A Chile ya han llegado las primeras dosis de la vacuna de Pfizer, luego de pasar por la aprobación de las autoridades sanitarias. Pero hace poco menos de dos semanas regresaron al país dos químicas farmacéuticas que volaron hasta Beijing para comprobar cómo era la fabricación de la vacuna china Sinovac.
"Fuimos a ver el desarrollo de la manufactura del producto", cuenta la química farmacéutica Carolina Sepúlveda, de la Universidad de Concepción, quien viajó a la capital de China junto a su colega Bárbara Orellana. Ambas son inspectoras de buenas prácticas del Departamento Agencia Nacional de Medicamentos del Instituto de Salud Pública de Chile (ISP).
La Central Nacional de Abastecimiento (Cenabast), dependiente del Ministerio de Salud, realizó la petición para importar la vacuna china a Chile, pero esta todavía se encuentra en revisión de protocolos. Luego de ello, indican desde el ISP, la comisión de expertos votará para ver si se acepta o no la llegada y uso del producto en Chile.
Las dos profesionales viajaron el 26 de noviembre pasado. Volaron vía Madrid, con una escala en Viena. En Austria tuvieron ocho horas de espera: "Allá tuvimos que tomarnos un PCR preventivo. El cónsul chileno, Renato Gómez, nos ayudó a agilizar el proceso para movernos dentro del aeropuerto. Para la trazabilidad, era necesario mostrar un código QR en nuestros celulares que indicara que podíamos avanzar en la ruta hasta China", recuerda Sepúlveda.
Ya con el código QR en verde lograron sentarse en el avión rumbo a China. En el vuelo les llamó la atención que las azafatas estuvieran con trajes blancos desechables (como los que usa el personal de salud en Covid) y que les tomaran la temperatura cada hora a todos los pasajeros "Fueron once horas de vuelo y las dos íbamos en una hilera de cuatro personas, es decir, con asientos separados. Se respetaba mucho la distancia", cuenta.
Ambas llegaron a Beijing a las 6:55 de la madrugada del 28 de noviembre. "Ahí debimos seguir el mismo protocolo de seguridad y aceptar la cuarentena. Tuvimos que ir a un tótem en el aeropuerto y, con ayuda de un trabajador de allá, que por suerte hablaba inglés, llenamos los datos para obtener el código QR, tal como en Viena para, transitar por el aeropuerto. Antes de irnos a la residencia sanitaria, nos tomaron otro PCR", detalla Sepúlveda.
Viajaron en bus hasta esa residencia, sin saber dónde estaba ubicada (por política de seguridad de la autoridad local). "Fueron alrededor de dos horas de viaje, pero nunca supe el nombre del lugar. En la residencia solo una mujer hablaba inglés, aunque nos costaba entenderle", relata.
Las dos representantes chilenas estuvieron en piezas separadas y tampoco podían salir del recinto, ya que las puertas tenían sensor de movimiento y las ventanas, rejas que no se podía abrir: "Debíamos tomarnos la temperatura cada una hora e irla reportando. Además, alguien nos iba a ver para entregarnos comida y tomarnos la temperatura", recuerda.
Luego de las dos semanas de cuarentena preventiva fueron llevadas hasta el hotel donde se quedaron hasta el 19 de diciembre. Desde ahí viajaban diariamente hasta el laboratorio de Sinovac, a una hora y media en bus desde donde se alojaban.
"Nos quedamos sorprendidas con la implementación tecnológica del laboratorio. Para identificarse, en vez de usar la huella o la mano, usan la identificación facial. Sse cumplían todas las medidas de seguridad y el estándar de calidad es altísimo", explica.
Las dos profesionales regresaron a Chile el 20 de diciembre.: "Creo que en total nos hicieron 10 exámenes PCR. Las medidas de seguridad allá son otra cosa", destaca Sepúlved.