Gonzalo Fouillioux (28 años), periodista del CDF y Chilevisión, recordó el día en que
cumplió cinco años. Lo hizo a partir de una foto que subió el martes a su cuenta de
Instagram, para conmemorar el segundo aniversario de la muerte de su padre.
Era el 17 de septiembre de 1996 y Gonzalo no sabe por qué la torta, con forma de cancha, estaba adornada con jugadores y banderas de Colo Colo, porque se sabe que Alberto jugó y es ídolo de Universidad Católica. "Eso refleja que en mi casa todo giraba en torno al fútbol", comenta.
Tito Fouillioux, como era conocido el jugador del Mundial del 62, tenía 56 años y trabajaba en Canal 13 y radio Agricultura. El niño Gonzalo estaba ansioso por apagar las velas y su sensación actual es que, en ese momento, era inmensamente feliz. No sabía que, en cinco años, su padre comenzaría a enfermarse y a convivir con infartos y diálisis.
Por esos años, Gonzalo faltaba harto a clases, porque acompañaba al papá, bien seguido, a la pega. "Imagínate lo que era verlo dos horas hablar de fútbol con Sergio Livingstone y Julio Martínez", subraya.
Gonzalo es el quinto de los cinco hijos que tuvo el ex futbolista, en sus dos matrimonios: Alberto (52), Marcia (50) y Alejandro (48), del primero, y luego Paz (32) y Gonzalo (28), de su segundo matrimonio, con Ángela Sánchez. De ahí que la diferencia de edad entre padre e hijo provocara situaciones curiosas. "Me preguntaban si mi apellido era Fouillioux. Y, luego, si mi papá era mi abuelo. Eso pasaba siempre. Yo era del segundo matrimonio y era bien chico, pero él se reía mucho cuando le preguntaban si yo era su nieto", recuerda.
También, por esos años, el deterioro físico comenzó a hacer mella en la vida de Fouillioux. "A mi papá lo operaron para ponerle un fierro en la cadera. Entonces era complicado cuando íbamos al estadio, que era todos los fines de semana. Ahora digo bendito ascensor, porque nos llevaba hasta la caseta en la parte más alta del Nacional. Sufría mucho al subir las escaleras. Ese tipo de cosas eran habituales, porque su condición física estaba más deteriorada, aunque siempre trató de acompañarme a la mayor cantidad de cosas", asegura.
"Mi papá tuvo 11 nietos. Y yo soy apenas cuatro años más grande que la nieta mayor. Pero la diferencia de edad no fue inconveniente para tener una relación de papá a hijo. Yo iba a todos lados con él. Le ponía empeño hasta donde podía médicamente, aunque le costaba, como ir al estadio", dice.
-Entonces tuvo una niñez bien especial con su padre.
-Viví otra etapa con mi papá, más ligada al comentario que a su pasado como jugador y entrenador. Eso lo supe por videos y por los partidos que transmitió el CDF, como el de Chile-ltalia, en el Mundial del 62. En todo caso, me di cuenta de su gran magnitud por el cariño que la gente le mostraba en la calle. Mi relación con él no era la del papá que le compra y le pone la camiseta al hijo. Tampoco de salir a pasear en bicicleta. Esas cosas las vivió con sus hijos más grandes. Nuestra relación era de otro tipo, conectada por el fútbol.
Era el 17 de septiembre de 1996 y Gonzalo no sabe por qué la torta, con forma de cancha, estaba adornada con jugadores y banderas de Colo Colo, porque se sabe que Alberto jugó y es ídolo de Universidad Católica. "Eso refleja que en mi casa todo giraba en torno al fútbol", comenta.
Tito Fouillioux, como era conocido el jugador del Mundial del 62, tenía 56 años y trabajaba en Canal 13 y radio Agricultura. El niño Gonzalo estaba ansioso por apagar las velas y su sensación actual es que, en ese momento, era inmensamente feliz. No sabía que, en cinco años, su padre comenzaría a enfermarse y a convivir con infartos y diálisis.
Por esos años, Gonzalo faltaba harto a clases, porque acompañaba al papá, bien seguido, a la pega. "Imagínate lo que era verlo dos horas hablar de fútbol con Sergio Livingstone y Julio Martínez", subraya.
Gonzalo es el quinto de los cinco hijos que tuvo el ex futbolista, en sus dos matrimonios: Alberto (52), Marcia (50) y Alejandro (48), del primero, y luego Paz (32) y Gonzalo (28), de su segundo matrimonio, con Ángela Sánchez. De ahí que la diferencia de edad entre padre e hijo provocara situaciones curiosas. "Me preguntaban si mi apellido era Fouillioux. Y, luego, si mi papá era mi abuelo. Eso pasaba siempre. Yo era del segundo matrimonio y era bien chico, pero él se reía mucho cuando le preguntaban si yo era su nieto", recuerda.
También, por esos años, el deterioro físico comenzó a hacer mella en la vida de Fouillioux. "A mi papá lo operaron para ponerle un fierro en la cadera. Entonces era complicado cuando íbamos al estadio, que era todos los fines de semana. Ahora digo bendito ascensor, porque nos llevaba hasta la caseta en la parte más alta del Nacional. Sufría mucho al subir las escaleras. Ese tipo de cosas eran habituales, porque su condición física estaba más deteriorada, aunque siempre trató de acompañarme a la mayor cantidad de cosas", asegura.
"Mi papá tuvo 11 nietos. Y yo soy apenas cuatro años más grande que la nieta mayor. Pero la diferencia de edad no fue inconveniente para tener una relación de papá a hijo. Yo iba a todos lados con él. Le ponía empeño hasta donde podía médicamente, aunque le costaba, como ir al estadio", dice.
-Entonces tuvo una niñez bien especial con su padre.
-Viví otra etapa con mi papá, más ligada al comentario que a su pasado como jugador y entrenador. Eso lo supe por videos y por los partidos que transmitió el CDF, como el de Chile-ltalia, en el Mundial del 62. En todo caso, me di cuenta de su gran magnitud por el cariño que la gente le mostraba en la calle. Mi relación con él no era la del papá que le compra y le pone la camiseta al hijo. Tampoco de salir a pasear en bicicleta. Esas cosas las vivió con sus hijos más grandes. Nuestra relación era de otro tipo, conectada por el fútbol.