Región de Arica y Parinacota: Descubrir los secretos del desierto
Playas de agua tibia, pueblitos altiplánicos y sitios como el lago Chungará, uno de los más altos del mundo, ubicado al interior del Parque Nacional Lauca, son grandes atractivos de esta región. Asimismo, están las Cuevas de Anzota, que conservan acantilados y cavernas, ubicadas 12 kilómetros al sur de la playa Corazones (que a su vez está poco más de diez kilómetros al sur de Arica). Es un lugar imperdible. Además, los mejores atardeceres se observan en el Santuario del Humedal del río Lluta, que es hogar de 130 especies de aves.Para comer con vista al mar de Arica, su dato es el restaurante Mr. Chiss, un emprendimiento local que prepara platillos de fusión andina, y que está en la playa Chinchorro. También se puede comer empanadas o sopaipillas rodeados de la naturaleza en el Santuario del picaflor de Arica, a 14 kilómetros del valle de Azapa: en este lugar se puede recorrer un entorno poblado de olivos y un sitio en que se puede ver al amenazado picaflor de Arica, el ave más pequeña de Chile.
Región de Tarapacá: Escapar hacia el oasis
“Pica está permanentemente sumida en un olor a flor de naranjo. Lo que no solo es rico, sino que —y esta es una teoría personal—, incita al sueño permanentemente”, dice Podestá, sobre el sitio al que iría a ojos cerrados para resguardarse un fin de semana.Pica está 114 kilómetros al sureste de Iquique y se trata de un verdadero oasis en medio del desierto de Atacama, lleno de verde y de vida, dice. Aquí se dan naranjas, limones y mangos, y además hay atractivos pozones que emanan desde napas subterráneas, donde los visitantes pueden nadar en aguas semitermales. “Además, al ser un pueblo precolombino, ostenta una serie de características que aún perduran: en el interior pueden observarse geoglifos aún no tocados y ancestrales huellas de ese pasado lejano, como utensilios usados por el hombre andino en su devenir cotidiano”.
Región de Antofagasta: Perderse en un museo urbano
“Todo es mejor con arte”, dice Fernanda, y por eso los espacios artísticos que ofrecen los teatros Pedro de la Barra y Municipal son parte de su recorrido sugerido por la capital regional: “Recorrer las calles de Antofagasta es transitar por un museo urbano repleto de murales y grafitis”, asegura. Algo que se puede ver de camino a restaurantes de comida naturista y vegetariana como el Hari-Dham y el Govinda, ambos en el sector sur, o la alternativa cien por ciento vegana, Veggie Rock, más céntrica.Y más allá de los paisajes urbanos, están los circuitos de senderismo por la Quebrada Carrizo, en el sur de Antofagasta, un sitio de rocas con vetas ondulantes que, al atardecer, deslumbra con un colorido tono rojizo.
Región de Atacama: Nadar en las bahías del Norte Chico
“La Región de Atacama tiene la magia de hacer que el desierto hostil florezca: un hito único en el mundo”, dice María Luisa, para quien la costa de Caldera, ubicada a 76 kilómetros de Copiapó, es un imprescindible de la región. Una de estas es el balneario Bahía Inglesa, un remanso tranquilo y templado cercano a las playas Blanca y Rocas Negras, y a 6 kilómetros de Caldera. “Un lugar ideal para disfrutar sin vehículo y donde siempre encuentras ferias artesanales con productos de manufactura local”, detalla.Además, entre Bahía Inglesa y Caldera está el sector de Bahía Loreto, un buen sitio donde disfrutar, solo con limón y sal, de los ostiones y ostras recién extraídas del mar, que venden ahí mismo.
Más playas de aguas cristalinas y aptas para el baño en la costa de Caldera son Bahía Cisnes, con su arena dorada, y las aguas tibias de la playa La Virgen. Pero además del borde costero, en el Norte Chico —dice María Luisa— están los atardeceres, “que en el desierto o en cualquier otro lugar de la región logran ser una escena memorable”.
Región de Coquimbo: Vivir los contrastes
del Limarí
“Para mí, lo verde siempre está en contraste con la sequedad de los cerros; hay algo milagroso en esos espacios que son un poco oasis”, dice Nelson sobre Combarbalá, un sitio al que le gustaría volver por estos días y que es la zona que solía visitar cuando era niño. “Mi familia materna proviene de allí y la casa de mi abuelo era el lugar de veraneo obligado en la zona de El Chineo, bordeando el río Cogotí. Allí aprendimos a nadar en el río y a perdernos en los cerros”.
Combarbalá, al interior del valle del Limarí, a 200 kilómetros de La Serena, es un sitio que —dice Nelson— “impresiona por lo limpio de sus cielos, de un celeste cerúleo que recorta los cerros de manera perfecta, dibujándolos como con una pluma fuente… Quizás esa particularidad de estos paisajes semidesérticos fue la que me hizo inclinarme por el arte y en especial por el dibujo, porque hay una síntesis en esos paisajes”. Además, los habitantes y calles de esta localidad le recuerdan a los pueblos mexicanos descritos en las novelas de Juan Rulfo, “donde el calor del verano le confiere a las calles y a sus gentes un aire fantasmal y misterioso. Todo esto cubierto con uno de los cielos nocturnos más espectaculares que se puedan apreciar”.
Región de Valparaíso: Refrescarse en los pozones del Aconcagua
Un favorito, al que Mariana sin dudas regresaría, son los pozones que se forman en el río Aconcagua, justo en la zona precordillerana de la región. Se trata de “piscinas naturales” en varios sectores, y que tienen acceso (público o pagado) en lugares como Panquehue o Catemu, situados a minutos de su ciudad natal, San Felipe. “Las pozas se pueden crear en el mismo río, cuando hay piedras que estancan un poquito su caudal; o bien, también pueden encontrarse a orillas del cauce”. Como el agua viene de la cordillera, dice Mariana, es muy limpia. Además, el entorno del río está repleto de árboles frondosos, que dan buena sombra, “con colas de zorro, hierba del paño, anís, hierbabuena, menta y muchas otras plantas que huelen exquisito”.La experiencia de Mariana con estos pozones es larga. De hecho, uno de sus principales recuerdos tiene que ver con su adolescencia, cuando se internó nadando por un pequeño brazo de río junto a una amiga. Y luego se dejaron llevar: “Encontramos un campo de girasoles. De inmediato nos salimos del río y nos metimos ahí. ¡Era muy hermoso! Eran realmente muchísimos y muy lindos... Nunca más volví a encontrar ese lugar”.
Región de O'Higgins: Conocer un pueblo ideal
Por el kilómetro 96 hacia el sur, entre Rancagua y Requínoa, pasado Los Lirios, a mano izquierda de la carretera, se encuentra Las Mercedes, un pueblito silencioso, donde aún no llega el pavimento y a donde esta escritora rancagüina volvería cada vez que pudiera: “Ahí vivieron mis abuelos paternos y mi padre. Aún conservamos la casa familiar y cuando era niña iba todos los fines de semana para allá y también pasaba parte importante de los veranos en esa casa, con mis abuelos y primos”.Según la escritora, Las Mercedes, sin duda, es un ejemplo lindo de lo que podría ser el valle central. Con tan solo 800 habitantes, es una zona tranquila dedicada a la agricultura. “Está rodeada de árboles antiguos, castaños, pequeños caminos de tierra donde salir a caminar. Hay muchos campos de durazno, ciruela, paltos”, dice, y continúa: “Tengo un tema afectivo con ese sitio, es un lugar de encuentro, de juego, de descanso y en el que me reencuentro con mi familia”.
Región del Maule: Regresar al pasado en el último ramal
Un bucólico paseo a bordo del ramal Talca-Constitución, el último tren de trocha métrica no electrificada de Chile, es la recomendación de Lorenzini. Él recuerda con nostalgia un viaje que recorre un mágico paisaje interior que se extiende por 88 kilómetros desde la capital regional hasta la costa. “El río Maule es sin duda el protagonista y guía del viaje. A través de los vericuetos que debe zigzaguear la línea férrea para cruzar la cordillera de la Costa, uno se va encontrando y despidiendo constantemente del caudal que alimenta el valle”, dice y añade que la naturaleza allí varía mucho según la estación del año. “En primavera es un lugar con mucho verde y personalmente disfruto mucho los sauces llorones que, tal como dice la canción de Mazapán, crecen en la orilla de ese río tranquilo que baña sus pies”, dice.Además, cuenta, el tren sigue siendo mayoritariamente el medio de transporte principal para la gente de localidades como Corinto, Curtiduría, Maquehua o Infiernillo. Por eso, para él no solo representa un pedazo de nuestra historia, sino que sigue siendo un transporte lleno de vida. “Una cotidianidad que cuenta con la familiaridad y el garbo de la mercadería fresquita a escala humana”, añade.
Región de Ñuble: Sumergirse en la
biodiversidad
de la cordillera
La Reserva Nacional Ñuble, en la comuna de Pinto (73 kilómetros al este de Chillán por la Ruta N-55), combina ríos, lagunas, termas y una rica biodiversidad en flora y fauna, que comparte también con la comuna de Antuco (Región del Biobío). Son más de 75 mil hectáreas donde destacan hitos como Valle Hermoso y el salto del Blanquillo, y donde se puede caminar entre avellanos, cipreses de la cordillera, coigües y lleuques. Para Soraya Sepúlveda, esta es la escapada perfecta.
Este sitio es parte de la Reserva de la Biósfera, que a su vez contiene el Corredor Biológico Nevados de Chillán y la laguna del Laja. “La Reserva Nacional Ñuble posee sitios arqueológicos, ríos, lagunas, termas, y existe mucha biodiversidad en flora, aves e insectos. Las visitas se pueden hacer solo por el día y solo se deben hacer las reservas con Conaf”, dice.
Región del Biobío: Viajar en tren entre ríos
Algo tan simple como abordar un tren desde Concepción hasta Laja y, desde las ventanitas, apreciar cómo el río Biobío se extiende hasta llegar al río Laja, puede ser un viaje soñado por estos días. Al menos es el circuito que la penquista Roxana Prado haría si las cuarentenas lo permitieran. “Desde Concepción son dos horas de viaje. En el camino, el vaivén y el sonido del tren tienen la magia de transportarte a otro lugar y a otro tiempo. Lejos del ruido de la ciudad e inmerso en la diversidad de paisajes que van apareciendo y sorprendiendo”.Esta ruta, dice Roxana, pasa por más de diez estaciones y distintos pueblos y ramales, como Hualqui, Gomero o Talcamávida. Un viaje que califica como una verdadera aventura mítica, ya sea por los inmensos cerros verdes, los cielos limpios y azules y el agua brillante del río contrastando con los sauces, como por las construcciones de la zona. “Cuando llegas a San Rosendo y te encuentras con las ruinas de la ex casa de máquinas de ferrocarriles y la carbonera, llegas a una escena muy Pink Floyd, que te invita a caminar unos metros y sumergirte en las aguas del río Laja, para después hacer una caminata, cruzar un puente y llegar hasta la azulada laguna La Señoraza”.
Región de La Araucanía: Refugiarse en los bosques de pehuén
Pablo es apasionado por Icalma, un poblado de la comuna de Lonquimay, en plena Araucanía andina. “La primera vez fue cuando tenía 12 años. Fui con mi familia a un camping, pero hubo una tormenta cordillerana y tuvimos que volver a Temuco. Siempre quise regresar, pero no pude hacerlo hasta el año pasado, en 2020, cuando el paisaje y la historia me volvieron a encandilar”. Y añade: “Es ahí donde quisiera refugiarme”.Icalma está a orillas del lago del mismo nombre y se encuentra en un territorio pehuenche, a más de 130 kilómetros de Temuco, de camino al Puelmapu (es decir, el territorio mapuche que se encuentra en el lado argentino de los Andes). “El espejo de agua está rodeado de bosques de pehuén o araucarias y es de una belleza realmente sobrecogedora”, dice Pablo y añade que en Icalma la cordillera es majestuosa, junto al azul verdoso del lago. Además, cambia mucho según la estación.
“En verano el sol se proyecta en el agua y su brillo se extiende hasta la orilla. En invierno, en cambio, la nieve cae y cae, todo se vuelve blanco. Me gusta ese contraste. Me gusta observar los bosques y después el agua que, hasta ahora, creo, está libre de esas horrorosas motos de agua que usan los turistas en otros lagos de Wallmapu”.
Región de Los Ríos: Explorar la naturaleza más pura
Radicado hace diez años , el asombro ha sido constante ante la “maravillosa y exuberante naturaleza” de esta región, dice Armando Riquelme, quien sueña con escaparse al menos una semana a la Reserva Biológica Huilo Huilo, de Valdivia hacia la cordillera, en la comuna de Panguipulli, y recorrer sitios como el lago Pirihueico, de origen glaciar, en un entorno rodeado de bosques de mañío, coigüe y ulmo. “Sería como entrar en el corazón mismo de la naturaleza, un lugar de donde no sales siendo el mismo”.De no ser posible, también propone disfrutar en la ciudad misma, partiendo con un desayuno en la cafetería Cosas Ricas, en pleno centro de Valdivia. O caminando dos cuadras hacia la costanera para vitrinear por el colorido Mercado Fluvial, para finalmente cruzar el Puente Pedro para llegar a la isla Teja y recorrer el Jardín Botánico, en el campus de la Universidad Austral.Región de Los Lagos: Descubrir la magia de un pueblo amable
Volver a la ciudad que lo vio nacer, Chaitén, sería una especie de sueño después de la pandemia para Olavarría, que vive ahora en Puerto Montt, pero sigue maravillado por la variedad de ecosistemas y paisajes que se pueden apreciar en esta localidad, a siete horas de la capital regional.Un lugar apasionante, asegura, que fue algo opacado por la erupción del volcán Chaitén en 2011. “Por un lado, la ciudad está orientada hacia el mar, respaldada por imponentes cerros y volcanes. Por otro, hay una gran diversidad de sitios naturales, desde el desolado y dramático paisaje montañoso hasta los luminosos y vastos campos rodeados de cerros, pasando también por la húmeda y verde oscuridad del bosque profundo y sus ríos, lagunas y cascadas”.
A eso, dice, suma una riqueza única: su gente es especialmente acogedora. “La siguiente vez que vaya, llevaré a todos mis mejores amigos a conocer la gente y el paisaje chaitenino”.
Región de Aysén: Caminar por montañas australes
El majestuoso lago General Carrera es un punto de encuentro entre los atractivos de naturaleza e identidad local de los pequeños pueblos asentados a orillas de este enorme espejo de agua. Especialmente de las comunas de Chile Chico y Puerto Ibáñez. Según Carolina, una buena escapada debería empezar con un trekking en el Parque Nacional Cerro Castillo (64 kilómetros al sur de Coyhaique, por la Carretera Austral), uno de los pocos lugares donde aún hay huemules silvestres. Y podría seguir con una visita al santuario de la naturaleza en las Capillas de Mármol, para finalizar con una caminata sobre el glaciar Leones.Otra buena opción para olvidarse de pandemias es el trekking hacia la cueva de Las Manos, a 25 kilómetros de Chile Chico, en el Parque Nacional Patagonia. Allí el visitante puede adentrarse en un territorio donde encuentran sorprendentes vestigios de arte rupestre con guanacos y manos pintadas sobre la roca.
Región de Magallanes: Apreciar los contrastes de la pampa
El Pingüino es el nombre del remolcador que, hasta inicios de 2020, unía el continente con la isla Riesco, territorio insular ubicado 90 kilómetros al norte de Punta Arenas. Por estos días, dice Mariana, es posible ver este barquito varado cerca del cruce, con sus vidrios rotos, pero aún con su nombre intacto. Como esperando regresar a sus andanzas.
La abuela de Mariana vive en esta isla, dice la escritora, quien por estos días sueña con volver a verla, y también con caminar por la zona de pampa en el lado oriental de isla Riesco, junto al seno Skyring. “El cielo allá se ve muy amplio y contrasta con el ocre del coirón. Toda esa extensión se interrumpe con lagunas y está lleno de troncos blancos acostados, que son lo que quedó después de un incendio enorme en los años 50”, dice la escritora.
En la zona, además, se ven desde cóndores a pájaros carpinteros en los sitios donde el bosque nativo sobrevivió: “La casa donde está mi abuela se encuentra en una estancia. Abajo de la casa suelen dormir familias de zorros. Y por la ventana a veces se puede ver a la madre acarreando a sus crías entremedio de matas de grosellas o de lupinos”.