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Conductor relata cómo frustró dos portonazos al hilo

Jonathan Mansilla (30 años) trabaja hace dos años como conductor en una empresa que le presta servicios de transporte a TVN. Este jueves, tal como lo hace de lunes a viernes, estacionó su Mazda 5 afuera del Centro Cultural MonteCarmelo, en Bellavista 0594, Providencia.

Eran las 5:20 de la madrugada. Jonathan echó su asiento hacia atrás para descansar. Sus compañeros, el periodista Carlos Godoy y el camarógrafo Marco Maldonado, estaban instalados en el asiento posterior. A las 6 de la mañana debían hacer un despacho en directo para el noticiero de TVN.

"De repente veo que por calle del Arzobispo avanza un Nissan VI 6 blanco contra el tránsito. Se ubica frente a mí y se bajan dos tipos. Uno abre mi puerta y me agrede con la culata de una pistola a la altura de la sien. Entrega el auto, tal por cual, entrega el auto , me gritaba", recuerda.

Su respuesta fue "tranquilo, te Io voy a entregar". El Mazda 5 figuraba apagado. "Apreté el embriague y puse reversa. Sentía mucha adrenalina, eché a andar el vehículo y salí rápido hacia atrás. Pasé a llevar al tipo que me estaba apuntando con la pistola y cayó al suelo. El otro, que estaba detrás suyo, disparó tres veces".

Una de las balas de la pistola calibre 22 se incrustó en la parte inferior del parachoque. La segunda impactó la ventana trasera izquierda y la tercera cayó en el pavimento.

"Yo seguí retrocediendo rápido. Los tipos nos empezaron a seguir en auto. Frené y chocamos de frente. Empecé a retroceder nuevamente. Los tipos se dieron una vuelta en u y salieron por Bellavista hacia el poniente", cuenta Jonathan.

Mansilla les dijo a sus compañeros que seguiría al Nissan V 16 para anotar su patente y hacer la denuncia a Carabineros. Pero a dos cuadras de distancia, afuera de la urgencia de la Clínica Santa María, observó que los sujetos se habían detenido.

"Estaban apuntando con la misma agresividad a una mujer que estaba con su bebé en brazos. Yo soy papá de un niño de dos años. Pensé en mi hijo y mi pareja. Me muero si les pasa algo. Me tiré contra su vehículo y les doblé las dos puertas del lado derecho", sigue.

La maniobra funcionó. Los delincuentes salieron en el Nissan persiguiendo a Jonathan y sus compañeros. "Dispararon dos veces más. Me pasé un semáforo en rojo, ellos nos chocaron por atrás y seguimos arrancando. Hasta que vi una patrulla de seguridad municipal en Constitución con Bellavista. Después llegó una patrulla de Carabineros que iba pasando".

Escoltados por las patrullas regresaron a la puerta de la clínica. "Salió el papá de la bebé y me abrazó. Me dijo gracias por salvar a mi familia".

"Con el piloto automático"

Jonathan pasó toda la mañana del jueves en la Mutual de Seguridad, constatando lesiones.

"He analizado harto mi reacción y creo que actué con el piloto automático. Por mi trabajo estoy muy expuesto a sufrir una encerrona y tenía decidido que si me tocaba iba a entregar las llaves y el auto. Fue temerario de mi parte, pero me siento bien con lo que hice, aunque al principio me sentía muy culpable", dice.

-¿Por qué, Jonathan?

-Porque puse en riesgo a otras vidas. Yo quiero a mis compañeros. Pero luego pensé que actué bien. Las personas de bien tenemos que andar escondidos y con miedo mientras los delincuentes se pasean con total libertad.

Sin códigos

El sicólogo, doctor en criminología y ex integrante del OS-9 de Carabineros, Mauricio Valdivia, recuerda que hasta la década del 90 los delincuentes tenían códigos que respetaban. "Hacían del delito un acto con normas. Era una delincuencia planificada. Jamás consumían drogas y alcohol antes de cometer el delito y respetaban la vida humana. Nunca atacaban a una mujer, un bebé, un niño o un anciano", destaca.

¿Qué pasa en la actualidad? "Son delincuentes menores de edad o muy jóvenes que no tienen la capacidad empática de darse cuenta que enfrente tienen a un ser humano. Les da lo mismo si se trata de una mamá con su bebé o una anciana. Cosifican a las personas y les da lo mismo el resto".

Valdivia asegura que el objetivo que persiguen ni siquiera es el dinero que podrían obtener comercializando un auto robado: "Son muchachos carenciados de cariño, contención y educación. Posiblemente abandonaron de manera temprana el colegio. No tienen control de impulsos. Se alimentan de la búsqueda de nuevas sensaciones y de la adrenalina que les genera el acto criminal, les gusta ver el terror en las caras de sus víctimas cuando los apuntan con sus armas. Por eso el consejo es jamás exponerse o intentar defenderse de un asalto".

El profesional añade otro elemento fatal. "La impulsividad se ve potenciada con alcohol y drogas, que consumen antes de cometer el delito para exacerbar sus sentidos. Por eso no les importa resultar muertos o heridos".

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