No le tiembla la voz ni su racconto amerita musiquita melancólica de piano, porque a Paula Miranda nunca le gustó que la trataran como una enferma. "Tengo que seguir funcionando, esto es para toda mi vida", dice. Hace casi diez años quedó con secuelas físicas luego de sufrir un accidente en Viña del Mar, en la esquina de las calles Arlegui con Ecuador. Ella iba sentada en la falda del copilo y otro vehículo los impactó. Paula recibió la peor parte: chocó con el techo y se fracturó la cervical.
El diagnóstico fue demoledor: lesión medular y tetraplejia severa nivel C4, y la cirugía fue de tal complejidad que le instalaron unos pernos en la cabeza con peso hacia atrás para estirarle la columna y así poder operarla en el hospital Carlos Van Buren.
"Fue una lesión alta entonces perdí movilidad en mis piernas, manos y dedos. Estuve un mes en coma inducido, muy grave, para poder estabilizarme. Me afectó el tema pulmonar, el corazón. Me pasaron de la UCI a la UTI, y quedé con respirador mecánico y sonda nasogástrica por dos meses. Pude volver a comer y de ahí regresé a la casa, pero no duré ni dos días y por bacterias intrahospitalarias, volví a internarme", relata.
Su nuevo trance duró varios meses más. Se hospitalizó en la Teletón en Santiago y comenzó su rehabilitación física. Se volvió a sentar en una silla, aprendió a ir al baño de nuevo, a regular su temperatura y presión. Luego de tres meses regresó a su casa y así pasaron los años. Dejó todo de lado. Tuvo días buenos y días malos, y recuperó cierta normalidad. También comenzó a estudiar sicología y se reencontró con un amigo especial, que terminó siendo su actual esposo. Y participó en un concurso que no tenía idea que existía: el Miss Universo en silla de ruedas.
"No me gané la corona, pero ahí me reenganché con la actividad física, con la navegación, con el mar, con competir, y me di cuenta que había un tipo de deporte con el que podía dejar mi discapacidad en la tierra porque en el mar somos todos iguales. Son veleros inclusivos, no hay categorización ni pesan las diferencias físicas. Compites con personas con y sin discapacidad", añade.
Hoy Paula tiene 30 años, y es la actual campeona nacional en vela paralímpica. Compite en la categoría doble, porque para la individual se necesitaría un velero especial que funciona con un joystick y con un motor, como si fuera una silla eléctrica, y que es demasiado costoso.
En la categoría de dos navegantes, Paula es la timonel, la encargada de mover el timón (la dirección), y el otro tripulante es quien debe manipular las velas a través de cuerdas. Como no puede hacer presión con sus manos, se pone un guante especial para poder empuñar el timón.
"El 2018 participé en mi primer Mundial y en febrero de este año fui a la regata de Cabo de Hornos. He ganado todas las competencias nacionales, y estoy feliz con el vuelco que ha dado mi vida, porque podría estar en el suelo. Y por eso ahora también me he dedicado a difundir mi deporte, y es lo que hice hasta que nos pilló la pandemia. Lo que hago es visitar varios lugares demostrando que la navegación te puede ayudar y a probar que las personas con discapacidad podemos llegar literalmente hasta el fin del mundo", finaliza.