"En el peak, con el Ómicron, llegamos a producir unas cinco mascarillas por segundo, algo así como 14 millones de unidades al mes. Empleamos, en ese tiempo, a 120 personas que estaban en la línea de producción en tres turnos", recuerda Juan Ricardo Olivares, quien montó junto a su hermano Marcelo Deysa Care, una fábrica que compitió con las importaciones chinas en la misión de satisfacer la constante y masiva demanda de este artículo en pandemia.
"Somos la empresa chilena más grande en este rubro y lo hicimos en poco tiempo", recalca Olivares.
En 2020, por las restricciones sanitarias, su negocio de siete años, que consistía en servicios de promoción en puntos de ventas en Chile y Perú, tuvo que parar. Se reinventaron y empezaron a vender productos importados para prevenir el contagio de Covid 19: desinfectantes, toallas, cloro, alcohol gel estaban en la lista, pero se dieron cuenta de que la mascarilla sería el producto estrella.
Como estaba complicada la importación, se arriesgaron con comprar maquinaria para producir los tapabocas en Chile. Se gastaron ahorros y con algo de deuda, invirtieron dos millones de dólares en maquinaria, materia prima y transporte. Otra considerable inversión también sirvió para agregar nanotecnología de cobre y plata antibacteriana a sus productos para competir con mayor valor agregado con la oferta china.
"Fue nuestro mayor acierto porque en esta estrategia está el futuro de la empresa. Lo hicimos con la ayuda de científicos de la Universidad de Santiago", dice Olivares.
Hoy bajaron la producción a cuatro millones de mascarillas mensuales y con el fin de la obligatoriedad, a partir del I de octubre, la demanda se va a deprimir aún más.
"Nosotros sabíamos que este momento iba a llegar y creemos que vamos a tener un punto de equilibrio de unas dos millones de mascarillas al mes, que van a ir dirigidas al sector salud por las alianzas que tenemos, a la demanda de algunas empresas y a la gente que va a seguir cuidándose, como adultos mayores, por ejemplo", asegura Olivares.
-Se les acaba un gran negocio, porque me imagino que ganaron mucha plata con la producción de mascarillas.
-¿Como que nos hicimos ricos y estamos manejando un Porsche? No, para nada. Al principio metimos mucha plata y costó mucho recuperarla, pero que la pandemia se extendiera más de la cuenta nos ayudó. Ganamos lo suficiente para poder reinvertir la plata en el proyecto de nanotecnología.
-¿Cuénteme de ese proyecto?
-Vamos a seguir con la fabricación de mascarillas, pero abrimos un laboratorio de nanociencia propio dentro de la fábrica donde trabajan ocho científicos contratados full time que han estado desarrollando una línea de productos con soluciones para el hogar que queremos lanzar muy pronto.
-¿Este trabajo con nanopartículas va a ir más allá de eliminar gérmenes o bacterias?
-Sí, absolutamente. Hay soluciones de nanotecnología que tienen otros roles, como por ejemplo se puede crear una nanopartícula que transforme una superficie en hidrofóbica: eso quiere decir que ninguna molécula de agua la traspasa. Se puede transformar una zapatilla, un sillón o cualquier artículo en uno que repele el agua, que le echas líquido y queda seco. Doy este ejemplo para que se hagan una idea del tipo de soluciones que vamos a trabajar en el futuro.