El minutero estaba por caer en la media hora cuando Estelle Laura Johnson, experimentada zaguera de 32 años de Camerún que juega en Estados Unidos, fue a cubrir la pelota a una esquina. Javiera Toro, que tiene diez años menos y es nueve centímetros más baja, fue tras ella. A pesar de que la camerunesa abría brazos y piernas para evitar su paso, la defensora chilena de Sevilla se coló y logró rechazar el balón con un remate. En la acción, Toro arrasó con el banderín del córner. Lo quebró. La jueza húngara Katalin Kulcsar tuvo que mandar a buscar otro a la cancha del lado para reanudar las acciones del partido con que la Selección se clasificó a los Juegos Olímpicos de Tokio.
El duelo terminó sin goles y la Roja no jugó como el primer partido de la llave, en que ganó 2-1. Pero tantas veces se ha quemado el pan en la puerta del horno, que había que asegurar.
Ese espíritu fue el que reflejó la Chavi Toro en esa jugada. Porque si se habla de sacrificio, ella es uno de los buenos ejemplos de esta generación dorarada del fútbol femenino chileno, subcampeona de la Copa América, clasificada al Mundial de Francia y, ahora, olímpica.
"De niña soñaba con llegar a los Juegos Olímpicos. Cuando empezó en el fútbol, estaba contenta y me decía que ojalá la nominararan. Felizmente sue fueron dando las cosas", dice su mamá Paula Ibarra desde Tocopilla, donde vio el partido con sus otros dos hijos, lan (que está en la sub 20 de la UC, pero por la cuarentena el club los mandó a la casa) y Mia. También estaban su suegro Ibar y su nieto Liam, el hijo que Javiera tuvo a los 15 años.
El papá de la jugadora del Sevilla (Ivar también, ex volante de Coquimbo, Cobreloa y Santa Cruz) también lo vio, pero en Iquique, donde estaba trabajando.
Al llegar al hotel en Antalya, Javiera llamó a su mamá. "Lo hace después de cada partido. Lloró mucho igual, de contenta , porque esperó mucho este momento y estaba feliz", cuenta Ibarra.
Paula e Ibar acompañaron a Javiera a todas las actividades deportivas desde que era muy pequeña. Hacía atletismo y jugaba fútbol, vóleibol y hándbol. "Donde había deporte, ella estaba", cuenta la mamá.
Pero llevaba el fútbol en la sangre. Roylester Mendoza, ya mítico dirigente de Deportes Tocopilla, cuenta que el bisabuelo de Javiera, Félix Toro, el Zorra, era un súper clase. Un tío abuelo de la seleccionada, Raúl, también jugó en Cobreloa. Ivar padre optó por la gimnasia y el hijo homónimo, papá de Javiera, sí fue futbolista.
"Como a ella le decían Javi desde chica, los compañeros de fútbol de su papá le empezaron a decir Xavi, como el jugador de fútbol español (Xavi Hernández). Al final, quedó como Chavi. Tenía como seis años", cuenta Paula.
Era delantera, goleadora, y representando a Tocopilla en un campeonato escolar en Iquique, la invitaron a jugar allá. La llevaron a torneos nacionales, fue máxima artillera, mejor jugadora, tuvo un breves paso por Antofagasta, pero terminó en Palestino. Allí la transformaron en lateral izquierda.
"Me dicen que es la primera tocopillana que va a unos Juegos Olímpicos. Imagínese el orgullo. Con el pecho inflado", dice Paula.