En los últimos días Gonzalo Fouillioux no ha parado. El periodista se desdobla para estar en los programas del CDF, Chilevisión y en radio Infinita. Pero aquello que lo ha tenido corriendo en las recientes horas ha sido el siempre fastidioso cambio de casa. El rostro de televisión estuvo viviendo solo, pero hace unas semanas decidió volver a acompañar a Ángela Sánchez, su madre.
"Tengo todo patas para arriba. Ando corriendo para todos lados. No sé si sientes los sonidos de algunas cosas que he estado acarreando. Además siempre es complicado cambiarse de casa. Pronto tengo que ver el partido de la UC por la Sudamericana. No he parado. Pero en fin, el confinamiento me ha servido para darme cuenta que hay cosas muy valiosas y por eso tomé la decisión, entre otras cosas, de volver a vivir con mi mamá", dice Gonzalo, quien, además de estar en sus programas, siempre quiere informarse de todo. "Es la única forma de poder dar una opinión", señala.
Pese a todo el tiempo que le dedica a su trabajo, el hijo del recordado Tito Fouillioux confiesa que se dio cuenta que, a veces, "es bueno dejar de ver un rato las redes sociales y el celular. No todo es trabajo. En esta pandemia me acordé mucho de la relación con mi papá en el último tiempo y que me hubiera gustado aprovecharlo más todavía. Y con mi mamá me está pasando lo mismo. Siento que tengo que aprovecharla más. Uno nunca sabe cuánto tiempo será y por eso tomé la decisión de volver a vivir con mi vieja. Además que ella estuvo muy delicada de salud", cuenta.
-¿Qué enfermedad tiene la señora Ángela?
-Ella genera trombos, que son peligrosos. Estuvo internada, pero ya está bien. Es algo a lo que hay que estar atentos. Por eso tomé esta determinación de volver a vivir con ella. Muchas cosas te hacen clic y te obligan a repensar la vida. Afortunadamente, tuvo un buen tratamiento, pero hay que tener cuidado. Además estaba pasando mucho tiempo sola.
-Ahora le tendrán cortito.
-(Ríe) Con ella tenemos mucha confianza para decirnos las cosas. Hay una relación muy intensa, de amigos y de mamá a hijo. Además ella ve cosas de mi papá en mí y eso le da vida. Obviamente me va estar diciendo a cada rato que me afeite, que la ropa, que las zapatillas. En eso reconozco que soy un desastre. Una vez no tenía ropa para conducir Central Fox y terminé poniéndome un traje de Fernando Solabarrieta. Así que ahí me van a estar retando.
-¿Qué dice Trinidad, su polola, con este cambio de casa?
-Ella me apoya en todo. Además tienen una buena relación con mi mamá, así que entiende los momentos. Una mala relación nuera con suegra puede ser fatal, pero en mi caso no tengo nada que decir. Las mamás son muy perceptivas, pero la mía se lleva muy bien con la Trini.
-Con tantas actividades, ¿cómo lo hace para pololear?
-Es una buena pregunta. Sobre todo por la profesión que tiene uno, que hay que estar los fines de semanas viendo fútbol, tenis, golf, automovilismo. Es complicado porque, si lo miro desde el punto de vista de ella, hay que adaptarse y tener una tremenda generosidad de adaptarse. Pero lo llevamos bien. Hay que planificarse mucho, eso sí. Siempre digo que Trini tiene una paciencia de oro conmigo. Pero eso lo conversamos y ella sabe que no le voy a fallar.
-¿Cómo se conocieron con Trinidad?
-En la fiesta de una amiga en común. Al principio como que estaba joven, soltero y alocado (ríe). Pero fue todo muy paso a paso. Las victorias difíciles se disfrutan más.
-¿Le costó mucho conquistarla?
-No es que me haga el canchero, pero creo que yo lo hice más difícil y que no suene a arrogancia. Existe una atracción física, pero a mí me gusta conocer bien a las personas, observar mucho. Miro todo el rato.
-¿Le cuesta confiar?
-Exacto. Me cuesta confiar en alguien. Me gusta irme con calma y sin poner el acelerador a fondo porque los porrazos son fuertes. Pero bien. Estamos juntos hace casi tres años. La primera cita fue la típica comida tensa donde pides mucha comida y no comes nada. Pero bien, lo pasamos bien. La Trini es muy comprensiva y lo pasamos muy bien. Tenemos mucha confianza y, aunque no es crítica, me comenta cosas de mi trabajo. Es una relación muy linda. No me puedo quejar. Al contrario, admiro la paciencia de oro que tiene. Incluso una vez, por razones profesionales, tuve que cancelar una cena que teníamos programada.
-Cuente, cuente.
-Fue para un 14 de febrero. Yo no estaba en pauta ese día, así que estaba todo listo para estar juntos el Día de los Enamorados. Pero de un momento a otro aparezco designado en una pauta. No lo podía creer. Pregunté y me dijeron que sí. La pauta había cambiado, así que tuve que apechugar. Ese día pasé el 14 de febrero con Marcelo Barticciotto en una Noche Alba (ríe).
-¿Usted recibe muchos piropos en la calle?
-Recibo mucho cariño. Me han dicho un par de cosas, pero respondo con mucha humildad. No me creo el cuento del niño bonito. Pero siempre buena onda. Soy muy respetuoso y eso es algo que me inculcaron mis papás.