"Yo soy vale callampa", dice Motoe Kato, doctor en ciencias veterinarias de la Universidad de Azabu, Japón, y especialista en genética, inmunología y reproducción animal. Cuando llegó a Chile, hace 25 años, fue una de las primeras expresiones que aprendió y la usa para explicar su manera de ver la vida. "Vale callampa es como budismo para mí. Yo soy nada y nada significa aprender", cuenta. Por eso trabajar como reponedor en el Supermercado Aregón, de El Tabo, no es denigrante ni sorprendente para él. "Soy reponedor de bebidas. Usted piensa ¿cómo un científico va a trabajar en eso? Todo se puede aprender", explica. En su difícil español, recuerda los matrimonios japoneses tradicionales, en los que la novia usa un kimono blanco llamado shiromuku, símbolo de la inocencia, que no es más que el punto de partida del largo camino de la experiencia. "Vale callampa significa nada, blanco kimono", asegura.
Karate o ciencia fue su encrucijada en la juventud. Recuerda que su mamá le decía que debía ser el "número de uno" en cualquier área. "Pensamiento: no soy tan grande, no puedo ser número de uno en karate", recuerda. Escogió la ciencia, pero el arte marcial no es sólo un buen recuerdo. "Karate en la mañana, cinco minutos, para mí sano", cuenta.
Cursó posgrados en el Centro de Reproducción y Mutagénesis de Mamíferos del Laboratorio Nacional de Oak Ridge, en Tennessee, Estados Unidos, y en la Universidad de Tokio. "En ese momento, famoso, pero no quiero famoso", cuenta.
En noviembre de 1994, el Presidente Eduardo Frei visitó Japón y otros países de oriente. Kato, que trabajaba en el Ministerio de Salud de ese país, participó en un encuentro con la delegación chilena, en la que estaba el rector de la Universidad de Chile, Luis Riveros. Cuenta el japonés que el académico chileno le dijo que el nuevo decano de Odontología de esa universidad estaba necesitando científicos.
Kato aceptó la propuesta prácticamente a ciegas. Llegó a Chile el 95 y empezó a trabajar. Él y la doctora en ciencias biológicas Ruby Valdivia, que se transformaría en su mujer, crearon un laboratorio y el 2002 ambos presentaron en sociedad a "Esmaltina", un ratón al que los investigadores le introdujeron un gen que influye en el desarrollo del esmalte dental. El objetivo de los científicos era investigar cómo se desarrollaba este componente, para incrementar su producción en pacientes con enfermedades genéticas bucales. En agosto del año anterior, Kato le había dicho a Las Últimas Noticias que "en dos años podríamos tener seres humanos clonados si es que existiera el interés por hacerlo".
El contrato del científico con la Universidad de Chile terminó y él se trasladó a vivir a un departamento en el balneario del litoral central. Le costó encontrar trabajo. El Aregón al final se atrevió ofrecerle uno.
"Necesito laboratorio, entonces yo busco inversionista", cuenta Kato. En el supermercado gana el sueldo mínimo y espera conseguir dinero para continuar con la idea que comenzó a concebir en Japón. Le llama "mi tecnología" y asegura que con ella cada ser humano podría regenerar tejidos, órganos y hasta dientes. "¿Mi vida es qué? ¿Qué tengo que hacer? Mi vida es ayudar a humanos", explica.
Su optimismo es firme, pero hay ocasiones en que flaquea. "A veces quiero morir, porque inversionista no entender. No tengo laboratorio, pero pensamiento: cuando yo morir, ¿qué pasa? Mi tecnología no funcionar. Los pacientes también muriendo. Cuando yo morir, no puedo ayudar", cuenta.
Para él, trabajar en un supermercado es casi lo mismo que hacer ciencia. "Importante es atendeL Aquí yo aquí atiendo, buenos días, buenas tardes. Importante hacer cliente feliz, hacer paciente feliz. Yo quiero mirarle su cara feliz. Esa cara yo quiero mirar", cuenta.