Allá por enero de este convulsionado 2020, Lucas Domínguez vestía la camiseta de La Serena que luchaba en la liguilla creada por la ANFP para definir el ascenso de un equipo a Primera División luego del término del torneo por el estallido social de 2019.
Domínguez, quien tenía solo 30 años, logró junto a los nortinos el objetivo del ascenso y, pese a que el entrenador Francisco Bozán trató de convencerlo de que se quedara este año, tras ello dijo "no va más" en el fútbol. Vía mensaje de Instagram, el defensor anunció que dejaba de jugar para siempre.
-¿Por qué tomó esa decisión?
-La pensé harto. Y tiene que ver con un montón de cosas. Mi regreso a Chile desde Chipre en 2018 nunca fue bueno para mí. Llegué lesionado, con el ligamento interno del tobillo izquierdo cortado. Allá no me hicieron el tratamiento que requería. Me recuperé y me contrató Everton, donde traté de volver y me resentí. Como consideré que no era justo para el club, me pagué yo mismo el tratamiento y estuve cuatro meses entrenando aparte para volver bien. Pero llegó el entrenador Gustavo Díaz y dijo que no estaba como para esperarme. Okey, no hubo drama. El año pasado me fui a Rangers, pero lo pasé pésimo porque me fui solo. A mi polola y a mi hijo de un año nos los veía nunca. Antonella se quedó estudiando, haciendo un postgrado de enfermería, y cuidando a Lucas con ayuda de su familia. Me moría no verlos. Sentía que estaba perdiendo lo mejor de mi vida, así que ni pensé seguir en La Serena. Era jugar en Santiago o nada. Y como no se dio alguna posibilidad, me retiré.
-Ahí formó su familia.
-Sí, pero aún con restricciones por la pandemia. Con Antonella nunca hemos tenido una casa acá en Santiago. Ella se fue a vivir conmigo cuando yo estaba en Chipre y, cuando volvimos, tuvimos a Luquitas y yo me fui a Viña del Mar, a Talca y luego a La Serena mientras ellos se quedaron en Santiago. La idea era comprar este año una casa, pero por la pandemia, ella y Luquitas se fueron con mis suegros y yo me quedé con mi papá y mi mamá. Estamos a diez minutos entre las casas, pero ha sido duro. Hace poco hemos podido juntarnos y, como Antonella está en su postgrado, yo me encargo de cuidar varios días a Luquitas. Me tiene loco el cabro chico, eso sí (ríe).
-O sea su relación de pareja ha sido a distancia.
-Sí, de verdad ha sido así. Y eso sin considerar las ida y vuelta de nuestra relación.
-¿Mucho corte?
-Algunos, pero llevamos harto tiempo de conocernos, así que sé que es la compañera con la que quiero estar.
-Ya. ¿Dónde y cómo la conquistó?
-Nos conocimos en Pirque, de donde somos los dos, en una fiesta de esas que hacen los colegios para reunir fondos para los viajes. Ella era la mejor amiga de una compañera de mi hermano. Súper distante la posibilidad de conocerla porque, además, yo ya había egresado. Pero la vi y me hice el lindo. Le pedí el teléfono y me resultó.
-Pero igual lo patearon.
-Empezamos a pololear en 2008 y terminamos en 2013. Recién volvimos en 2017 y ahí se fue a vivir conmigo a Chipre. Desde ahí vamos bien.
-¿Cómo es vivir de nuevo con el papá y la mamá?
-En mi caso es algo que estoy disfrutando mucho porque estamos en Pirque, en el campo, que era algo que siempre nos gustó. Además, estamos trabajando en un proyecto familiar bien choro: hacemos quesos artesanales.
-¿Y a quién se le ocurrió hacer vida de campo?
-A mi viejo. El siempre quiso vivir en el campo. El es cineasta, tuvo por muchos años una productora y hacía comerciales. Hay varios que son conocidos. Por ejempló, él comenzó con la campaña del patito de BancoEstado. Pero se enfermó y se vino a vivir al campo. Con mi hermano Diego, que es veterinario, idearon lo de los quesos. Y yo me sumé este año con una inversión. Y ahora con mi familia y tres vacas que tenemos, hacemos queso artesanal. A eso se suma la producción de miel, que es de mi mamá, quien es apicultora.
-Promocione sus quesos.
-Tenemos camembert, madurado -que es parecido al parmesano- y uno que es de elaboración propia: el nimbus, que es un queso de pasta blanda que tiene corteza de cenizas de nogal. Y a pedido, ricota y yogun Por ahora solo vendemos en Pirque, pero se viene la segunda parte: la expansión. Estamos haciendo todo un cambio en la promoción gráfica. No nos parará nadie (ríe).