"Mira, si tengo que decir algo es que vivo enfermo de los nervios", confiesa Santiago Martínez mientras espera a que cambie la luz del semáforo en una esquina de la avenida Belgrano de Buenos Aires.
"No sé si voy a llegar a fin de mes, si nos va a alcanzar. Cada mes es más complicado y el sueldo se hace agua", lamenta antes de perderse apurado entre las callecitas de la capital de Argentina. Y como él, un montón.
Los bares llenos, los restaurantes a tope y la progresiva recuperación del turismo en la ciudad esconden a ojos del visitante el serio problema que aqueja a la economía local. Si la inflación es tema en Chile con el 9,9% acumulado en 2022, imagínese lo que es en Argentina, donde en lo que va del año ya alcanza 71% y se estima que para fines de año llegaría al 100%.
Muy en simple, el peso argentino se ha devaluado sin parar y los precios cambian todos los días. No hay forma de que un sueldo pueda compensar al trabajador con la misma velocidad a la que sube la inflación.
Por eso, todas las mañanas, tiendas y supermercados deben reacomodar el valor de distintos productos antes de abrir al público. Pero, ¿Cuál debería ser ese valor real? No está tan claro.
"Con una inflación tan alta hay mucha incertidumbre. Hay comerciantes que remarcan (los precios) de más, y otros que lo hacen de menos pero que después no pueden reponer lo que vendieron. Es un típico cuadro inflacionario en el que no hay mucha certeza de nada", resume Carlos Manzoni, editor de Economía del diario "La Nación".
"Hay una inflación informada mes a mes por el Indec (Instituto Nacional de Estadística y Censos), pero es muy difícil que todos los precios se acomoden de manera uniforme a la par de ese dato", agrega.
-Entonces, ¿se podría regatear cualquier precio?
-No hay regateo y los comerciantes no pueden cobrar lo que quieran, pero sí pueden aumentar el precio.
-Tiene sentido dentro de un sistema muy loco.
-Exacto. Es inentendible en países donde no hay inflación hace tiempo.
Algunos maxikioscos, lo que acá conocemos por minimarkets, ni siquiera tienen los precios a la vista, aunque por ley pronto tendrán que regularizar aquello: lo mejor es preguntar en caja el valor de un producto que mañana puede tener otro distinto.
Las carnicerías pegan en los vidrios ofertas impresas en papel, cosa que si cambia un valor se imprime otra hoja. Los restaurantes los escriben a mano con tiza en pizarras.
Así, un café con leche puede costar 550 pesos argentinos ($3.530 chilenos) y un almuerzo tipo menú del día, consistente en una empanada de entrada, locro, de plato de fondo, y postre puede oscilar entre 1.400 (98.750) y 2.000 ($12.500) pesos argentinos dependiendo del local. Todo esto, a unas pocas cuadras de la Casa Rosada. Seguro hay lugares más baratos, eso sí. Los locales de las sabrosas carnes argentinas y sitios turísticos tienen otros precios, aunque no necesariamente son caros.
Y en pleno centro, para que se haga una idea, por aparcar un día completo en un estacionamiento un conductor tendría que cancelar 700 pesos argentinos. O sea, poco más de $4.375.
Hay algo que parece inexplicable: los boliches nocturnos gozan de buena salud y amplia concurrencia. Y, en menor medida, lo mismo sucede con las tiendas del retail "Pasa que los pesos (argentinos) se diluyen en las manos, por eso la gente consume y consume. La clase media lo hace con bienes durables, vacaciones y salidas; y los más pobres con alimentos", agrega Manzoni.
La inflación golpea con dureza a los estratos más bajos. Tanto así que desde el 2018 ha proliferado el trueque solidario: gente que ofrece sus mejores pilchas por alimentos como leche.
Y dentro de todo ese panorama, hay algunos que a su forma le han sacado partido a la devaluación del peso. El publicista Ezequiel González cuenta que no hace mucho adquirió un refrigerador y un televisor a crédito en pesos argentinos. "Muchos lo hacen, porque se apuesta a que el peso se siga devaluando y la cuota sea más baja", explica.
Así las cosas, ¿conviene viajar a Argentina? Es cosa de sacar cuentas. Si piensa pagar con tarjeta de crédito o débito, no tanto. Eso, porque al hacer la conversión del cambio a dólares el cobro se hará con la referencia de la cotización oficial del Banco Central.
Así, lo mejor es llevar dólares desde Chile y, aunque es ilegal y podría ser peligroso, cambiarlos en el mercado informal a los "arbolitos", vendedores informales de dólares que se suelen ubicar en calle Florida. El archifamoso dólar blue, que incluso en varios minimarkets cambian. Es cosa de preguntar, porque nadie se lo va a ofrecer.
Si hasta este viernes, por cada dólar comprado el cambio formal era de 139,50 pesos argentinos ($872), al dólar blue era de 270 ($1.687). Casi el doble.
Para hacer frente a esto, el gobierno argentino dispuso una alternativa de cambio legal para los visitantes, con un tope de US$ 5.000: el dólar turista, cuyo cambio, hasta este viernes, estaba a 242,81 pesos argentinos. O sea, $1.517 en Chile.