Antonia Schmohl (18) lo pasó pésimo durante la Prueba de Transición Universitaria, que le tocó rendir el 8 y 9 de enero pasado, en el segundo turno nacional. No porque tuviera que preparase solo telemáticamente durante el último año o porque tuviera que ir a rendir el examen con mascarilla. Antonia lo pasó mal porque la noche antes de la primera prueba comenzó a sentir fuertes dolores en su zona abdominal que terminaron con ella, después de la última prueba, operada de urgencia por una apendicitis.
Fue tanto el dolor, que cuando entregó la hoja de respuestas de la prueba de Matemáticas tenía la certeza de que se había equivocado en varias preguntas.
Por eso le sorprendió tanto el llamado del Ministerio de Educación que recibió este miércoles anunciándole que era una de las 218 personas que habían alcanzando el puntaje máximo en Matemáticas: 850 puntos.
"Me comenzó a sonar el teléfono y como era un número desconocido, asumí que era algún familiar que no tenía registrado. Contesté y me dieron la noticia de que había sido puntaje nacional; no lo podía creer y salí corriendo adonde estaba mi mamá, a contarle", relata.
-¿Cómo fueron esos días de la prueba, Antonia?
-La verdad es que me dediqué a repasar hasta el último momento. De hecho, el miércoles me encerré en mi pieza a estudiar y mientras leía unas guías empecé a sentir leves molestias estomacales. En la noche, esos dolores se agudizaron y me dejaron dormir muy poco. Ninguna posición en la que me acomodaba, me aliviaba.
"Son los nervios"
La mamá de Antonia, Marcela Astete, recuerda que lo primero que pensó fue que eran los nervios. De todos modos, le dio paracetamol, ibuprofeno y agua de manzanilla.A Antonia le costaba creer en esa hipótesis porque siempre se sintió bien preparada. Desde un principio, creyó que algo andaba mal en su organismo.
El jueves 8 llegó un cuarto para las 9 de la mañana hasta el local de rendición en Chiguayante, donde vive, para enfrentarse al primer desafío. Y no fue fácil. "Durante la PT U de Lenguaje, quería ir al baño, pero no lo hice. No quise perder ni un minuto en la prueba. Tenía ganas de pararme, de tomar agua, cosa que tampoco se podía, porque no daban permiso", cuenta.
Así que siguió y la terminó. Y esperó, con toda la tranquilidad que pudo, que fuesen las tres de la tarde para rendir la prueba de Ciencias, en la que también logró sobreponerse a los malestares. El desafío más importante era el día siguiente: Matemáticas, su caballito de batalla. Pero esa noche casi no durmió por el dolor.
"Me sentía pésimo, me presionaba con mi mano al lado derecho del estómago y me dolía", describe.
-¿Pensaste en abandonar?
-Sí, pensé en abandonar, pero me aferré a mis conocimientos, porque estudié mucho, y me convencí de que no era una opción. No iba a dejar que el dolor me perjudicara y me hiciera esperar todo un año para tener que rendir otra vez la prueba.
-Tu familia pensaba que eran los nervios.
-Y yo creí lo que me decían. En medio de la prueba pensaba en el dolor, pensaba en mi familia y concluí que sólo eran nervios. Algo que me ayudó fue lo que me dijo mi hermana, que mi cuerpo estaba nervioso, pero que yo no. Eso me hizo un poco de sentido, así que no le tomé tanta importancia y pensé que se me pasaría después de rendir la prueba.
Sin remedio
El sábado en la mañana, cuando debió haber llegado el relajo, Antonia se sentía peor. Entonces sus papás decidieron llevarla al médico.El diagnóstico aclaró lo que en realidad pasaba: apendicitis. Tuvieron que operar de inmediato.
El doctor le dijo que "tuvo mucha suerte" porque esta enfermedad, antes de pasar a la muchas veces mortal peritonitis, "no dura muchos días". La salvó -le explicó- la orientación que tenía su apéndice, que por supuesto le extirparon.
"Valoro la valentía y mérito de Antonia", dice Marcela Astete. "A pesar de toda esta, ahora anécdota, podrá cumplir su sueño de estudiar medicina".
Seguro lo logrará, dado que además del puntaje nacional en Matemáticas, en Ciencias obtuvo 784, en Lenguaje 670 y su promedio de notas es 6,7.