Hacer la cimarra, la choca, la chancha. Así se le decía a tomar la atrevida decisión
de decirle que no a la jornada escolar: en vez de ir a clases, se escapaba a un lugar
de regocijo, de jarana, de farra. Podía ser para visitar un salón de videojuegos, para ir
a una plaza o lisa y llanamente para quedarse en casa. El punto era burlar el horario
de clases. Ausentarse. No verles la cara a los profesores.
En la era del coronavirus, la cimarra ha evolucionado. Múltiples memes en Facebook o Instagram lo certifican. En el que acompaña estas líneas se sintetiza el espíritu: decirle que no a las clases consiste ahora en desactivar el micrófono y la cámara para hacer -mientras el profe habla- otras actividades. La cimarra virtual.
Meme arranqué. Bastián Chaparro es administrador de la cuenta de memes Ministeriocl, una parodia en Instagram del Ministerio de Educación, y cuenta que "últimamente ha estado de moda compartir memes de clases virtuales. Varios se toman el tema de que es muy fácil hacer la cimarra online. O sea, antes había que saltar una pared; ahora tecleas Alt+F4 (N. de la R.: combinación de teclas que se usa para cerrar una ventana en el computador) y estás fuera de la clase. Y pasa que mucha gente no está en la clase online: está con el micrófono muteado o durmiendo. Eso se ve en los memes. Y se han hecho varios virales: como poner una foto de uno simulando que está en la clase".
Tele-estrés. Bretta Palma es sicopedagoga de la Clínica Santa María. "Antiguamente -dice- la cimarra era no ir a clases y hacer otras cosas. Podríamos pensar que quizás era algo entretenido, que llamaba la atención. En la época de los noventa, los chiquillos se juntaban en una plaza o iban a los flippers, era una cosa más bien social entre los pares. Esa era la parte anecdótica. Pero también, y que no es menor, había niños que querían escapar al maltrato de sus pares o incluso de sus propios docentes".
¿Cómo es ahora? "En la actualidad se está presentando mucho ausentismo. Pero son niños que se sienten sobrepasados: están estresados, ya no quieren conectarse a las clases porque ha sido una situación muy compleja para abordar tanto para los profesores, que no estaban preparados, como para los padres. Porque el recurso tecnológico de la manera que hoy en día se está utilizando no es la modalidad habitual", dice Palma.
La incertidumbre, debido al contexto de coronavirus, ha provocado en niños, adolescentes y adultos cambios de todo tipo, señala la sicopedagoga, "Principalmente en el sueño y en la alimentación. Esto evidentemente repercute a la hora de querer conectarse a una clase. Y como los papás también se sienten desbordados, optan, incluso, por aprobar ese tipo de cimarra".
Todos en lo mismo. Patricio Abarca es doctor en Ciencias de la Educación. "Cuando el alumno estudia online, desde la casa, necesita la supervisión de los padres. Entonces, se trata de cómo la familia puede supervisar el proceso educativo. Pero con el teletrabajo, precisamente, las familias están sobrecargadas. Tienen sus reuniones virtuales y en paralelo están los niños con clases, y por ende no les pueden brindar la atención necesaria para garantizar las conexiones. Entonces no solamente radica en que los niños quieran o no quieran conectarse a las clases. Los papás y mamás se encuentran en una situación muy compleja", dice Abarca, director de la Escuela de Educación de la Universidad Mayor.
"Otro factor tiene que ver con el proceso de adaptación. La educación virtual parte de la base de la autonomía de la persona que está estudiando. Cuando una persona se inscribe a un programa virtual sabe que le tiene que dedicar tiempo y las condiciones a las cuales se somete. Antes de la pandemia, los estudiantes no estaban pensando en una situación de esta naturaleza; el desarrollo de la autonomía no era algo considerado como parte de sus programas. Hay una cultura de aprendizaje virtual que no se había desarrollado", agrega.
El desafío. Alejandra Arratia es sicóloga y doctora en Educación. "Más que condenar la cimarra virtual, es fundamental partir de la base de cómo incentivamos y motivamos a las y los estudiantes a ser partícipes de actividades de aprendizaje que sean significativas para ellos en este contexto. El desafío, por otro lado, es que al mismo tiempo debe ser con absoluta flexibilidad, pues el contexto que estamos viviendo es bastante complejo", dice Arratia, directora ejecutiva de Educación 2020.
La pregunta. Álvaro Rojas es magíster en Gestión Educacional y y jefe del Centro de Enseñanza y Aprendizaje de la UTEM. Él plantea la gran pregunta aún sin respuesta en todo esto. "Este contexto -dice- viene a cambiar la necesidad de que todas la clases sean presenciales. ¿Se necesita estar en clases para todas las actividades que se están haciendo?".
En la era del coronavirus, la cimarra ha evolucionado. Múltiples memes en Facebook o Instagram lo certifican. En el que acompaña estas líneas se sintetiza el espíritu: decirle que no a las clases consiste ahora en desactivar el micrófono y la cámara para hacer -mientras el profe habla- otras actividades. La cimarra virtual.
Meme arranqué. Bastián Chaparro es administrador de la cuenta de memes Ministeriocl, una parodia en Instagram del Ministerio de Educación, y cuenta que "últimamente ha estado de moda compartir memes de clases virtuales. Varios se toman el tema de que es muy fácil hacer la cimarra online. O sea, antes había que saltar una pared; ahora tecleas Alt+F4 (N. de la R.: combinación de teclas que se usa para cerrar una ventana en el computador) y estás fuera de la clase. Y pasa que mucha gente no está en la clase online: está con el micrófono muteado o durmiendo. Eso se ve en los memes. Y se han hecho varios virales: como poner una foto de uno simulando que está en la clase".
Tele-estrés. Bretta Palma es sicopedagoga de la Clínica Santa María. "Antiguamente -dice- la cimarra era no ir a clases y hacer otras cosas. Podríamos pensar que quizás era algo entretenido, que llamaba la atención. En la época de los noventa, los chiquillos se juntaban en una plaza o iban a los flippers, era una cosa más bien social entre los pares. Esa era la parte anecdótica. Pero también, y que no es menor, había niños que querían escapar al maltrato de sus pares o incluso de sus propios docentes".
¿Cómo es ahora? "En la actualidad se está presentando mucho ausentismo. Pero son niños que se sienten sobrepasados: están estresados, ya no quieren conectarse a las clases porque ha sido una situación muy compleja para abordar tanto para los profesores, que no estaban preparados, como para los padres. Porque el recurso tecnológico de la manera que hoy en día se está utilizando no es la modalidad habitual", dice Palma.
La incertidumbre, debido al contexto de coronavirus, ha provocado en niños, adolescentes y adultos cambios de todo tipo, señala la sicopedagoga, "Principalmente en el sueño y en la alimentación. Esto evidentemente repercute a la hora de querer conectarse a una clase. Y como los papás también se sienten desbordados, optan, incluso, por aprobar ese tipo de cimarra".
Todos en lo mismo. Patricio Abarca es doctor en Ciencias de la Educación. "Cuando el alumno estudia online, desde la casa, necesita la supervisión de los padres. Entonces, se trata de cómo la familia puede supervisar el proceso educativo. Pero con el teletrabajo, precisamente, las familias están sobrecargadas. Tienen sus reuniones virtuales y en paralelo están los niños con clases, y por ende no les pueden brindar la atención necesaria para garantizar las conexiones. Entonces no solamente radica en que los niños quieran o no quieran conectarse a las clases. Los papás y mamás se encuentran en una situación muy compleja", dice Abarca, director de la Escuela de Educación de la Universidad Mayor.
"Otro factor tiene que ver con el proceso de adaptación. La educación virtual parte de la base de la autonomía de la persona que está estudiando. Cuando una persona se inscribe a un programa virtual sabe que le tiene que dedicar tiempo y las condiciones a las cuales se somete. Antes de la pandemia, los estudiantes no estaban pensando en una situación de esta naturaleza; el desarrollo de la autonomía no era algo considerado como parte de sus programas. Hay una cultura de aprendizaje virtual que no se había desarrollado", agrega.
El desafío. Alejandra Arratia es sicóloga y doctora en Educación. "Más que condenar la cimarra virtual, es fundamental partir de la base de cómo incentivamos y motivamos a las y los estudiantes a ser partícipes de actividades de aprendizaje que sean significativas para ellos en este contexto. El desafío, por otro lado, es que al mismo tiempo debe ser con absoluta flexibilidad, pues el contexto que estamos viviendo es bastante complejo", dice Arratia, directora ejecutiva de Educación 2020.
La pregunta. Álvaro Rojas es magíster en Gestión Educacional y y jefe del Centro de Enseñanza y Aprendizaje de la UTEM. Él plantea la gran pregunta aún sin respuesta en todo esto. "Este contexto -dice- viene a cambiar la necesidad de que todas la clases sean presenciales. ¿Se necesita estar en clases para todas las actividades que se están haciendo?".