"Pablo Guzmán Palma creyó que quería ser un astrónomo, hasta que en secundaria aprendió a usar un microscopio", dice la reseña que dedica el Instituto Stowers para Investigación Médica, de Kansas City, a uno de sus investigadores predoctorales. "Mirar muestras recolectadas en el jardín cambió la trayectoria de su vida", continúa el texto.
Este fin de semana, el instituto envió a los medios de comunicación de esa ciudad una declaración con un tono completamente diferente: "Estamos devastados por las trágicas muertes de investigadores predoctorales. Estos investigadores pertenecían a la clase 2020 y eran vibrantes miembros de nuestra comunidad. Nuestras más sentidas condolencias están con sus familias en este difícil momento".
La argentina Camila Behrensen, de 24 años, y el chileno Pablo Guzmán, de 25, fueron encontrados muertos en el departamento donde vivían, en el edificio de tres pisos del 4140 de Oak Street, en el barrio de Southmoreland de Kansas City. Cinco minutos para las cinco de la mañana del sábado pasado, el Departamento de Bomberos recibió un llamado de alerta por un incendio en ese departamento. El humo invadía todos los pasillos del edificio. Los bomberos extinguieron las llamas y tuvieron que llamar a la policía, porque encontraron los cuerpos de los estudiantes.
Según el diario "The Kansas City Star", el Departamento de Bomberos dice que ambos "sufrieron un trauma aparente". El sitio en internet del canal Fox4 habla de "lesiones traumáticas". Eso significaría golpes o heridas que no son atribuibles al incendio.
"Sus asesinatos marcan los homicidios 125 y 126 en Kansas City este año", informa "The Kansas City Star".
El escritor chileno Antonio Díaz vive en Chicago y conoció al científico por Twitter.
"Le gustaban mucho la música y los libros. Muy buena onda", recuerda.
Luego el bioquímico viajó a Chicago para el Pitchwork Festival, en el que Díaz estaba acreditado.
"Después de ese fin de semana, lo llevé a un lugar para comer como la típica pizza de Chicago y nos tomamos unas chelas. Estuvimos toda la tarde. Muy simpático. Siempre se ponía en las primeras filas de los conciertos. Muy fanático", recuerda el escritor.
Una vez Guzmán le dijo que tenía entradas para ver al grupo británico Florence and The Machine en Kansas City y que iba a llegar a las 11 de la mañana, aunque el concierto comenzara ocho horas después.
"Eso es una locura. Eso se hace en Chile, no acá, porque los gringos están acostumbrados a tener conciertos", cuenta Díaz.
El científico publicó en su Instagram un video del concierto de Florence and The Machine en Austin, Texas, el 28 de septiembre pasado. Estaba en primera fila y captó cómo Florence Welch, la vocalista, cantaba arrodillada en el escenario, a sólo un par de metros de él.
"La última noche el culto se congregó para celebrar la vida y bailar hasta la muerte", escribió en esa red social. También subió a Twitter unas fotos del concierto y la frase "Los shows de Florence son básicamente como ceremonias de culto: rezas, gritas, bailas, te rindes completamente".
Incluso en su trabajo en el laboratorio se las arreglaba para escuchar a sus grupos favoritos.
"Le gustaba mucho poner música cuando esperaba los resultados de un experimento", cuenta Antonio Díaz.
El fanatismo hacia la música tenía en su vida la misma proporción que el fanatismo hacia la literatura. "Era un súper buen lector. Nos recomendábamos libros", cuenta el escritor. A ambos les gustaba la estadounidense Ottessa Moshfegh. Pablo Guzmán acostumbraba a tomarles fotos a los libros que leía, todos en inglés.
"Al instituto en el que estaba es súper difícil llegar y más aún si tu primer idioma no es el inglés. Él era súper inteligente y tenía futuro. Me comentó que después de que terminara el doctorado se quería ir de Estados Unidos, porque llegar de Santiago de Chile a Kansas City es un choque cultural. No es como ir de Santiago a Chicago o a Nueva York. El transporte público en Kansas City es malo y cuando iba a los conciertos o al centro de la ciudad, a veces tenía que esperar como una hora que pasara", explica.
Guzmán era bioquímico de la Universidad Católica.
"Tenía un carácter muy dócil, muy sensible. Era muy buena persona. Incapaz de provocar a nadie", cuenta Dasfne Lee- Liu, doctora en biología celular y molecular de la misma universidad. Ella lo dirigió en una investigación, junto con otros estudiantes.
"En tercer o cuarto año de la universidad ya se notaba su potencial. Los chicos que llegan al laboratorio no sólo tienen que hacer experimentos y aprender muy rápido. No pasa con todos los alumnos que estén motivados a aprender de la pregunta biológica por sí misma. Hacía muy buenas preguntas, muy interesantes", explica.
El primer proyecto de investigación del joven se centró en la regeneración de la médula espinal de una rana. La doctora Lee-Liu escribió en su Twitter que "el mundo necesita más científicos como él"