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Juvenal Olmos
Reconoce Juvenal Olmos que, durante la cuarentena obligada, "he bajado mis revoluciones. Me gusta estar activo, trabajando y haciendo deportes. Nunca fui de estar tanto tiempo en la casa, pero, ¿sabe?, le he encontrado una vuelta atractiva a la vida familiar, a hacer cosas en la casa, a estar todo el día con mi señora. Además, he pensado harto y me han sucedido situaciones imprevistas. Supe que sería abuelo por primera vez".

-Es una gran noticia. Cuente qué le pasó cuando supo.
-La verdad, en el momento mismo, nada...

-¿Nada de nada?
-Cuando mi hija Valentina vino a la casa con su marido, Andrés, para contarnos, hace como dos semanas, solo recepcioné la información. O sea, claro que me alegré por ellos, me sorprendí también porque no era algo esperado. Pero como que no procesé lo que significaba que estaba convirtiéndome en abuelo.

-¿Y aún no lo procesa?
-De a poco he ido haciéndolo. De hecho, el otro día estaba en el patio jugando con los perros y de repente empecé a pensar de la nada que si tengo un nieto le enseñaré a jugar fútbol y si es nieta, vóleibol.

-Valentina es su única hija.
-Algunas veces pensé que me habría gustado tener un hijo, pero nunca fue una frustración solo tener a la Valentina. Al contrario. Fue decisión de pareja solo tener una hija.

-¿Por qué?
-Cuando nació Valentina nos dimos cuenta con Verónica, mi señora, que queríamos ser muy activos en la formación de ella, muy presentes. Además, con mi señora pensamos que era importante mantenernos unidos no solo como padres, sino también como pareja. Y creo que acertamos: Valentina se crió bien, somos bien unidos como familia y llevo 33 años de casado.

-Entonces, descubrió el secreto del éxito de la pareja.
-Jajajá, tuve la fortuna de conocer a la persona indicada. La conocí en el Físico, ella era deportista y eso ya nos unió. Y después, ya comprometidos para casarnos, fui descubriendo otras cosas que indicaban que era la persona adecuada. Por ejemplo, cuando le dije que quería que no compartiéramos pieza, en vez de hacerme drama, altiro me dio que estaba de acuerdo. Siempre hemos tenido piezas separadas.

-Explique, por favor.
-Es que ambos somos muy quisquillosos con nuestras cosas. Ella tiene gustos femeninos, es ordenada y sobria. Yo soy más desordenado y me gustan decorados que pueden ser no tan bonitos para la gente común. Mi pieza está pintada de azul entera, tengo ahí tallados que he hecho yo mismo, sables...

-¿Sables?
-Cosas de mi época en que hacía Tai Chi y otras artes marciales. Por eso los encuentros con mi señora más bien se daban en su pieza. A la mía, entra poco, jajajá.

-¿Cuándo comparten? Usted anda todo el día viendo partidos.
-Somos muy de hacer cosas en familia. Deportes, asados, idas a la playa o vacaciones fuera de Chile. También compartimos nuestra visión del sentido de la vida, del desarrollo interior del ser humano.

-¿Tiene que ver con religión?
-No, más bien con una posición ontológica. Somos parte del Instituto Filosófico Hermético y asistimos semanalmente a charlas en Peñalolén. No es una religión. Yo soy cristiano, creo en un Ser Supremo, pero no en un dios de una religión.

-Usted pasó por momentos complicados tras la Selección. ¿Esta fue su vía para salir?
-Esto me ha servido mucho, sin duda, como otras cosas. Fue fuerte lo que pasé, una depresión heavy.

-¿No supo manejar la crítica?
-Aguanté lo que pude. Las pifias de 60 mil tipos en el estadio, lo del Perro Verde, a los que me escupían en los semáforos, a los que me gritaban en los peajes. Pero exploté cuando mi hija, que tenía 12 0 13 años, llegó un día llorando y diciendo que quería que la cambiáramos de colegio porque le gritaban que su papá era un Perro Verde. Ahí no resistí más y renuncié.

-¿Cómo logró salir de eso?
-Muchas cosas me ayudaron. En "El Baile" pude vencer temores, vergüenzas, críticas. Fue terrible cuando tuve que usar body o pantalones apretados. Mis amigos del fútbol me decían que no era varonil, por decirlo así. Pero eso lo asumí, lo enfrenté y pude salir adelante. Claudia Miranda, mi pareja de baile, me dijo que si no me dejaba llevar y seguía siendo estructurado, nos iban a eliminar; que debía poner todo mi esfuerzo y no pensar en lo que me decían afuera. De ahí para adelante fue todo distinto.

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