La primera vez que Isabel Behncke enfrentó de cerca una pandemia fue en 2009,
cuando llegó a la República Democrática del Congo en días que se hablaba de la
posibilidad de un brote del mortal Ébola. La bióloga y conservacionista había llegado
al país para convivir con los bonobos, una especie de chimpancé que vive en las
selvas del centro de África y que estaba estudiando para su tesis de doctorado en
primatología en la Universidad de Oxford, Inglaterra.
"Recuerdo que llegué al Congo y me avisan que la expedición fue suspendida por la posibilidad de un brote de Ébola y me tuve que quedar en Kinshasa, la capital, por dos semanas y llegó la CDC (Center for Disease Control and Prevention) y fue ahí que vi, por primera vez, estos trajes especiales que se han hecho tan comunes ahora con el coronavirus", detalla.
-El Ébola es un virus con un nivel de mortalidad entre 41 y 89 por ciento. ¿Qué hizo?
-Cuando llegué al Congo se supo que cuatro personas habían muerto de la misma forma que muere la gente con Ébola y que es sangrando por todo tipo de orificio, por los oídos, narices, ojos. Afortunadamente, luego de unas semanas descartaron que fuera Ébola y descubrieron que el motivo de las muertes había sido una bacteria intestinal denominada Shigella. Lo que más me impresionó fue cuando hablé con el jefe del pueblo para darle mis condolencias por la muerte de cuatro personas y decirle que era bueno que fuera Shigella y no Ébola, y me dijo: "No, madame. No fue Shigella, fue magia negra".
Isabel Behncke estudió zoología en University College London y luego un magister en conservación en la misma universidad. Después vino a principios de 2000 a Chile para trabajar en conservación de bosques en el sur del país. Estuvo cerca de cinco años y partió nuevamente a Inglaterra para trabajar en evolución y comportamiento. En Cambridge hizo un magister en evolución humana y después un doctorado en primatología junto a Robin Dunbar, una autoridad en psicología evolutiva de Oxford. Behncke actualmente vive entre Nueva York y Santiago, y trabaja en el Centro de Investigación de Complejidad Social de la Universidad del Desarrollo, desde donde observa con mucha atención los efectos que tiene el Covid-1 9, entre nosotros.
-¿Cómo vivió la llegada de la pandemia?
-Ha sido duro observar lo que está pasando en el mundo y sentir o pensar en la muerte y en otros tipos de sufrimientos asociados a lo que está pasando. Ha sido un tiempo duro, pero muy interesante.
-¿Cómo vive una bióloga este fenómeno?
-Fue como ver venir una ola gigante. En esos días estaba en contacto con personas que habían anticipado lo que pasaría. Era muy fuerte salir a la calle y mirar la gente caminando como si nada, sin saber lo que se venía encima.
-¿Lo que vivió en el Congo le permitió prepararse mejor para el Covid-19?
-El Ébola es más mortífero, pero menos contagioso. Podríamos decir que la genialidad del Covid-19 es que no es tan letal y es mucho más contagioso. Si tú piensas estratégicamente como virus, el Covid-19 puede reproducirse mucho más que el Ébola porque no mata rápido ni a tantos de sus huéspedes, entonces tiene más oportunidades de saltar a otro humano. La otra característica estratégica de este virus es que se contagia a través de lo que hacemos diariamente como seres humanos, del interactuar cara a cara.
-¿Qué hace tan particular esta pandemia de otras que han azotado al mundo?
-Creo que es primera vez que el mundo está tan conectado y actuando colectivamente en un solo tema. Es un gran partido de fútbol que estamos todos mirando juntos. Es un virus que está viviendo todo el mundo por las tecnologías de comunicación digitales que tenemos hoy.
-Hay gente que compara la situación a Io ocurrido en las dos guerras mundiales.
-Algo de eso hay porque tenías al mundo pendiente de un problema, pero es un conflicto donde hay dos bandos y ocurre en una parte específica del mundo. Las Guerras Mundiales no afectaban a todos, el Covid-19 afecta a todo el planeta.
-¿Qué le ha llamado la atención respecto del proceso de evolución que ha tenido la pandemia?
-Que algunos pensaron que iba a durar mucho menos y pensaban que podía solucionarse en pocas semanas.
-¿Va a ser más que pocas semanas?
-Estamos pasando de la fase "quedarnos en casa y cerrar la puerta al virus lo más que se pueda" a un "cómo podemos coexistir y adaptarnos a esta nueva fuente de mortalidad". Vamos a tener que aprender a coexistir con una nueva fuente de mortalidad que llegó de repente.
-Creo que es temprano para sacar cuentas todavía. Las verdaderas cuentas van a aparecer en uno, dos, tres o cinco años.
-¿De qué cuentas hablamos?
-Un parte de estas cuentas es cuánta gente murió por el virus, otro componente de la cuenta es cuánta gente murió por no haber podido asistir a los centros de salud por el virus (para atenderse por otras enfermedades), otra causa de mortalidad y sufrimiento va a ser la asociada a la salud mental y al suicidio, que son consecuencia del aislamiento, la falta de apoyo y la súbita perdida de recursos. Hay muchas formas de morir y de sufrir en vida también. Hay muchas personas que verán sus planes de vida y familia desbaratados, y que han caído en pobreza súbita.
-¿Qué opina del dilema entre salir o confinarnos, privilegiar la economía o la salud?
-Creo que enmarcarlo en esa dicotomía es un falso dilema. Entiendo la complejidad de la discusión, pero no soy epidemióloga ni economista. Lo que sí sé es que los problemas complejos tienden a no tener soluciones simples. Creo que la cuenta completa de los efectos del Covid-19 la vamos a estar sacando en mucho tiempo más.
-¿Conoce algún país o líder que calibre bien las medidas?
-Todos los países y líderes han cometido errores -algunos mucho más que otros, obviamente- y sabemos quiénes son. Pero, en general, puede que no haya todavía una fórmula mágica ni líder incólume. Este es un partido que falta para que termine. Espero que no sea tan largo.
-¿El caso de Nueva Zelandia es considerado como ejemplo de buen manejo?
-Sí, claro, pero ojo, siempre con el contexto. Nueva Zelandia es una isla que está muy aislada, con cinco millones de personas y que tiene recursos.
-¿Qué le parece interesante de investigar en este proceso?
-Me interesa lo que está pasando con el tacto, con el sentido del tacto.
-¿Qué pasa con el tacto?
-Hay que pensar que, súbitamente, las personas no solo dejaron de interactuar con otras personas, si no que también dejaron de tocarse. Es interesante ver qué pasa a un nivel muy fundamental de salud y cognitivo cuando un ser humano no tiene contacto con la piel de otro ser humano. Estoy pensando en lo que implica dejar de darse la mano, abrazarse, agarrarse, que los niños no puedan jugar físicamente.
-¿Por qué concentrarse en la piel y no otro sentido?
-Tenemos la capacidad de imaginarnos qué pasa si perdemos la vista o la capacidad de oír, es menos claro el efecto de perder el sentido del tacto.
-¿Perdemos esa sensibilidad?
-No, lo que estamos viendo es que se empobreció nuestro mundo sensorial relacionado con el tacto. Es interesante cómo la gente confinada aumentó las actividades relacionadas con el tacto, como tejer, cocinar, hacer puzzles, adoptar un animal. Todas estas actividades están vinculadas al tacto.
-Lovelock dice que la Tierra es un conjunto de sistemas interdependientes que se afectan los unos a los otros y tiene capacidad de regulación, de homeostasis. La idea es que la Tierra logra esa autorregulación en una interacción entre el clima, las plantas, los animales, los fenómenos físicos y biológicos.
-Voces dicen que este virus podría ser una respuesta al efecto de la sobre población humana. ¿Suena plausible esta idea?
-Es una idea interesante, pero no creo que sea así porque es muy poco eficiente.
-¿Cómo?
-Porque somos 7,8 billones de personas y todavía no llegamos a un millón de muertos. Por lo tanto, no creo que el virus tenga un efecto importante en la cantidad de seres humanos. Este virus no va a tener un efecto grande en la población humana, aunque no tengo una bola de cristal para saber cuánta gente se va a morir.
-¿Pero sí podría traer cambios en la relación del hombre con la Tierra?
-Se habla de la antropausa, la pausa en la actividad humana que se ha dado en los sistemas naturales y que ha permitido que tengamos menos tráfico, menos contaminación, menos gente trasladándose, y que ha permitido que podamos escuchar el silencio. Se han observado fenómenos como la aparición de los pumas en Santiago, los jabalíes en España, etcétera. Los animales volviendo a ocupar espacios urbanos, ha habido imágenes notables. Pero esa realidad es un poco más complicada porque vamos a volver a ocupar los espacios apenas podamos, y los animales volverán a estar ausentes de ellos. Va a ser un buen momento para aprender cosas.
"Recuerdo que llegué al Congo y me avisan que la expedición fue suspendida por la posibilidad de un brote de Ébola y me tuve que quedar en Kinshasa, la capital, por dos semanas y llegó la CDC (Center for Disease Control and Prevention) y fue ahí que vi, por primera vez, estos trajes especiales que se han hecho tan comunes ahora con el coronavirus", detalla.
-El Ébola es un virus con un nivel de mortalidad entre 41 y 89 por ciento. ¿Qué hizo?
-Cuando llegué al Congo se supo que cuatro personas habían muerto de la misma forma que muere la gente con Ébola y que es sangrando por todo tipo de orificio, por los oídos, narices, ojos. Afortunadamente, luego de unas semanas descartaron que fuera Ébola y descubrieron que el motivo de las muertes había sido una bacteria intestinal denominada Shigella. Lo que más me impresionó fue cuando hablé con el jefe del pueblo para darle mis condolencias por la muerte de cuatro personas y decirle que era bueno que fuera Shigella y no Ébola, y me dijo: "No, madame. No fue Shigella, fue magia negra".
Isabel Behncke estudió zoología en University College London y luego un magister en conservación en la misma universidad. Después vino a principios de 2000 a Chile para trabajar en conservación de bosques en el sur del país. Estuvo cerca de cinco años y partió nuevamente a Inglaterra para trabajar en evolución y comportamiento. En Cambridge hizo un magister en evolución humana y después un doctorado en primatología junto a Robin Dunbar, una autoridad en psicología evolutiva de Oxford. Behncke actualmente vive entre Nueva York y Santiago, y trabaja en el Centro de Investigación de Complejidad Social de la Universidad del Desarrollo, desde donde observa con mucha atención los efectos que tiene el Covid-1 9, entre nosotros.
-¿Cómo vivió la llegada de la pandemia?
-Ha sido duro observar lo que está pasando en el mundo y sentir o pensar en la muerte y en otros tipos de sufrimientos asociados a lo que está pasando. Ha sido un tiempo duro, pero muy interesante.
-¿Cómo vive una bióloga este fenómeno?
-Fue como ver venir una ola gigante. En esos días estaba en contacto con personas que habían anticipado lo que pasaría. Era muy fuerte salir a la calle y mirar la gente caminando como si nada, sin saber lo que se venía encima.
-¿Lo que vivió en el Congo le permitió prepararse mejor para el Covid-19?
-El Ébola es más mortífero, pero menos contagioso. Podríamos decir que la genialidad del Covid-19 es que no es tan letal y es mucho más contagioso. Si tú piensas estratégicamente como virus, el Covid-19 puede reproducirse mucho más que el Ébola porque no mata rápido ni a tantos de sus huéspedes, entonces tiene más oportunidades de saltar a otro humano. La otra característica estratégica de este virus es que se contagia a través de lo que hacemos diariamente como seres humanos, del interactuar cara a cara.
-¿Qué hace tan particular esta pandemia de otras que han azotado al mundo?
-Creo que es primera vez que el mundo está tan conectado y actuando colectivamente en un solo tema. Es un gran partido de fútbol que estamos todos mirando juntos. Es un virus que está viviendo todo el mundo por las tecnologías de comunicación digitales que tenemos hoy.
-Hay gente que compara la situación a Io ocurrido en las dos guerras mundiales.
-Algo de eso hay porque tenías al mundo pendiente de un problema, pero es un conflicto donde hay dos bandos y ocurre en una parte específica del mundo. Las Guerras Mundiales no afectaban a todos, el Covid-19 afecta a todo el planeta.
-¿Qué le ha llamado la atención respecto del proceso de evolución que ha tenido la pandemia?
-Que algunos pensaron que iba a durar mucho menos y pensaban que podía solucionarse en pocas semanas.
-¿Va a ser más que pocas semanas?
-Estamos pasando de la fase "quedarnos en casa y cerrar la puerta al virus lo más que se pueda" a un "cómo podemos coexistir y adaptarnos a esta nueva fuente de mortalidad". Vamos a tener que aprender a coexistir con una nueva fuente de mortalidad que llegó de repente.
El encierro
-Luego de más de siete meses conviviendo con este virus han surgido voces críticas al confinamiento. ¿Fue un error adoptar medidas tan drásticas?-Creo que es temprano para sacar cuentas todavía. Las verdaderas cuentas van a aparecer en uno, dos, tres o cinco años.
-¿De qué cuentas hablamos?
-Un parte de estas cuentas es cuánta gente murió por el virus, otro componente de la cuenta es cuánta gente murió por no haber podido asistir a los centros de salud por el virus (para atenderse por otras enfermedades), otra causa de mortalidad y sufrimiento va a ser la asociada a la salud mental y al suicidio, que son consecuencia del aislamiento, la falta de apoyo y la súbita perdida de recursos. Hay muchas formas de morir y de sufrir en vida también. Hay muchas personas que verán sus planes de vida y familia desbaratados, y que han caído en pobreza súbita.
-¿Qué opina del dilema entre salir o confinarnos, privilegiar la economía o la salud?
-Creo que enmarcarlo en esa dicotomía es un falso dilema. Entiendo la complejidad de la discusión, pero no soy epidemióloga ni economista. Lo que sí sé es que los problemas complejos tienden a no tener soluciones simples. Creo que la cuenta completa de los efectos del Covid-19 la vamos a estar sacando en mucho tiempo más.
-¿Conoce algún país o líder que calibre bien las medidas?
-Todos los países y líderes han cometido errores -algunos mucho más que otros, obviamente- y sabemos quiénes son. Pero, en general, puede que no haya todavía una fórmula mágica ni líder incólume. Este es un partido que falta para que termine. Espero que no sea tan largo.
-¿El caso de Nueva Zelandia es considerado como ejemplo de buen manejo?
-Sí, claro, pero ojo, siempre con el contexto. Nueva Zelandia es una isla que está muy aislada, con cinco millones de personas y que tiene recursos.
-¿Qué le parece interesante de investigar en este proceso?
-Me interesa lo que está pasando con el tacto, con el sentido del tacto.
-¿Qué pasa con el tacto?
-Hay que pensar que, súbitamente, las personas no solo dejaron de interactuar con otras personas, si no que también dejaron de tocarse. Es interesante ver qué pasa a un nivel muy fundamental de salud y cognitivo cuando un ser humano no tiene contacto con la piel de otro ser humano. Estoy pensando en lo que implica dejar de darse la mano, abrazarse, agarrarse, que los niños no puedan jugar físicamente.
-¿Por qué concentrarse en la piel y no otro sentido?
-Tenemos la capacidad de imaginarnos qué pasa si perdemos la vista o la capacidad de oír, es menos claro el efecto de perder el sentido del tacto.
-¿Perdemos esa sensibilidad?
-No, lo que estamos viendo es que se empobreció nuestro mundo sensorial relacionado con el tacto. Es interesante cómo la gente confinada aumentó las actividades relacionadas con el tacto, como tejer, cocinar, hacer puzzles, adoptar un animal. Todas estas actividades están vinculadas al tacto.
La molestia
-En los años 70 James Lovelock desarrolló la teoría de Gaia que señala que la Tierra es un sistema autorregulado. ¿Cómo se explica la aparición un virus en ese medio autorregulado?-Lovelock dice que la Tierra es un conjunto de sistemas interdependientes que se afectan los unos a los otros y tiene capacidad de regulación, de homeostasis. La idea es que la Tierra logra esa autorregulación en una interacción entre el clima, las plantas, los animales, los fenómenos físicos y biológicos.
-Voces dicen que este virus podría ser una respuesta al efecto de la sobre población humana. ¿Suena plausible esta idea?
-Es una idea interesante, pero no creo que sea así porque es muy poco eficiente.
-¿Cómo?
-Porque somos 7,8 billones de personas y todavía no llegamos a un millón de muertos. Por lo tanto, no creo que el virus tenga un efecto importante en la cantidad de seres humanos. Este virus no va a tener un efecto grande en la población humana, aunque no tengo una bola de cristal para saber cuánta gente se va a morir.
-¿Pero sí podría traer cambios en la relación del hombre con la Tierra?
-Se habla de la antropausa, la pausa en la actividad humana que se ha dado en los sistemas naturales y que ha permitido que tengamos menos tráfico, menos contaminación, menos gente trasladándose, y que ha permitido que podamos escuchar el silencio. Se han observado fenómenos como la aparición de los pumas en Santiago, los jabalíes en España, etcétera. Los animales volviendo a ocupar espacios urbanos, ha habido imágenes notables. Pero esa realidad es un poco más complicada porque vamos a volver a ocupar los espacios apenas podamos, y los animales volverán a estar ausentes de ellos. Va a ser un buen momento para aprender cosas.