Miguel Santander (37) es dentista, vive en Concepción y es uno de los sobrevivientes de la tragedia de Cobquecura. El sábado llegó con seis amigos hasta la Iglesia de Piedra, un pequeño cerro, con cavernas en su interior, ubicado a la orilla de la playa. Habían entrado a una de esas cavernas cuando fueron sorprendidos por violentas marejadas. Cuatro alcanzaron a salir por sus propios medios. Él quedó atrapado y fue rescatado por dos funcionarios de Carabineros. Sus amigos Diego Águila (31), Ismael Botti (37) y Jorge Leiva (36) aún no aparecen.
"Como amigos lo único que queremos y pedimos es que la búsqueda no pare. Estamos todo el día pendientes por si se encuentra algún indicio que nos dé esperanza de encontrarlos", dice Santander, a seis días de la desaparición de sus amigos, cuya búsqueda el gobierno se comprometió a extender todo lo que sea necesario.
Miguel cuenta que el grupo era más grande, diez en total, y que habían arrendado una casa por el fin de semana en la localidad de Buchupureo, ubicada 11 kilómetros al norte de Cobquecura. El motivo: celebrar el cumpleaños de Jorge Leiva.
-¿Cómo llegaron a la Iglesia de Piedra, Miguel?
-Después de tomar desayuno ese día se nos ocurrió ir a dar una vuelta al pueblo de Buchupureo, para comprar algo de mercadería. De los diez amigos, fuimos siete, en dos autos. En el camino nos topamos con un cartel turístico que decía "Iglesia de Piedra a 100 metros". Nos miramos y fue como "ya, pasemos".
-¿Cuál era la condición meteorológica en ese momento?
- No estaba lloviendo; sí estaba nublado y el viento era el normal de las playas de esa zona. El mar estaba a 200 0 250 metros de la entrada de la Iglesia. Las olas estaban agitadas, pero no había indicios de que pudieran llegar a la zona donde estábamos nosotros. Entonces dijimos "vamos, entremos, saquemos una foto".
-¿Por cuál de los tres accesos ingresaron?
-Por el principal, la entrada sur. Allí no había agua, estaba seco. No era la intención de nadie mojarse los pies ni nada. Antes de ingresar les dije a los chicos que se pusieran en fila para tomarles una foto a los seis. Yo andaba con una cámara. Luego avanzamos hacia la virgen, que está en la entrada.
-¿Cuánto alcanzaron a avanzar en la caverna?
- Nunca llegamos al centro. Desde la virgen caminamos unos cuatro pasos cuando empezó a entrar el agua. Quisimos salir, pero en diez segundos ingresó una gran cantidad de agua por las tres entradas y quedamos atrapados.
-¿Qué hizo en ese momento, Miguel?
-Llegó tanta agua que perdí la visibilidad, veía todo oscuro. La marea entraba y salía. Intenté flotar, pero no podía porque el agua me movía para todos lados. Quise afirmarme de alguna roca, pero el agua me arrastraba y me levantaba. Yo mido un metro noventa y el agua me cubría por completo. Luego me fijé que en las paredes laterales de la caverna las olas tenían menos alcance.
-¿Dónde se quedó?
- Cuando una de las olas se recogió y bajó el nivel del mar aproveché de irme a una zona de las paredes laterales. Cuando llegué a ese lugar me saqué la ropa para moverme mejor. La caverna es como un canal, sus paredes laterales son altas y tienen más arena. Allí traté de anclarme de alguna forma. Por suerte, había una roca donde pude afirmarme con las manos y apoyarme hacia atrás, haciendo presión con mi espalda. Allí esperé por 50 minutos hasta que me rescataron.
-¿Cómo lo encontraron?
-Hubo un minuto en que me desesperé por el frío y empecé a gritar. En uno de los gritos de auxilio escuché que hubo respuesta. Era el sargento de Carabineros Mauricio Contreras y su compañero, el cabo Cristián Sepúlveda. Lo primero que me preguntó es si había alguien conmigo. Le dije que no. Me afirmé de la cuerda que me pasaron y empezamos a salir los tres de la caverna.
-¿Salieron a la primera?
-No. Nos costó salir. Dos veces entraron marejadas y las dos veces yo me caí. Después, finalmente pudimos salir. -Y ahí se enteró de lo que había pasado.
-Cuando me sacaron, vi a uno de mis amigos que alcanzó a salir y le pregunté por los demás...
-¿Qué responde a los que dicen que ustedes fueron imprudentes?
- Es fácil decir que fuimos irresponsables, pero cuando nosotros estábamos allí no encontramos que fuera riesgoso. Las condiciones no demostraban eso. Quisimos tomar una foto, pero las condiciones cambiaron en diez segundos y empezó a ingresar el agua. Es fácil criticar las cosas desde afuera. No somos gente que quiere arriesgar su vida o hacer deportes extremos ni nada por el estilo.