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El beso a través de la reja de un joven militar y su polola

Antes de las 9 de la mañana llegaron los primeros madrugadores que querían ver la Parada Militar, que comenzaba a las 10. Con el correr de los minutos, el público que llegaba era cada vez más y se formaron inmensas filas en el ingreso principal al Parque O'Higgins, que incluso daban vuelta a la esquina de avenida Tupper.

Adentro, familias y grupos de amigos en el pasto o apretados en la reja esperaban ver pasar a sus amigos, familiares o simplemente a los uniformados que desfilaban con las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas y de Orden.

En el extremo más al norte del enrejado que separaba al público de la zona preparada para el desfile, pequeños grupos de personas se acercaban a la reja a conversar con uniformados. Eran padres, madres, familiares y amigos de los pocos jóvenes que podían salir por unos minutos para ver a sus familias después del desfile.

Entre ellos, una pareja se fundía en un abrazo a través de la reja. Él, con el uniforme color gris del regimiento número I de escolta presidencial "Granaderos" del Ejército, unos de los últimos en marchar. Ella, con jeans, chaqueta negra y lágrimas en los ojos. Se besaron por minutos, sin soltarse jamás.

¿Su historia? Ambos son de Puerto Montt pero a Jordan González, de 20 años, le tocó estar acuartelado en el regimiento con sede en Quillota y no veía hace semanas a su polola Martina, de 18. "Me vino a ver desde Puerto Montt con toda su familia", fueron las pocas palabras que la emoción le dejó salir al joven militar, mientras continuaba abrazando a su polola.

Otras familias no tuvieron la misma suerte. Como los Vera, que viajaron desde Concepción a Santiago para ver desfilar por primera vez en una Parada Militar a su hijo Alberto Vera, quien es recluta de la Escuela Naval de Valparaíso. "La Escuela Naval es una de las primeras en salir, pero entre todos sus compañeros no lo pudimos reconocer", dijo con resignación el padre, Alberto, acompañado de su esposa y dos hijos: un hermano y una hermana menores del joven recluta de la Escuela Naval. "Intentamos dar la vuelta para verlo, pero caminar con los niños no es tan rápido", añadió la mamá.

Hora de almuerzo

Al terminar la Parada, muchas familias se quedaron el parque para almorzar, aprovechando los carros de comida que había al interior del recinto, que les permitían saborear las últimas empanadas y los últimos asados de Fiestas Patrias sin tener que pagar los $7.000 pesos que costaba la entrada a las fondas del Parque O'Higgins.

Otros, se quedaron encumbrando volantines y otros tantos sí caminaron hacia la otra entrada del parque para ingresar a las fondas. En ellas, los fonderos prometieron hacer remates de los últimos productos que les iban quedando a eso de las cinco de la tarde. Y esta vez la mayoría de los fonderos no se quejó de que les habría ido mal. El buen tiempo los acompañó y la gente, pese a los precios, acudió en masa a disfrutar de los shows artísticos y de disfrutar de los platos y bebestibles más típicos de estas fiestas.

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