Matías Vera, el notero del "Aquí somos todos" (Canal 13) que antes estuvo en el "Buenos días a todos", mide 1,84 y reconoce que siempre ha sido "rellenito", pesando entre los 75 y 85 kilos, pero eso cambió desde fines del 2019, cuando comenzó a subir. Llegó a pesar 140 kilos. Él sabía que estaba gordo, pero no tomó real conciencia de ello hasta que en julio pasado murió su tío Ricardo, hermano de su mamá, y tuvo que volver a su natal Concepción (llegó hace seis años a Santiago) para el funeral. "Me reencontré con gente que no veía hace años y no hubo nadie que no me dijera que estaba gordo". Ahí tomó la decisión de hacer un cambio radical.
Pandemia y gordura. Tras su salida del matinal de T VN (mayo) y al quedar sin trabajo, Matías comenzó a comer mucho más de lo habitual en la pandemia y subió 30 kilos. "Empecé con atracones de comida chatarra y si tenía pena, comía; si estaba contento celebraba con comida, todo era comida, comida", reconoce y agrega: "Me empecé a mirar al espejo y a preguntarme qué me está pasando, pero aún así seguía en el mismo círculo, como los adictos que siguen pese a que están mal, yo seguía comiendo".
Operación. Luego del portazo de realidad que vivió en el funeral de su tío, el periodista decidió operarse el 6 de septiembre, cuando estaba en 135 kilos. "Yo hice muchas cosas para bajar de peso, suena cliché pero ni el ejercicio, ni la dieta, ni el cambio de hábitos alimenticios eran compatibles con la bajada de peso que necesitaba tener. Dije la única forma de solucionar esto es obligándome, físicamente, a no poder comer por eso tomé la decisión de hacerme una cirugía bariátrica, una manga gástrica, donde te cortan el estómago y lo dejan más chico. Hoy la comida sencillamente no me cabe", afirma.
Difícil post. Hoy pesa 73 kilos (se puede ver en su Instagram @mativeraburboa), pero debe subir un poco para estabilizarse entre 79 y 80 kilos. El camino post operatorio no ha sido fácil. "Después de que te operas el régimen es súper heavy. Me da risa cuando la gente dice: Tomó la salida fácil, se operó Es súper difícil, tienes que comer mucho tiempo sólo sopa, después papilla, luego comida picada chica y recién ahora estoy comiendo casi normal, no puedo comer carnes muy grasas como el cerdo, ni embutidos, ni quesos. El esfuerzo se hace con un equipo, hasta hoy estoy con nutrióloga, nutricionista, sicóloga y kinesiologa, además del cirujano", reconoce.
Por salud. Hoy Matías recuerda cómo era su vida con casi el doble del peso que tiene hoy. "Cuando subía al segundo piso de la casa llegaba cansado, se me aceleraba el corazón cuando me agachaba a amarrarme las zapatillas o cuando salía con mis perros y en la noche no podía dormir por el dolor de tobillos y rodillas (...) la presión la tenía por las nubes (...) esta operación no fue por estética, fue por salud (...) ahora estoy en tratamiento con una sicóloga y llegamos a la conclusión de que yo tenía una adicción a la comida, todo lo que yo vivía lo asociaba a comida, para bien o para mal. Hoy la comida no es el objetivo. Dejó de ser ese premio y se convirtió en una herramienta para hacer otras cosas", asegura.
El análisis. Sobre la adicción a la comida, la sicóloga que trata a Matías, Susana Reyes, explica que "hace poco está reconocida como tal" y que "generalmente es una adicción emocional. Lo que se genera en pacientes como Matías es tapar una emoción incómoda por medio de la comida, en lugar de conectarme con esa emoción mejor, como. Con eso la emoción no sale, si no que se tapa". Para salir de eso, el camino no es rápido: "Hay que reeducar la conexión emocional con la comida porque no puedes dejar de comer y nunca te alejas del elemento adictivo completamente". Según ella el enfoque correcto es: "Yo como para mantenerme con vida, no porque estoy nervioso, porque tengo pena o quiero festejar, el contexto se resignifica".