Aunque disfruta y participa con gusto en las reuniones por Zoom que organiza la
corporación de la U con sus cracks de todos los tiempos, Gino Cofré prefiere oír que
ser escuchado. "Carepato Díaz me dice que hable, pero yo siempre fui quitado de
bulla", reconoce desde su distribuidora de confites en Viña del Mar. A sus 54 años, el
goleador sigue cultivando un perfil bastante singular, admite que ni siquiera tiene
fotos de cuando jugaba y además aclara entre risas, varios años después del retiro,
que tampoco se llama Gino, como cantaban su nombre los relatores deportivos de
los años 80 y 90.
-¿Por qué todos le dicen Gino si usted se llama Eduardo Patricio Cofré Vega?
-Es muy simple. Mi papá quería que me llamara Gino, pero pesó la opinión de mi vieja. Entonces mi viejo aceptó, pero siempre me llamó Gino. Por eso que todos me conocen por ese nombre y a mí me gusta. En los registros me llamo Eduardo, pero soy Gino a secas. En ese sentido, mi mamá ganó. Echo menos muchos a mis viejos. Hace tiempo que nos los veo.
-¿Por la pandemia?
-No, por otras cosas, pero sé que están bien y espero poder visitarlos en su casa en Santiago. Se les echa mucho de menos. Pero bueno. Acá estoy con mis tres hijos: Gino Diego (31), Javier Ignacio (30) y Valentina (18). También trato de disfrutar en el poco tiempo libre que tengo con mi único nieto Lucas, que apenas tiene 2 años.
-¿Sigue casado?
-Tema sensible. Me he separado muchas veces, de hecho vengo saliendo de una relación, pero estamos bien. Metiéndole con todo ahí en la distribuidora, que tengo hace unos 15 años. No me puedo quejar. Pudimos sacar las carreras de mis dos primeros hijos (construcción civil e ingeniería) y ahora falta mi regalona Valentina, quien entró a estudiar arquitectura en la (Universidad de) Chile. Ese fue todo un tema porque arrendamos un departamento, pero con esto de la pandemia tuvimos que entregarlo. Así que ella está estudiando a distancia.
-¿Por qué se radicó en Viña del Mar?
-Porque desde que me vine en 1984 para jugar por Wanderers viví en Viña del Mar y desde entonces me quedé por acá, donde estoy muy feliz. Con la distribuidora las cosas caminan bien, aunque con la situación actual las cosas están algo complicadas. Antes de la confitería tuve un restaurante pero no me fue muy bien. También me estafaron, así que feliz estoy vendiendo dulces en la calle Quillota.
-A propósito de estafas, ¿qué pasó con el incidente que pasó con el tema de un celular y que provocó todo un revuelo en la Quinta Región?
-Qué bueno que me preguntaste. El tema fue el siguiente. Pasó un chico vendiendo un celular. Él me dijo que estaba complicado de plata y me vendió un celular sellado. Yo usaba una Blackberry y se lo compré. Pero no tenía idea que era robado. Estaba sellado. Entonces me citaron al Tribunal de Garantía de Viña del Mar. Yo me cambié de casa y por eso no tenía idea que debía presentarme. Y un día un amigo me dijo que me presentara al tribunal. Todo estaba tranquilo hasta que llegaron los de la PDI, armaron todo un show, llamaron a la prensa. Ahí me sacaron para que me viera todo el mundo. Después quedé en libertad y nunca supe por qué tanto show. Si hasta el juez se mostró extrañado. Después yo quedé libre y estaba furia con la PDI. Nadie de la prensa fue a verme cuando se resolvió el cuento. Pero bueno, ya sé que no tengo que andar metiéndome en cosas raras.
-¿Nunca más jugó fútbol?
-Pucha, no. Desde que me retiré nunca más jugué a la pelota. Las lesiones en mis rodillas siempre me complicaron y terminaron con mi retiro del fútbol en 1996. Me encantaría jugar, pero no puedo. Esas siempre fueron mis complicaciones y, de hecho, una vez le dije al doctor (René) Orozco que me operaron mal en la U. Don Arturo (Salah) me decía que quizás eran miedos normales tras operarme pero uno se conoce. El doctor (Alejandro) Orizola me operó mal. Con tanta mala suerte que después de eso me llevaron a jugar un partido a Santa Cruz y yo no quería jugar. Entré y me volví a lesionar. Por eso lamento las lesiones en mis rodillas, sino estaría jugando con los viejos cracks de la U y acá en Viña del Mar.
-¿Por qué todos le dicen Gino si usted se llama Eduardo Patricio Cofré Vega?
-Es muy simple. Mi papá quería que me llamara Gino, pero pesó la opinión de mi vieja. Entonces mi viejo aceptó, pero siempre me llamó Gino. Por eso que todos me conocen por ese nombre y a mí me gusta. En los registros me llamo Eduardo, pero soy Gino a secas. En ese sentido, mi mamá ganó. Echo menos muchos a mis viejos. Hace tiempo que nos los veo.
-¿Por la pandemia?
-No, por otras cosas, pero sé que están bien y espero poder visitarlos en su casa en Santiago. Se les echa mucho de menos. Pero bueno. Acá estoy con mis tres hijos: Gino Diego (31), Javier Ignacio (30) y Valentina (18). También trato de disfrutar en el poco tiempo libre que tengo con mi único nieto Lucas, que apenas tiene 2 años.
-¿Sigue casado?
-Tema sensible. Me he separado muchas veces, de hecho vengo saliendo de una relación, pero estamos bien. Metiéndole con todo ahí en la distribuidora, que tengo hace unos 15 años. No me puedo quejar. Pudimos sacar las carreras de mis dos primeros hijos (construcción civil e ingeniería) y ahora falta mi regalona Valentina, quien entró a estudiar arquitectura en la (Universidad de) Chile. Ese fue todo un tema porque arrendamos un departamento, pero con esto de la pandemia tuvimos que entregarlo. Así que ella está estudiando a distancia.
-¿Por qué se radicó en Viña del Mar?
-Porque desde que me vine en 1984 para jugar por Wanderers viví en Viña del Mar y desde entonces me quedé por acá, donde estoy muy feliz. Con la distribuidora las cosas caminan bien, aunque con la situación actual las cosas están algo complicadas. Antes de la confitería tuve un restaurante pero no me fue muy bien. También me estafaron, así que feliz estoy vendiendo dulces en la calle Quillota.
-A propósito de estafas, ¿qué pasó con el incidente que pasó con el tema de un celular y que provocó todo un revuelo en la Quinta Región?
-Qué bueno que me preguntaste. El tema fue el siguiente. Pasó un chico vendiendo un celular. Él me dijo que estaba complicado de plata y me vendió un celular sellado. Yo usaba una Blackberry y se lo compré. Pero no tenía idea que era robado. Estaba sellado. Entonces me citaron al Tribunal de Garantía de Viña del Mar. Yo me cambié de casa y por eso no tenía idea que debía presentarme. Y un día un amigo me dijo que me presentara al tribunal. Todo estaba tranquilo hasta que llegaron los de la PDI, armaron todo un show, llamaron a la prensa. Ahí me sacaron para que me viera todo el mundo. Después quedé en libertad y nunca supe por qué tanto show. Si hasta el juez se mostró extrañado. Después yo quedé libre y estaba furia con la PDI. Nadie de la prensa fue a verme cuando se resolvió el cuento. Pero bueno, ya sé que no tengo que andar metiéndome en cosas raras.
-¿Nunca más jugó fútbol?
-Pucha, no. Desde que me retiré nunca más jugué a la pelota. Las lesiones en mis rodillas siempre me complicaron y terminaron con mi retiro del fútbol en 1996. Me encantaría jugar, pero no puedo. Esas siempre fueron mis complicaciones y, de hecho, una vez le dije al doctor (René) Orozco que me operaron mal en la U. Don Arturo (Salah) me decía que quizás eran miedos normales tras operarme pero uno se conoce. El doctor (Alejandro) Orizola me operó mal. Con tanta mala suerte que después de eso me llevaron a jugar un partido a Santa Cruz y yo no quería jugar. Entré y me volví a lesionar. Por eso lamento las lesiones en mis rodillas, sino estaría jugando con los viejos cracks de la U y acá en Viña del Mar.