Para entender cómo y cuándo se decidió instalar un invernadero en el parque Quinta Normal, en Santiago, hay que remontarse a la figura del empresario ferroviario Enrique Meiggs.
Originalmente estuvo en la casa del magnate, en el sector del Barrio República de la capital. Una vez que la familia decidió vender su vivienda, el invernadero fue adquirido por la Quinta Normal -espacio destinado al encuentro social, pero también a la experimentación agrícola- e instalado allí en 1890. Se le añadió un zócalo o base de piedra, cuenta Dino Bozzi, máster en Arquitectura, Historia y Proyecto y profesor de la Escuela de la Arquitectura de la Universidad Católica.
"No tengo información certera del año en que fue construido, posiblemente fue en 1 866", explica Bozzi. Por estos días, el que fuera un hito arquitectónico de la capital reapareció en redes sociales, a propósito de una iniciativa que reúne firmas para que los dueños de un vivero de la capital ocupen el espacio. Pero no está fácil.
Revolución
La transformación del invernadero de la Quinta Normal en un observatorio de plantas con características especiales, porque su estructura cubierta de vidrio generaba una especie de microclima que permitía cultivar especies exóticas, fue un aporte a la tecnología y al conocimiento agronómico de la época, pero también a la cultura."Además, es un hito arquitectónico porque su estructura de acero, cubierta de vidrio, solo fue posible gracias a la Revolución Industrial. En el siglo XIX las fachadas cubiertas de vidrio eran una absoluta novedad", relata el académico.
La importancia de la Revolución Industrial para entender el diseño del invernadero se vislumbra en dos elementos básicos: su estructura de acero muy liviana, en la que porta el vidrio y la masificación comercial de este último para la construcción.
"Me imagino que para los habitantes de Santiago de la época, haber entrado a este observatorio de plantas, con un techo de vidrio, es como hoy subirse a un cohete para ir a la Luna", destaca.
Según Pía Montealegre, doctora en Arquitectura y Estudios Urbanos y profesora de Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, para entender el valor patrimonial del invernadero, hay que comprender que se trata de una estructura de acero muy delicada y de mucho valor estético.
"Es una muy bonita pieza de arquitectura metálica", destaca Montealegre.
Originalmente fue diseñado para la quinta Meiggs, por lo tanto, no tiene las dimensiones de un invernadero concebido para un espacio público como un parque, sino para que lo recorra una familia con sus invitados, añade. Es muy probable que Meiggs haya encargado las piezas a Europa y se haya armado su estructura en Chile, agrega.
De acuerdo con Bozzi, se estima que cuando el Jardín Botánico Nacional (que funcionaba en la Quinta Normal), en la década de 1920, dejó de tener un director comenzó la decadencia del invernadero. No obstante, el parque continuó como un punto de encuentro social.
Terminando la década de 1980 se transformó en un conservatorio de plantas medicinales chilenas. En 1995 se cerró y desde ahí está en abandono, precisa Bozzi.
La licitación
Según se publica en el sitio Mercado Público, en 2014 la municipalidad llamó a una licitación para que se presentaran propuestas para su recuperación, pero el proyecto que se adjudicó la licitación, del arquitecto Cristián Guixe, no se ha ejecutado."El 2 de agosto de 2016 el Consejo de Monumentos Nacionales aprobó este diseño que contemplaba la recuperación estructural, la puesta en valor y la ampliación del zócalo del invernadero que en total tiene 482,57 metros cuadrados y, con la ampliación del zócalo, se pretendía añadir 318 metros cuadrados", asegura Paola Escobar, directora de la Subdirección de Planificación y Sustentabilidad de la Secretaría Comunal de Planificación de la Municipalidad de Santiago.
El diseño contemplaba un acceso universal, servicios higiénicos, una oficina administrativa para un equipo de investigación, junto con una sala de exposición en el zócalo vinculado a la botánica, una sala de máquinas para la climatización y una cafetería, detalla la funcionaria municipal.
"Sólo la restauración costaba $1.800.000.000, sin considerar los costos de operación. La Municipalidad de Santiago no tiene esos recursos para invertir y todas las entidades que nos podían financiar - como el Gobierno Regional y la Subsecretaría de Desarrollo Regional, nos exigían demostrar que el invernadero era autosustenable", explica.
"Durante 2019 estuvimos en conversaciones con el Museo de Historia Natural para que lo incorporaran en su circuito, pero vino el estallido social y tuvimos que suspender las reuniones con ellos. En marzo llegó la pandemia, por ende, el proyecto quedó rezagado frente a la contingencia", lamenta Escobar.
Sobre su posible restauración, Montealegre es enfática: "Cualquier proyecto tiene que considerar la escala con la cual fue construido el invernadero, que no soporta un alto tráfico y que su estructura requiere de un plan de mantención constante porque se deteriora fácilmente. La municipalidad de Santiago, entidad que tiene a cargo la Quinta Normal, no da abasto con todos los parques patrimoniales que tiene a su cargo".