El estudio. Una investigación llamada "Análisis de actividad en redes sociales relacionada con la vacunación contra el Covid-19 en Chile", a cargo del Laboratorio de escucha social de la Universidad Católica, revisó con lupa conversaciones en Twitter desde el 1 de diciembre del 2020 hasta el 15 de enero del 2021. Está publicado en el sitio sociallisteninglab.wordpress.com.
El método. Se identificaron dos grupos: no escépticos (de tendencia provacuna) y escépticos (de tendencia antivacuna). Estos últimos, de manera persistente, afirma el estudio, usaron tres tipos de argumentos: "dudas sobre la efectividad de vacunas de cierta marca, riesgo de efectos secundarios y acusaciones de intencionalidad nociva".
Los hashtag. El físico Cristián Huepe, doctor en Física que estudia la desinformación desde la dinámica de los sstemas complejos, es uno de los cinco investigadores que analizó los datos. Cuenta que se utilizó el sistema Tooldata, generado por una empresa chilena, que recopiló todos los mensajes de Twitter que mencionaron palabras claves como pandemia, vacuna, Sinovac, Pfizer; o hashtags como #yomevacuno o #yonomevacuno.
Los números. En total se recolectaron 32.000 tuits. Estos mensajes fueron difundidos por 12.373 usuarios y recibieron 532.358 interacciones (la suma de likes, retuits, citas y comentarios). 4.031 de estas cuentas manifestaron escepticismo frente a las vacunas. Esto corresponde a casi un tercio del total de usuarios detectados que tuitearon sobre el tema en el periodo analizado. Si bien la mayoría no se declaran abiertamente antivacunas, sí expresan un escepticismo promueve la reticencia a vacunarse, detalla el estudio.
Sin conexión. Lo que más le llamó la atención a Huepe, dice, fue lo siguiente. "'Los que más interactúan con mensajes provacunas tienden a ser usuarios muy bien conectados, de organismos, personalidades públicas, y por lo tanto participan en redes de conversación que integran a muchos usuarios que comparten mensajes. Mientras que los que se muestran escépticos tienden a estar muy desconectados de la red de conversación principal, no tienen gran difusión ni conversan con muchos otros. Esto sospechamos que es en parte porque los algoritmos de Twitter están bloqueando la difusión excesiva de este tipo de mensajes".
El científico agrega que los llamados provacuna tienden a hablar desde una posición de autoridad; los antivacuna, desde la emotividad.
Creadores de mentiras. "Los que generan los mensajes falsos -detalla Huepe- tienden a ser actIVistas espontáneos de una ideología, de una visión que se ha generalizado bastante recientemente, que muestra suspicacias y dudas sobre todo lo que sea instituciones, autoridades, expertos y élites. En general, los últimos años ha ido creciendo la desconfianza en la sociedad frente a todos estos grupos, lo que ha producido un alza tanto de líderes populistas que se aprovechan de esto, como de movimientos alternativos antisistémicos, por así decirlo, que sienten que esto es una lucha en la que algunos quieren tener protagonismo".
En los extremos. El científico detalla que a veces van más allá de ideologías políticas. "Estos movimientos pueden ser de extrema izquierda o extrema derecha, pero a veces van más allá de los partidos políticos y descartan la política de plano. Tienden a tener grandes dudas sobre lo que consideran la verdad oficial, ya sea entregada por la ciencia, los especialistas o las autoridades. Tienden también a posicionarse en contra de las grandes organizaciones, tanto públicas como privadas, de las cuales no sólo dudan, sino que además asumen que tienen intenciones nefastas y planificadas contra la sociedad. Tienden a asumir que hay una gran conspiración. Y mediante ese proceso terminan descartando todo lo que la humanidad ha logrado mediante la ciencia, la tecnología y la cooperación internacional, y terminan introduciendo más dificultades en los problemas que pretenden solucionar".
Triste y lapidario. El bioestadístico Gabriel Cavada, profesor de Salud Pública de la Universidad de Chile, comenta el informe. "Lo que llama profundamente la atención es cómo a partir de la elaboración de datos y noticias falsas se genera una realidad en torno a mitos de las vacunas, y esto fundamentalmente en gente que tiene un gran dominio comunicacional en las redes sociales. De hecho, eso es lo tenemos que vencer si es que queremos que los grupos más jóvenes se vacunen. Ellos parece que tienden a informarse a través de redes sociales y no cotejan. Creo que es muy triste y lapidario el informe", dice.
Peor es mejor. Nicolás Silva, ingeniero en computación y magíster en Tecnología de la Información, que trabaja como director de tecnología en Asimov Consultores, aporta otra mirada. "En las redes sociales, las opiniones más radicales son las que más cobran relevancia y por ende también las más publicitadas. Por esta razón existe un incentivo a que la gente publique cosas cada vez más extremas. Además, se puede hacer bajo el amparo del anonimato, lo que provoca que las personas no regulen sus opiniones y puedan decir lo que quieran".