad del segundo tiempo de mi vida, quise dar vuelta mi existencia. Mis planes son irme a vivir fuera de Santiago en algún momento con un oficio que me apasiona mucho, como es la cocina. Tiré los dados para probar cómo me iba. Mi hija Julieta está grande y es cineasta. Yo puedo correr riesgos económicos. He reducido mis gatos. Vivo con más austeridad y me gusta.
-¿Por qué?
-Porque me gusta tener una vida sencilla, soy bien solitario para mis cosas. Además, sé que estoy en una situación privilegiada, porque estoy mejor que muchas otras personas que están endeudadas, que es otro nivel de pobreza. Por lo tanto, estoy agradecido, aunque incómodo por el nivel de deterioro en que estamos sumidos como país.
"Estoy contento porque estoy trabajando. Al principio el comportamiento de la gente fue un poco errático, producto de los negocios que han tenido que cerrar y por efecto de la pandemia misma. Para el día del padre estuvo bueno, pero no tanto como imaginaba, y el fin de semana anterior estuvo mejor. Pero me entusiasma la idea de estar haciendo algo. Me siento orgulloso cuando alguien entra preguntando por las pizzas. Yo le saco provecho al hecho de que soy actor. La gente me conoce por las teleseries y es muy cariñosa", cuenta Morales, que en diciembre de 2018 armó Don Giovanni Eventos con el pizzaiolo italiano Andrea Ramallo.
"Me interesaba mucho abrir un negocio culinario y se me ocurrió hacer eventos particulares para matrimonios, cumpleaños y fiestas. Importamos un horno desde Italia y llegábamos con él para hacer la pizza original italiana. Eso fue creciendo, al punto de que tuvimos que formar dos equipos de trabajo. Luego empezamos a hacer talleres para personas interesadas en aprender a hacer pizzas. Partimos en el Espacio Gárgola, del barrio Yungay, y después seguimos en mi casa y le agregamos performances teatrales y de tarot. Era bien entretenido la onda que se armaba", relata el actor (@byalvaromorales en Instagram), que vio un descenso brusco de sus actividades en octubre del año pasado, luego del estallido social. "En enero y febrero nos fue muy bien hasta que llegó marzo con el coronavirus y tuvimos que cerrar todo. Pasé dos meses parado sin saber qué hacer", explica.
-¿Está solo haciendo las pizzas?
-Está mi amigo haciendo sus papas fritas y yo con mis pizzas artesanales. Me llevé el horno italiano al local. No podría delegar y contratar a más personas. Por lo mismo reduje un poco la oferta: están la clásica Margarita, con jamón y salame, vegetariana, la de rúcula con parmesano, y a veces incluyo algunas creaciones mías como la que lleva tomate seco y alcachofa. Espero repuntar para poder sumar más gente. Yo no soy chef, soy un cocinero entusiasta, he tomado muchos cursos y me encanta lo que hago.
-¿Económicamente está bien?
-Cuando me retiré de la tele hace un año y medio asumí el riesgo de vivir sin ese colchón de comodidad que te da el hecho de estar contratado en un lugar donde te pagan muchísimo dinero. Lo hice porque veía que la industria televisiva venía en declive y porque a los 50 años, en la primera mitad del segundo tiempo de mi vida, quise dar vuelta mi existencia. Mis planes son irme a vivir fuera de Santiago en algún momento con un oficio que me apasiona mucho, como es la cocina. Tiré los dados para probar cómo me iba. Mi hija Julieta está grande y es cineasta. Yo puedo correr riesgos económicos. He reducido mis gatos. Vivo con más austeridad y me gusta.
-¿Por qué?
-Porque me gusta tener una vida sencilla, soy bien solitario para mis cosas. Además, sé que estoy en una situación privilegiada, porque estoy mejor que muchas otras personas que están endeudadas, que es otro nivel de pobreza. Por lo tanto, estoy agradecido, aunque incómodo por el nivel de deterioro en que estamos sumidos como país.