Gabriela Dallagnol es una conocida modelo brasileña que llegó a Chile en 2010 y armó su vida en este lugar del planeta. Se casó el 2018 y, tras una exigente búsqueda, el 4 de abril del año pasado se mudó a su nuevo hogar: un condominio en Chicureo, en la comuna de Colina, al que llegó justo en el inicio de la pandemia. El nuevo contexto implicó encierro, distanciamiento social y una evidente baja de su trabajo como maniquí.
"Y bueno, no conocía a nadie, estábamos encerrados y las campañas como modelo bajaron mucho. Me tuve que reinventar en mi propia casa, pero terminó siendo mejor de lo que me esperaba", cuenta Dallagnol, cuya situación dio un vuelco cuando sus vecinos la añadieron al grupo de WhatsApp del condominio y se potenció el vínculo con ellos. Además de las clásicas ventas de huevos, paltas, quesos, ropa o chalecos, el deporte también adquirió protagonismo.
"Como no salíamos nunca, un día escribí en el chat grupal y les ofrecí a las vecinas y vecinos si querían entrenar conmigo dentro del condominio, tomando todas las medidas de seguridad. Yo pensaba que era una lata no conocerse con nadie y esta también podría ser la instancia para saber quiénes son nuestros vecinos, tener una mejor relación, ayudarse si alguien necesitara algo", agrega.
El impulso llevó a que en septiembre del año pasado Gabriela sumara sus primeras alumnas y alumnos. "Y así comenzamos a reunirnos tres veces por semana al aire libre puras mujeres y a medida que pasaron las semanas, la gente se entusiasmó mucho más porque abrían las cortinas y se asomaba por la ventana, y ahí estábamos nosotras corriendo o entrenando en la plaza", detalla la modelo, quien también es capitana de la comunidad Adidas Runners y por estos días se prepara para competir en el Maraton de Berlín que será a fines de septiembre.
A raíz de la buena acogida, la dinámica se potenció después de un par de meses y Dallagnol terminó entrenando a un grupo de diez vecinas de su condominio. Incluso se han sumado hombres. Por su lado, además, armó un gimnasio en su propia casa para entrenamientos más individualizados y, al mismo tiempo, se tituló como personal trainer. Las vecinas, además, comenzaron a ver mejoras. Cada dos meses ella les hace evaluaciones y trabaja de manera específica según los objetivos que tenga cada persona, aunque afirma que "la alimentación es el 70% de los resultados".
"La verdad, mi objetivo principal, más que la pérdida de peso, es mantenerme activa y no caer en la monotonía de la pandemia. Yo perdí ocho centímetros de cintura, tres de brazos y piernas y dos de cadera. Las clases con Gaby han sido una tremenda experiencia de vida en comunidad; la dinámica es muy simple, pero con tremendos resultados, no sólo físicos, sino también mentales. Adicionalmente, agradezco salir de mi casa y estar en menos de un minuto entrenando con la mejor de las ondas y sintiendo algo más de normalidad", cuenta Claudia Muñoz, una de las vecinas.
Melissa Byrt, otra residente del condominio, tiene ocho meses de embarazo: "Gaby es una profesora súper dedicada y refleja en ella misma su profesionalismo y bienestar, eso hace que uno se motive aún más. Se adapta mucho a las necesidades de cada uno y se compromete con todo para acompañarnos en el cambio de una vida más activa, más para mí que estoy viviendo una etapa de embarazo en que ejercitarse se hace cada día más difícil".
De momento, Dallagnol continúa feliz con las clases tres veces a la semana pero también dice que está muy orgullosa de cómo la comunidad ha intensificado sus lazos. "Me hace recordar mi infancia. Si a alguien le falta un yogurt sin sabor para preparar una comida, ahí alguien aparece y te dice que vayas a buscar. Es una relación que ha trascendido el deporte y yo estoy y los vecinos estamos muy felices. Nos juntamos en la noche sin salir del condominio. Por eso creo que ahora alguien lo pensaría dos veces si se quiere cambiar de casa. Además del deporte, hemos ganado amigos", sentencia.