Cuando el hogar se convirtió en un refugio, echarse para atrás ante la posibilidad
caminar nuevamente en las calles es una situación más que normal. Carecer del
deseo de salir, cuenta el neurocientífico Enrique Lorca, pese a que no es una
patología como tal, algunos denominan ese temor como el síndrome de la cabaña:
un conjunto de situaciones que provocan que las personas tengan un cambio en su
comportamiento frente a un episodio en particular.
"Algunos estudios lo asocian a otras patologías como el estrés y la ansiedad. Es parte de los desordenes ansiosos relacionados a la modificación de ciertas rutinas que tenía el individuo y que después, cuando tiene que retomar sus hábitos anteriores, le ocasiona problemas respecto a eso mismo. Pensemos que en un comienzo las personas tuvieron problemas al modificar su zona de confort, que era hacer la vida en la calle, se acostumbraron a una nueva rutina en el hogar y ahora deben salir de esa nueva zona de confort para realizar algo en particular, por ejemplo, ir a a caminar un rato. Eso significa que hay que 'desconfortarse' y genera ansiedad, temor", explica el investigador del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Pero la ansiedad no es del todo mala. De hecho es un mecanismo para la supervivencia. Sin esa intranquilidad, que en cantidades mínimas es necesaria, probablemente el ser humano se la pasaría en situaciones de peligro. Karem Schleyer, jefa del Centro de Responsabilidad de Psiquiatría Ambulatoria Adulto del Hospital Barros Luco, describe que la ansiedad es funcional. "Es nuestra forma de reaccionar frente a la amenaza o al peligro. En este caso de pandemia, la ansiedad nos ayuda a protegernos del contagio. Las personas la sienten como una intranquilidad a nivel emocional, pero también puede expresarse a través de la sudoración, taquicardia, dificultades digestivas, problemas de concentración o para dormir. La ansiedad nos va a ser útil para seguir enfrentando la pandemia, nos hace usar elementos de protección personal", detalla la sicóloga.
El problema se genera, dice Schleyer, cuando existe la posibilidad de salir, pero las personas lo hacen por falta de deseo o miedo.
El neurocientífico Enrique Lorca relata que desde fines del 1.800 los sicólogos comenzaron a describir lo que ocurría con las personas que volvían de la guerra. Al hablar con ellos, dice, se daban cuenta de que no querían salir de sus hogares porque se sentían bajo amenaza, pese a estar en un país seguro. El miedo era irracional.
"Se han visto imágenes del cerebro que muestran alteraciones en el sistema límbico, que está relacionado con las emociones y las conductas más puras del ser humano, que no son tan lógicas ni pensadas. También hay problemas con los circuitos que van hacia las cortezas prefrontales del cerebro, que son capaces de inhibir conductas del pensamiento lógico. Debemos reordenar nuestros circuitos neuronales para volver al estado anterior, eso se puede hacer", concluye.
Karem Schleyer complementa. "Lo primero es reconocer ese miedo, compartirlo con otros. Lograr identificar si es un temor irracional o no. Si la autoridad sanitaria permitió una salida restringida, debo usar mis elementos de protección personal. Debo valorar el riesgo y determinar si es un riesgo menor. Asumir que no hay riesgo mayor si cumplo con el lavado de manos y evito ir a lugares hacinados. Por eso es importante planificar la salida, que sean breves y cercanas. Respirar profundo ayuda mucho", recomienda.
"Algunos estudios lo asocian a otras patologías como el estrés y la ansiedad. Es parte de los desordenes ansiosos relacionados a la modificación de ciertas rutinas que tenía el individuo y que después, cuando tiene que retomar sus hábitos anteriores, le ocasiona problemas respecto a eso mismo. Pensemos que en un comienzo las personas tuvieron problemas al modificar su zona de confort, que era hacer la vida en la calle, se acostumbraron a una nueva rutina en el hogar y ahora deben salir de esa nueva zona de confort para realizar algo en particular, por ejemplo, ir a a caminar un rato. Eso significa que hay que 'desconfortarse' y genera ansiedad, temor", explica el investigador del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Pero la ansiedad no es del todo mala. De hecho es un mecanismo para la supervivencia. Sin esa intranquilidad, que en cantidades mínimas es necesaria, probablemente el ser humano se la pasaría en situaciones de peligro. Karem Schleyer, jefa del Centro de Responsabilidad de Psiquiatría Ambulatoria Adulto del Hospital Barros Luco, describe que la ansiedad es funcional. "Es nuestra forma de reaccionar frente a la amenaza o al peligro. En este caso de pandemia, la ansiedad nos ayuda a protegernos del contagio. Las personas la sienten como una intranquilidad a nivel emocional, pero también puede expresarse a través de la sudoración, taquicardia, dificultades digestivas, problemas de concentración o para dormir. La ansiedad nos va a ser útil para seguir enfrentando la pandemia, nos hace usar elementos de protección personal", detalla la sicóloga.
El problema se genera, dice Schleyer, cuando existe la posibilidad de salir, pero las personas lo hacen por falta de deseo o miedo.
El neurocientífico Enrique Lorca relata que desde fines del 1.800 los sicólogos comenzaron a describir lo que ocurría con las personas que volvían de la guerra. Al hablar con ellos, dice, se daban cuenta de que no querían salir de sus hogares porque se sentían bajo amenaza, pese a estar en un país seguro. El miedo era irracional.
"Se han visto imágenes del cerebro que muestran alteraciones en el sistema límbico, que está relacionado con las emociones y las conductas más puras del ser humano, que no son tan lógicas ni pensadas. También hay problemas con los circuitos que van hacia las cortezas prefrontales del cerebro, que son capaces de inhibir conductas del pensamiento lógico. Debemos reordenar nuestros circuitos neuronales para volver al estado anterior, eso se puede hacer", concluye.
Piense en lo que perdió por el encierro
Enrique Lorca dice que para deshacerse del miedo irracional a salir es importante pensar en todo lo perdido producto del encierro. "Imagina todas las cosas que dejaste de hacer por el simple hecho de quedarte en tu casa. Eso permite adaptarte para algo que ya no tienes idea de cómo es", asegura.Karem Schleyer complementa. "Lo primero es reconocer ese miedo, compartirlo con otros. Lograr identificar si es un temor irracional o no. Si la autoridad sanitaria permitió una salida restringida, debo usar mis elementos de protección personal. Debo valorar el riesgo y determinar si es un riesgo menor. Asumir que no hay riesgo mayor si cumplo con el lavado de manos y evito ir a lugares hacinados. Por eso es importante planificar la salida, que sean breves y cercanas. Respirar profundo ayuda mucho", recomienda.