El 2005 la bioquímica húngara Katalin Karikó, junto a un colaborador llamado Drew Weissman, logró algo que andaba persiguiendo desde principios de los años 80, que fue cuando comenzó a investigar el ARN mensajero para el desarrollo de nuevas terapias.
El ARN mensajero -o ARNm- es el encargado de introducirse en el núcleo de la célula, leer las instrucciones que aparecen en aquella formidable biblioteca llamada ADN, y transmitirle instrucciones a las células para que produzcan las proteínas que necesita el organismo para mantenerse con vida.
Dado el extraordinario avance de la ingeniería genética, Karikó pensó que, en teoría, era posible fabricar un ARN mensajero e introducirle una receta a voluntad para que las células produzcan ciertas proteínas, acaso aquellas que, por deficiencias genéticas, el organismo no puede producir en cantidades suficientes.
La idea sonaba bien, pero tenía un problema que parecía insalvable: resulta que cuando Karikó introducía ARNm en animales, el sistema inmune lo identificaba como un patógeno y lo atacaba con toda su artillería de anticuerpos. Eso cambió el 2005.
Ese año Karikó encontró una fórmula para disfrazar el ARN mensajero evitando que el sistema inmune lo identifique como un elemento extraño. Era como cambiarle el uniforme a un enemigo para que parezca un soldado aliado.
Fue un descubrimiento fenomenal que abría un sinfín de ventanas en la biotecnología... pero a nadie le importó un comino.
A Katalin Karikó no le debió extrañar tamaña indiferencia. Su vida parecía una interminable secuencia de desengaños, solo comparable a su determinación de no rendirse jamás.
Nacida en 1955 en la ciudad rural de Kisújszállás, a cien kilómetros de Budapest, Karikó creció en una casa de adobe sin agua corriente ni luz eléctrica. Siendo hija de un carnicero, logró estudiar Biología en la Academia de Ciencias de Hungría, completó un doctorado y luego, en 1985, viajó a la Universidad de Temple, Estados Unidos, para hacer un posdoctorado. No volvería a pisar la cortina de hierro nunca más.
Su tema de estudio siempre fue el ARN, pero conseguir financiación fue una pérdida de tiempo constante. En toda la década de los 90 nadie auspició sus investigaciones y acumuló rechazo tras rechazo.
El 2005, junto a Weissman, patentaron su revolucionaria técnica para disfrazar el ARN, pero la Universidad de Pensilvania, donde Karikó hace clases desde hace 25 años, la vendió a una empresa en 300.000 dólares.
El 2010 un grupo de científicos fundó una empresa que compró los derechos de Karikó y Weissman a la empresa que se los había comprado a la Universidad de Pensilvania. Su nombre: Moderna. En pocos años recibieron millones de dólares de financiación. De un día para otro, todo el mundo creía en el ARN.
El 2013 otra empresa biotecnológica, BioNTech, también decidió lanzarse con todo con el ARN y contrató a la mismísima Karikó, una especie de reconocimiento tardío después de 40 años de investigación anónima.
La última parte de esta historia es más o menos conocida. En diciembre de 2019, en la provincia china de Wuhan, se detectó un nuevo virus, el SARS-CoV-2, causante del Covid-19.
Moderna y BioNTech, que se asoció con la farmacéutica Pfizer, actuaron con rapidez. Utilizando la secuencia genética del virus, que estuvo a disposición de la comunidad científica a los pocos días, diseñaron una vacuna en base al ARN mensajero.
En palabras muy simples, lo que hicieron fue que a un ARN mensajero le dieron los planos para que las células fabriquen la proteína spike, que es la llave que le permite al virus infectar a las células. La aparición de esta proteína provocó, según los ensayos clínicos, una fuerte reacción del sistema inmune.
Las vacunas de Pfizer y Moderna fueron las primeras en ser aprobadas y tienen un nivel de eficacia que promedia el 95%. "Es un nivel de efectividad excepcional, muy por sobre lo normal", comenta el doctor en virología Rafael Medina, académico de la Universidad Católica. "Y sobre todo ha demostrado ser segura. Ya han vacunado a dos millones de personas en Estados Unidos y los efectos secundarios son menores. Este tipo de vacunas son el futuro".