Más de un minuto duró el abrazo que le dio Rossana Muñoz a sus papás el domingo
pasado. La ingeniera en construcción sorprendió a Godofredo Muñoz, de 81 años, y a
Liliana Rivera, de 72, quienes llevan confinados más de tres meses en su casa,
ubicada en el sector de San Luis, comuna de Pucón, con una cabina anticoronavirus
para poder abrazarlos y pasar tiempo juntos.
"Mi mamá es diabética y mi papá asmático crónico. Además, a él lo operaron en marzo para ponerle un marcapasos. Cuando partió la pandemia, conversamos con mis siete hermanos y entre todos decidimos que ellos tenían que estar aislados, en cuarentena y sin visitas, porque son nuestra mayor preocupación. Pero nunca nos imaginamos que esto iba a durar tanto, y que iba a afectar el lado emocional", cuenta la mujer de 36 años.
La pareja, abuelos de 20 nietos, pasó de estar acompañada todos los fines de semana a quedarse completamente sola. "Mis papás están acostumbrados a que su casa esté siempre llena. Durante estos meses nos preocupamos de llamarlos para que no sintieran el efecto del nido vacío, pero cada vez que hablaba con mi mamá por teléfono, la notaba decaída, triste. Mi papá siempre muy callado. Uno se preocupa de las personas que no hablan de sus emociones.", dice Muñoz.
Cuando terminó la cuarentena obligatoria en Temuco, Rossana y su marido Alejandro decidieron ir a ver a la pareja, pero solo desde la calle, un par de minutos. "Fue peor. Mi mamá se puso a llorar porque le dio pena que no pudiéramos entrar. Yo también me fui llorando. Ahí le dije a mi marido cómo podíamos inventar algo para ir a verlos, pero para estar un buen rato con ellos. De repente se me prendió una lucecita y le dije que podríamos construir una casita afuera forrada con nylon y con una división al medio".
Entusiasmados con la idea, Rossana y Alejandro buscaron materiales y comenzaron la construcción. "Usamos un toldo de 3x3 que teníamos guardado del verano. Forramos las paredes por dentro de la estructura metálica. Al medio le pusimos una lámina gruesa de PVC transparente que va pegado por arriba y a los costados hasta el piso. Con cortinas transparentes de ducha, muy parecido al PVC, pero menos rígido, hicimos cuatro brazos. Recortamos cuatro círculos a la lámina con el diámetro de la tapa de una olla y pegamos los brazos. Los sellamos bien y luego los inflamos para probar que no hubiera ninguna filtración de aire", explica Rossana.
Pero eso no fue suficiente. "Nuestra idea no era solo darles un abrazo. Queríamos que se sintieran felices, evitar una depresión. Que pudieran compartir con sus seres queridos un almuerzo, una once, un mate, porque somos de tomar harto mate. Es un ritual que tenemos como familia".
-¿Cómo lo hicieron?
-Allá lo instalamos en la entrada de un quincho techado que tienen mis papás, para evitar el frío. No pasamos por la casa. Por el lado que quedaba hacia el interior había una mesa. Nosotros colocamos otra mesa al otro lado de la lámina. Quedaron juntas, pero separadas por el PVC transparente. Ninguna de las dos mesas roza con la otra. Ese día almorzamos con ellos. Fue emocionante.
-¿Cómo fue la logística para no compartir nada?
-Nosotros llevamos nuestro almuerzo, cubiertos, todo, y ellos usaron las cosas de su casa. No compartimos nada. Estuvimos mucho rato. Mi papá se conversó la vida con mi marido. Se desahogó. Antes de irnos desinfectamos todo nuestro lado e hicimos un instructivo de uso.
-¿Qué dice?
-Que hay que usar mascarilla y guantes. Antes de usar el lado nuestro hay que desinfectarlo con un dispensador con cloro, luego se debe esperar unos minutos afuera antes de entrar. Al terminar, también se debe desinfectan Está prohibido tocar o desinfectar el lado de ellos.
"Creo que es un súper bonito esfuerzo", comenta el infectólogo Ignacio Silva, luego de ver la cabina de Rossana.
"Me parece que está bastante bien hecha y efectivamente el riesgo de contagio es bajo. Como barrera física está bien implementada. De todas maneras, creo que el mensaje es que la situación actual del país hace que evitemos todo tipo de contacto. Si bien, todas estas medidas disminuyen el riesgo muchísimo, nunca es cero", agrega el académico de la Universidad de Santiago.
"Mi mamá es diabética y mi papá asmático crónico. Además, a él lo operaron en marzo para ponerle un marcapasos. Cuando partió la pandemia, conversamos con mis siete hermanos y entre todos decidimos que ellos tenían que estar aislados, en cuarentena y sin visitas, porque son nuestra mayor preocupación. Pero nunca nos imaginamos que esto iba a durar tanto, y que iba a afectar el lado emocional", cuenta la mujer de 36 años.
La pareja, abuelos de 20 nietos, pasó de estar acompañada todos los fines de semana a quedarse completamente sola. "Mis papás están acostumbrados a que su casa esté siempre llena. Durante estos meses nos preocupamos de llamarlos para que no sintieran el efecto del nido vacío, pero cada vez que hablaba con mi mamá por teléfono, la notaba decaída, triste. Mi papá siempre muy callado. Uno se preocupa de las personas que no hablan de sus emociones.", dice Muñoz.
Cuando terminó la cuarentena obligatoria en Temuco, Rossana y su marido Alejandro decidieron ir a ver a la pareja, pero solo desde la calle, un par de minutos. "Fue peor. Mi mamá se puso a llorar porque le dio pena que no pudiéramos entrar. Yo también me fui llorando. Ahí le dije a mi marido cómo podíamos inventar algo para ir a verlos, pero para estar un buen rato con ellos. De repente se me prendió una lucecita y le dije que podríamos construir una casita afuera forrada con nylon y con una división al medio".
Entusiasmados con la idea, Rossana y Alejandro buscaron materiales y comenzaron la construcción. "Usamos un toldo de 3x3 que teníamos guardado del verano. Forramos las paredes por dentro de la estructura metálica. Al medio le pusimos una lámina gruesa de PVC transparente que va pegado por arriba y a los costados hasta el piso. Con cortinas transparentes de ducha, muy parecido al PVC, pero menos rígido, hicimos cuatro brazos. Recortamos cuatro círculos a la lámina con el diámetro de la tapa de una olla y pegamos los brazos. Los sellamos bien y luego los inflamos para probar que no hubiera ninguna filtración de aire", explica Rossana.
Pero eso no fue suficiente. "Nuestra idea no era solo darles un abrazo. Queríamos que se sintieran felices, evitar una depresión. Que pudieran compartir con sus seres queridos un almuerzo, una once, un mate, porque somos de tomar harto mate. Es un ritual que tenemos como familia".
-¿Cómo lo hicieron?
-Allá lo instalamos en la entrada de un quincho techado que tienen mis papás, para evitar el frío. No pasamos por la casa. Por el lado que quedaba hacia el interior había una mesa. Nosotros colocamos otra mesa al otro lado de la lámina. Quedaron juntas, pero separadas por el PVC transparente. Ninguna de las dos mesas roza con la otra. Ese día almorzamos con ellos. Fue emocionante.
-¿Cómo fue la logística para no compartir nada?
-Nosotros llevamos nuestro almuerzo, cubiertos, todo, y ellos usaron las cosas de su casa. No compartimos nada. Estuvimos mucho rato. Mi papá se conversó la vida con mi marido. Se desahogó. Antes de irnos desinfectamos todo nuestro lado e hicimos un instructivo de uso.
-¿Qué dice?
-Que hay que usar mascarilla y guantes. Antes de usar el lado nuestro hay que desinfectarlo con un dispensador con cloro, luego se debe esperar unos minutos afuera antes de entrar. Al terminar, también se debe desinfectan Está prohibido tocar o desinfectar el lado de ellos.
"Creo que es un súper bonito esfuerzo", comenta el infectólogo Ignacio Silva, luego de ver la cabina de Rossana.
"Me parece que está bastante bien hecha y efectivamente el riesgo de contagio es bajo. Como barrera física está bien implementada. De todas maneras, creo que el mensaje es que la situación actual del país hace que evitemos todo tipo de contacto. Si bien, todas estas medidas disminuyen el riesgo muchísimo, nunca es cero", agrega el académico de la Universidad de Santiago.