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Soldaron las puertas de local sin saber que adentro vivía una familia
La mañana del jueves 20 de agosto, funcionarios de la Municipalidad de Villa Alemana, en compañía de algunos efectivos de Carabineros, realizaron una fiscalización de locales comerciales en el centro de la ciudad.

Con uno de ellos el municipio mantiene un pleito de larga data. Según explicó Jaime Vera, abogado de la municipalidad, el recinto había sido multado varias veces porque mantenía en funcionamiento máquinas tragamonedas, cuando su patente comercial es de vestuario y menaje; hacía no mucho también había sido clausurado por la misma razón, medida que, se supone, seguía vigente.

Pero resulta que cuando llegaron al lugar, los inspectores se dieron cuenta de que los sellos de la clausura habían sido violados y se seguía ateniendo público.

"El local se encuentra clausurado", aclara Vera. "En dicho contexto, personal municipal concurrió a verificar que los sellos respectivos se encontraran intactos, pero se pudo constatar que habían sido removidos, por lo que se procedió a reponerlos".

Esta vez, sin embargo, los funcionarios municipales quisieron asegurarse de que nadie violara la clausura, así que lo que hicieron fue sellar la puerta de entrada con soldadura. Antes, por supuesto, vieron si dentro había alguna persona, avisaron a viva voz que iban a sellar las puertas, y como no hubo respuesta, procedieron a aplicar soplete.

8 días después

Cerca de las 18 horas del viernes 28 de agosto Carabineros de Villa Alemana recibió la llamada de emergencia de un individuo que se identificó como abogado. El hombre dijo que sus clientes, una familia completa de inmigrantes chinos, se encontraban atrapados en un local comercial porque sus puertas habían sido soldadas.

Según el relato del capitán Alfredo Castillo, de la 6a Comisaría de Villa Alemana, para abrir la puerta debieron llamar a personal municipal. Cerca de las 20 horas la puerta finalmente logró ser abierta y del interior salieron cuatro personas, tres hombres, uno de ellos niño, y una mujer, todos de nacionalidad china, pero que tenían sus papeles de inmigración al día.

Resulta que la familia había habilitado el segundo piso del recinto como vivienda: tenían camas, cocina, refrigerador y abundante mercadería como para subsistir durante esos ocho días en los que estuvieron encerrados.

Los hechos fueron puestos a disposición al fiscal de turno.

No fue posible contactar a los comerciantes chinos para que contaran su versión de los hechos.

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