Una especie de container de metal de 3 metros de alto, 3 de ancho y 2,5 de profundidad, con rendijas en sus información costados, entregará valiosa a los investigadores del rubro minero. Este símil de una bodega gigante es el flamante Laboratorio para Pruebas Explosivas de la carrera Ingeniería Civil en Minas de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI).
"Lo hicimos en metal porque es un material elástico que se deforma y vuelve a su forma original. No le hacen ningún daño las detonaciones", explica Jacopo Seccatore, experto con 15 años trabajando en explosivos y director del iUAI Mining Center. Aclara que existen otras cámaras de hormigón, que se van debilitando a medida que acumulan estallidos.
El laboratorio -que forma parte del proyecto Fondecyt Blastest- fue llevado hasta un nicho lateral de la Escuela Mina Planta Chancón, el túnel minero que tiene la UAI en la Región de O'Higgins (ver recuadro). Ahí cumplirá su cometido.
"Lo que hacemos es introducir bloques de roca, o a veces de hormigón: los perforamos, los cargamos con explosivos y se cierran todas las puertas. Se prende la detonación desde afuera, donde están todos seguros", aclara el académico.
La secuencia culmina con las mechas tirando chispas por los agujeros de la cámara antes de la explosión (ver foto). En su interior el laboratorio está revestido de un material plástico, para absorber la energía del impacto y permitir que reboten los fragmentos de roca destrozada, los cuales se recogen y se envían a análisis.
"De esta forma podemos caracterizar el efecto que tuvo el explosivo sobre el material. La idea es determinar de forma cuantitativa un índice para calcular cuánto podemos aumentar la energía explosiva en la excavación, en la mina, para reducir el consumo energético de las plantas que hacen la conminución o trituración del material para reducirlo de tamaño", plantea el experto.
El foco es triturar Io más posible el material en la mina, para bajar el nivel de trabajo de las plantas de conminución, que utilizan motores eléctricos, Io que es más caro y produce alto impacto ambiental. "Mientras que la energía del explosivo es barata, comparada con el diesel o la energía eléctrica, y tiene una alta potencia disponible para fragmentar la roca", destaca el académico.
Faltan expertos
En el laboratorio usan detonadores convencionales, un
cordón detonante -explosivo en forma de cuerda- y
pequeños cartuchos de emulsión explosiva. Pronto
esperan agregar dinamita y un explosivo llamado anfo. La manipulación de los explosivos no la realizan los estudiantes. "Tenemos una empresa especializada de técnicos de laboratorio, que tiene un depósito de explosivos registrados y son manipuladores registrados. Los investigadores y alumnos preparamos la carga específica y los volúmenes, y le decimos a la empresa qué hacer", comenta el profesor Seccatore.
Actualmente la cámara la usan investigadores y alumnos que hacen su tesis. "A futuro tenemos previsto recibir alumnos y académicos, incluso del extranjero, porque es la primera cámara en Latinoamérica dedicada a la investigación académica", asegura. "Los alumnos que vienen normalmente desean trabajar con explosivos en la industria, donde hay una demanda muy alta de expertos", indica.
¿Qué hace un calculista?
Según el reglamento complementario de la ley N° 17.798 de control de armas y elementos similares, cualquier persona que manipula explosivos debe sacar una licencia en Carabineros, Io que corre para los programadores calculistas que trabajan en las minas."Es quien diseña los diagramas de disparo: eso básicamente es ver cuánto explosivo va en cada perforación para generar la tronadura y cuál es la distancia entre ellas", detalla Alexander Lescot, académico de la carrera de Técnico de Nivel Superior en Minería de la Universidad Central.
Se trata de un rol de alta importancia, afirma: "Si bien la tronadura no es algo que genere muchos accidentes en la minería, puede dañar el macizo rocoso y puede interferir en otras labores que se estén realizando".
¿Cuánto ganan? "Va a depender del tipo de minería. En un escenario ideal, un ingeniero programador calculista que trabaje en una minera grande, estatal o privada, puede ganar entre 92.000.000 a 92.800.000, aproximadamente. Eso va variando con la antigüedad de la licencia, los años de experiencia y distintas certificaciones que pueda tener", concluye.