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Cómo es vivir en un edificio con 40 deptos ligados al narcotráfico, según la PDI

La vida de los vecinos de un edificio de la calle Ceppi, en la comuna de La Cisterna, era dura. Casi imposible. Hasta que este miércoles la PDI decidió realizar un allanamiento masivo, en el que encontró drogas y armas por doquier.

El complejo, de 200 viviendas, tiene ocho pisos y está justo entre los pasajes Irene Frei y Julio Montt. Al entrar a la recepción, lo primero que se observaba, es la puerta rota que da a la sala de servicio de los conserjes, quienes optaron por no hablar e informaron que la administración tampoco se referiría al operativo que despertó a sus asustados moradores y al barrio entero.

Berta cuenta su experiencia como residente. Vive en el sexto piso y a veces siente "miedo de caminar sola, porque en este edificio es común encontrar en ascensores o pasillos a muchas personas que no viven acá, y mejor no preguntar nada, porque algunos se enojan y te gritan" También reclama que "los pocos niños que van quedando no pueden salir a jugar al patio, porque a veces hay disparos y nadie sabe lo que puede pasar con una bala perdida". Asegura que "lo peor es que no nos podemos ir, porque ahora nadie nos quiere comprar o arrendar los departamentos".

Afuera es igual

Pero los problemas de convivencia no se limitan al interior del recinto. Rosa (que al igual que su vecina de más arriba usa un nombre ficticio) vive en una casa justo al pie del edificio y se queja de que algunos vecinos botan colillas encendidas desde los balcones a su patio. "Mi casa es de madera y, para evitar incendios, tuvimos que techar todo, por lo que ahora no tenemos nada de sol", asegura. Sobre las bulliciosas noches en la torre, cree que se relacionan con el comercio sexual, "porque por más alegres que sean, nadie tiene fiesta de lunes a lunes, toda la noche y con las mismas mujeres bebiendo en los balcones de tres o cuatro departamentos".

A una cuadra, uno de los almaceneros se molesta por el ruido. "Algunos extranjeros se pelean y se gritan de una vereda a la otra, aunque haya niños. Otros, que salen de ese edificio, andan a las nueve de la mañana con unos parlantes enormes escuchando música tropical y despertando a todo el barrio".

Cruzando la calle Juan atiende su negocio. Aunque reconoce que desde el inicio de la pandemia hay más rondas policiales, lo que más le preocupa "es el interminable desfile de autos, la mayoría se estacionan por unos minutos, se les acerca un hombre y luego de eso, se van". También alerta que "más carabineros no han impedido la aparición de unos personajes que se paran en las esquinas a vigilar Io que pasa en la calle. Nadie sabe con qué fin".

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