A principios de julio, 239 científicos de 32 países le enviaron una carta a la OMS para
que reconsiderara la definición de transmisión del coronavirus a través de los
aerosoles. Los aerosoles son micropartículas indetectables al ojo humano que se
expulsan al respirar, hablar, gritar y, por cierto, al toser, y que son capaces de quedar
flotando en el aire llevando un virus.
Hasta el día de hoy la OMS reconoce como principales formas de transmisión el contacto con superficies contaminadas y las gotículas respiratorias expulsadas por la tos o el estornudo (de mayor tamaño que los aerosoles) que caen en la boca o los ojos de un nuevo huésped.
Uno de los firmantes de la carta fue el español José-Luis Jiménez, académico e investigador del Departamento en Bioquímica de la Universidad de Colorado en Boulder y cuyo trabajo se ha centrado, precisamente, en los aerosoles.
Jiménez sostiene que en los últimos meses ha aparecido una cantidad aplastante de estudios que corroboran la posibilidad de infección por aerosoles.
"Los aerosoles son con como el humo del cigarrillo", ejemplifica. "Si estamos en una habitación cerrada, mal ventilada, con otras personas fumando, con el tiempo ese humo va a ir acumulándose, va a flotar en el aire y nosotros respiraremos ese aire que ya respiraron otros, como sucede con los fumadores pasivos. Y si hay un infectado, muy probablemente nosotros también lo estaremos porque esas partículas que expulsó son capaces de transportar virus".
Jiménez explica que se expulsan aerosoles con el simple acto de respirar, pero se emiten diez veces más de estas partículas si hablamos y 50 veces más si gritamos o cantamos. "Una habitación con diez personas hablando son como diez personas fumando", dice.
¿Qué porcentaje de las infecciones se producen por aerosoles? "Siendo conservador", responde, "diría que un 75% de los contagios es por aerosoles, un 20% por el contacto de fómites (o superficies contaminadas) y solo un 5% por gotículas, que son esas gotitas que salen expulsadas con la tos y el habla".
Jiménez cita el ya célebre caso del coro de un condado de Washington, Estados Unidos, en donde un solo contagiado infectó a 52 de las 61 personas que asistieron a un ensayo a principios de marzo. Resulta que Jiménez y otros colegas investigadores entrevistaron a algunos de los integrantes de ese coro para obtener más datos.
"Cuando les preguntamos si recordaban a alguien tosiendo, nos decían que no lo recordaban o que quizás sí había alguien que habría tosido alguna vez", dice. "Es decir, no fue un contagio por gotículas. Porque para que te contagien por gotículas te tienen que toser de frente y las gotas te tienen que llegar justo a los ojos o a la boca. En el caso del coro, esa posibilidad es absurda: la persona contagiada tendría que haberle tosido en la cara a los 52 integrantes del coro por separado. Incluso si tú le preguntas a un contagiado cualquiera, un cercano tuyo, muy probablemente no va a recodar a nadie tosiéndole en la cara. Porque lo más probable es que se contagió por aerosoles".
El académico dice que en el caso del coro se dieron todos los requisitos para una superpropagación: espacio cerrado, aglomeración de personas, mucho tiempo de exposición (el ensayo duró dos horas y media) y personas cantando, lo que genera muchísimas partículas de aerosol.
Los escudos faciales, en cambio, "no sirven para evitar el contagio" por aerosoles. "Los escudos solo sirven en recintos hospitalarios, para evitar que pacientes con tos expulsen sus gotículas a la cara del personal médico", dice.
"No sirven ni el aire acondicionado ni los ventiladores porque no renuevan el aire, solo lo mezclan", dice. "Y en el transporte público se pueden tomar medidas tan sencillas como ir con algunas ventanas abiertas. Como lo está haciendo el metro de Japón en estos momentos".
En resumen, concluye Jiménez, "es mucho más efectivo ventilar que desinfectar. Se ven muchos sitios que gastan mucho dinero en desinfectar con lejía, y eso es innecesario", dice.
Hasta el día de hoy la OMS reconoce como principales formas de transmisión el contacto con superficies contaminadas y las gotículas respiratorias expulsadas por la tos o el estornudo (de mayor tamaño que los aerosoles) que caen en la boca o los ojos de un nuevo huésped.
Uno de los firmantes de la carta fue el español José-Luis Jiménez, académico e investigador del Departamento en Bioquímica de la Universidad de Colorado en Boulder y cuyo trabajo se ha centrado, precisamente, en los aerosoles.
Jiménez sostiene que en los últimos meses ha aparecido una cantidad aplastante de estudios que corroboran la posibilidad de infección por aerosoles.
"Los aerosoles son con como el humo del cigarrillo", ejemplifica. "Si estamos en una habitación cerrada, mal ventilada, con otras personas fumando, con el tiempo ese humo va a ir acumulándose, va a flotar en el aire y nosotros respiraremos ese aire que ya respiraron otros, como sucede con los fumadores pasivos. Y si hay un infectado, muy probablemente nosotros también lo estaremos porque esas partículas que expulsó son capaces de transportar virus".
Jiménez explica que se expulsan aerosoles con el simple acto de respirar, pero se emiten diez veces más de estas partículas si hablamos y 50 veces más si gritamos o cantamos. "Una habitación con diez personas hablando son como diez personas fumando", dice.
¿Qué porcentaje de las infecciones se producen por aerosoles? "Siendo conservador", responde, "diría que un 75% de los contagios es por aerosoles, un 20% por el contacto de fómites (o superficies contaminadas) y solo un 5% por gotículas, que son esas gotitas que salen expulsadas con la tos y el habla".
Jiménez cita el ya célebre caso del coro de un condado de Washington, Estados Unidos, en donde un solo contagiado infectó a 52 de las 61 personas que asistieron a un ensayo a principios de marzo. Resulta que Jiménez y otros colegas investigadores entrevistaron a algunos de los integrantes de ese coro para obtener más datos.
"Cuando les preguntamos si recordaban a alguien tosiendo, nos decían que no lo recordaban o que quizás sí había alguien que habría tosido alguna vez", dice. "Es decir, no fue un contagio por gotículas. Porque para que te contagien por gotículas te tienen que toser de frente y las gotas te tienen que llegar justo a los ojos o a la boca. En el caso del coro, esa posibilidad es absurda: la persona contagiada tendría que haberle tosido en la cara a los 52 integrantes del coro por separado. Incluso si tú le preguntas a un contagiado cualquiera, un cercano tuyo, muy probablemente no va a recodar a nadie tosiéndole en la cara. Porque lo más probable es que se contagió por aerosoles".
El académico dice que en el caso del coro se dieron todos los requisitos para una superpropagación: espacio cerrado, aglomeración de personas, mucho tiempo de exposición (el ensayo duró dos horas y media) y personas cantando, lo que genera muchísimas partículas de aerosol.
Las 4 leyes del aire limpio
Evite espacios cerrados.
La primera recomendación de Jiménez es evitar este tipo de situaciones. "Si estoy en una habitación mal ventilada con varias personas hablando y por mucho tiempo, siempre habrá una posibilidad de contagio, aunque use mascarillas y esté a más de dos metros de distancia de las demás", dice. "El aerosol acumulado va a copar el espacio confinado y es tan diminuto que se va a colar por las rendijas de las mascarillas comunes".Haga todo al aire libre.
La segunda recomendación es "tratar de hacer todo al aire libre". "Si estás afuera, con mascarillas y con distancia, es prácticamente imposible contagiarse. En el día, el calor ayuda a elevar el aerosol y los rayos ultravioleta matan al virus en menos de diez minutos. En la noche la situación cambia porque no hay rayos ultravioleta, pero los aerosoles de todas maneras no se van a concentrar. Saber esto ayuda a tomar mejores medidas. En 191 0, en Nueva York, siendo pleno invierno, se hicieron todas las clases al aire libre para esquivar la pandemia de la tuberculosis y funcionó muy bien".Ajuste bien la mascarilla.
Otra recomendación es usar la mascarilla bien ajustada. Jiménez dice que una mascarilla mal ajustada podría filtrar solo el 20% de los aerosoles, pero si se usa correctamente, podría filtrar el 70%. La clave, dice, es que quede ajustada, que no haya huecos en los bordes. "Hay una manera sencilla de comprobarlo: si al inspirar aire, la mascarilla se chupa y cuando expulsamos aire, la mascarilla se infla, es porque está bien ajustada", dice.Los escudos faciales, en cambio, "no sirven para evitar el contagio" por aerosoles. "Los escudos solo sirven en recintos hospitalarios, para evitar que pacientes con tos expulsen sus gotículas a la cara del personal médico", dice.
Ventile, ventile, ventile.
Hasta que finalmente llegamos a la recomendación de oro: ventilar. Ventilar, explica Jiménez, es sacar el aire de un ambiente confinado y reemplazarlo por el aire que está afuera. Lo más sencillo, si es que corre brisa afuera, es abrir dos o más ventanas para que se renueve el aire."No sirven ni el aire acondicionado ni los ventiladores porque no renuevan el aire, solo lo mezclan", dice. "Y en el transporte público se pueden tomar medidas tan sencillas como ir con algunas ventanas abiertas. Como lo está haciendo el metro de Japón en estos momentos".
En resumen, concluye Jiménez, "es mucho más efectivo ventilar que desinfectar. Se ven muchos sitios que gastan mucho dinero en desinfectar con lejía, y eso es innecesario", dice.