El 31 de diciembre del 2019, se reportaron a la Organización Mundial de la Salud
(OMS) los primeros casos de una neumonía viral desconocida en la ciudad de
Wuhan, China. Nueve días después, falleció la primera persona por la enfermedad.
El 13 de enero, el virus cruzó fronteras y llegó a Tailandia. El 21 de enero, se conoció el primer contagiado en Estados Unidos y tres días después se reportaron los primeros infectados en Francia. El 31 de enero ya había 9.927 contagiados en el todo el mundo, según el conteo que realiza la Universidad Johns Hopkins.
De ahí en adelante el virus avanzó a una velocidad imparable. El 28 de febrero ya había 86.011 contagiados y el 11 de marzo, la OMS declaró la pandemia.
El 31 de marzo, en apenas un mes, los contagios se habían multiplicado por 10 (872.000). Tres meses después la cifra había superado los 10 millones.
A ocho meses de su aparición, el virus SARS CoV-2 ha infectado a más de 23 millones de personas en el mundo y ha causado más de 800 mil muertes.
Las epidemiólogas Paula Margozzini y Annabella Arredondo comentan este avance del virus en el mundo.
"La pandemia sigue su curso y va a ir ocupando todos los espacios donde encuentre poblaciones susceptibles y de eso quedan millones. El 95% de la población mundial es susceptible, en unos países más, en otros menos", dice Margozzini, académica del departamento de Salud Pública de la Universidad Católica.
Annabella Arredondo, académica de la Universidad Andrés Bello, comenta que si bien hay países europeos que han bajado a endemia (enfermedad de carácter estacionario), hay otras regiones del mundo que están aún en la primera etapa de diseminación comunitaria, como México, Colombia y los países de África.
"La única variable que puede modificar el curso de la pandemia es la aparición de una vacuna efectiva y accesible masivamente. La inmunidad de rebaño en esta enfermedad no sirve. Las prevalencias más altas encontradas en zonas urbanas rodean el 10%, es decir, persiste un 90% de población susceptible".
En lo que difieren ambas epidemiólogas es en la posibilidad de haber podido detener la expansión del virus en el planeta.
"Creo que sí, pero muy al comienzo, cuando era brote dentro de un país. Es lo que normalmente se hace, porque de lo contrario estaríamos llenos de pandemias. Brotes de enfermedades transmisible hay en todas partes y a cada rato", opina Margozzini.
"No es pensable -retruca Arredondo- que esta pandemia o su diseminación pudiera haberse detenido, por sus características: transmisibilidad, pero fundamentalmente por la existencia de casos asintomáticos capaces de transmitir".
-Parece existir la sensación de que va a llegar el verano y esto va a pasar.
-Si no le ponemos barreras al virus, sea verano o invierno, se seguirá transmitiendo igual. Las barreras son fundamentales ahora que la gente empieza a socializar más. Es mucho más importante ponerse la mascarilla. El ambiente de socialización o carrete lo único que hace es favorecer la transmisión. Reírse, gritar, cantar, son de las situaciones que producen mayor transmisión de virus en el aire.
-¿Qué otro tipo de barreras?
-Está demostrado que trazar a los contactos es súper efectivo como medida de control de los brotes, pero como esto es tan masivo y ocurre al mismo tiempo en todas partes, las capacidades para trazar siempre van a ser insuficientes. Por eso hay que empoderar y transferir esas capacidades a la población, a cada uno de nosotros para hacer trazabilidad.
-¿Cómo se hace eso?
-El primer día que una persona comienza con síntomas debe ponerse una mascarilla y no sacársela más hasta que se aclara lo que tiene. Aislarse y solucionar las dudas por teléfono, llamar al consultorio para avisar y así quedar registrado como caso sospechoso en el sistema. Si la gente no hace eso no hay sistema de trazabilidad que pueda abarcar todo lo que hay que trazar.
-¿Todos somos trazadores?
-Sí. No le echemos la culpa de la trazabilidad solo a las instituciones. La gente también tiene que colaborar y para eso tiene que entender que tiene que informar al sistema, a su empleador y a sus contactos cuando tiene síntomas. Tiene que ver con la transparencia de cada ciudadano. Cuando comunicas estás salvando la vida de tu vecino.
El 13 de enero, el virus cruzó fronteras y llegó a Tailandia. El 21 de enero, se conoció el primer contagiado en Estados Unidos y tres días después se reportaron los primeros infectados en Francia. El 31 de enero ya había 9.927 contagiados en el todo el mundo, según el conteo que realiza la Universidad Johns Hopkins.
De ahí en adelante el virus avanzó a una velocidad imparable. El 28 de febrero ya había 86.011 contagiados y el 11 de marzo, la OMS declaró la pandemia.
El 31 de marzo, en apenas un mes, los contagios se habían multiplicado por 10 (872.000). Tres meses después la cifra había superado los 10 millones.
A ocho meses de su aparición, el virus SARS CoV-2 ha infectado a más de 23 millones de personas en el mundo y ha causado más de 800 mil muertes.
Las epidemiólogas Paula Margozzini y Annabella Arredondo comentan este avance del virus en el mundo.
"La pandemia sigue su curso y va a ir ocupando todos los espacios donde encuentre poblaciones susceptibles y de eso quedan millones. El 95% de la población mundial es susceptible, en unos países más, en otros menos", dice Margozzini, académica del departamento de Salud Pública de la Universidad Católica.
Annabella Arredondo, académica de la Universidad Andrés Bello, comenta que si bien hay países europeos que han bajado a endemia (enfermedad de carácter estacionario), hay otras regiones del mundo que están aún en la primera etapa de diseminación comunitaria, como México, Colombia y los países de África.
"La única variable que puede modificar el curso de la pandemia es la aparición de una vacuna efectiva y accesible masivamente. La inmunidad de rebaño en esta enfermedad no sirve. Las prevalencias más altas encontradas en zonas urbanas rodean el 10%, es decir, persiste un 90% de población susceptible".
Unos suben, otros bajan
La doctora Margozzini agrega que el mundo sigue en alza, pero destaca que la asincronía que se da es positiva. "En el mundo pasa lo mismo que en Chile. Unos países suben y otros bajan. Lo mismo pasa con las regiones. Que en un país la pandemia sea asincrónica es bueno. ¿Cómo Chile ha logrado salvar gente? Por el sistema único integrado de camas. Si todas las regiones suben al mismo tiempo, el sistema colapsa. En cambio si tienes a Santiago abajo y a Magallanes arriba, se pueden trasladar a los pacientes de una a la otra. Es bueno para Chile que la pandemia sea asincrónica".En lo que difieren ambas epidemiólogas es en la posibilidad de haber podido detener la expansión del virus en el planeta.
"Creo que sí, pero muy al comienzo, cuando era brote dentro de un país. Es lo que normalmente se hace, porque de lo contrario estaríamos llenos de pandemias. Brotes de enfermedades transmisible hay en todas partes y a cada rato", opina Margozzini.
"No es pensable -retruca Arredondo- que esta pandemia o su diseminación pudiera haberse detenido, por sus características: transmisibilidad, pero fundamentalmente por la existencia de casos asintomáticos capaces de transmitir".
Todos son trazadores
"Chile está bajando, pero va lento. Aún tenemos una incidencia alta. No hemos llegado a los niveles bajos de Europa cuando pasó su primera ola", dice la doctora Margozzini, de la UC.-Parece existir la sensación de que va a llegar el verano y esto va a pasar.
-Si no le ponemos barreras al virus, sea verano o invierno, se seguirá transmitiendo igual. Las barreras son fundamentales ahora que la gente empieza a socializar más. Es mucho más importante ponerse la mascarilla. El ambiente de socialización o carrete lo único que hace es favorecer la transmisión. Reírse, gritar, cantar, son de las situaciones que producen mayor transmisión de virus en el aire.
-¿Qué otro tipo de barreras?
-Está demostrado que trazar a los contactos es súper efectivo como medida de control de los brotes, pero como esto es tan masivo y ocurre al mismo tiempo en todas partes, las capacidades para trazar siempre van a ser insuficientes. Por eso hay que empoderar y transferir esas capacidades a la población, a cada uno de nosotros para hacer trazabilidad.
-¿Cómo se hace eso?
-El primer día que una persona comienza con síntomas debe ponerse una mascarilla y no sacársela más hasta que se aclara lo que tiene. Aislarse y solucionar las dudas por teléfono, llamar al consultorio para avisar y así quedar registrado como caso sospechoso en el sistema. Si la gente no hace eso no hay sistema de trazabilidad que pueda abarcar todo lo que hay que trazar.
-¿Todos somos trazadores?
-Sí. No le echemos la culpa de la trazabilidad solo a las instituciones. La gente también tiene que colaborar y para eso tiene que entender que tiene que informar al sistema, a su empleador y a sus contactos cuando tiene síntomas. Tiene que ver con la transparencia de cada ciudadano. Cuando comunicas estás salvando la vida de tu vecino.