"Hace poco más de un mes sentí que se me acababa todo el dinero e iba a quebrar", cuenta Pablo Balmaceda, 32 años, ingeniero comercial, quien junto a su socio Sebastián Radic (director en Fábula producciones), armaron hace unos años Tridente, un trimarán -barco soportado por tres cascos-, de 250 metros, dos pisos y 35 kilos de peso y con capacidad para 45 personas, que quería usarlo para hacer fiestas en el lago Rapel, VI Región, pero terminó siendo el soporte de paseos educativos y de emprendimiento a niños de la zona de Litueche, Las Cabras, entre otros.
Un sueño que Balmaceda, gerente comercial de Las Américas AGF, pudo concretar tras tomarse dos años sabáticos para armar el barco, cuyo diseño está patentado en Chile. El problema, afirma, es que las salidas educativas que generaban por medio de la fundación Lago Rapel, quedaron stand by por la pandemia: las empresas que financiaban las salidas, como Enel, ya no tenían recursos para aportar. "Nos estabamos comiendo los ahorros con tal de no echar a nadie, incluso al capitán del barco le subimos $100.000 el sueldo para que estuviera preparado en caso de que tuviera que partir de cero", comenta.
El cambio de timón ocurrió por casualidad cuando decidieron salir a dar unas vueltas con el barco después del periodo de confinamiento. "De la nada, se empezaron a acercar las lanchas para preguntar si se arrendaba. Así empezamos a agarrar vuelo de nuevo. Nos han arrendado harto, hicimos un Instagram (@Tridente_rapel), nos cotizan y la gente lo busca. Es entretenido y gratificante que hayamos podido salir adelante", cuenta.
El barco tiene una sala de reuniones, terraza, quincho y entretenimientos abordo como Zodiak, un banano gigante, kayak, entre otras prestaciones. El arriendo cuesta $850.000 más IVA por día. "Arriba del barco haces lo que quieras. Me lo han arrendado casi todos los fines de semana y hemos recibido más de 100 solicitudes de cotizaciones a la semana. Lo hemos arrendado a particulares, pero también para empresas como para gente de la ONU, Enel, Minera el Teniente, entre otros", detalla.
-¿Para qué los contratan las empresas?
-Generalmente se van a relajar, la gente va como fiesta de fin de año. Hemos hecho reuniones de Directorio también donde se juntan en la sala de reuniones del barco, discuten y después disfrutan. Cuando ya estás arriba del barco es difícil concentrarse porque tiene música también.
-¿Siente que le dio el palo al gato?
-Estoy feliz que la gente quiera arrendarlo, ya nos financiamos de nuevo con las salidas que hemos tenido, pero necesito que salga al menos tres veces a la semana, que crezca más para costear nosotros los paseos educativos de los niños y no pedirle plata a nadie. Hoy el 100% de la utilidad se va en donación para la fundación para ese fin y nos permite darle sostenibilidad al proyecto completo. El barco es nuestro producto, en dar toda esta vuelta me demoré cinco años.
-¿Cómo cree que influirá la pandemia en los paseos turísticos?
-Independiente de las cosas que están pasando, las personas necesitan hacer cosas recreativas. Creo que van a salir menos de viaje a otros países, pero no le temo a la crisis porque la gente necesita salir, irse un fin de semana a la playa. La clave está en repensar el negocio.