La historia de Raúl Flores (38) como maquillador comenzó oficialmente hace 13 años, pero mucho antes tuvo la influencia de su madre. Ella vendía cosméticos por catálogo y "de toda la vida jugaba con maquillaje en la cara de mi hermana y primas".
Tras salir del liceo experimental artístico de Quinta Normal, donde obtuvo una mención en escultura, entró a la Universidad de Chile para estudiar diseño industrial y se retiró 18 meses después. Luego vino otra carrera que no lo convenció y "sin saber con qué seguir hice el curso de maquillaje social y artístico del centro de estudios Levinia Manfredini. Mi mantra era ahí veré qué hago ", confiesa Raúl.
-¿En qué minuto pasó a trabajar con celebridades?
-Fue gradual. Al salir del curso trabajé en varias tiendas de MAC por dos años y medio y utilizaba mis días libres para conocer fotógrafxs (sic) y generar imágenes lindas. Mi red de contactos creció y tuve que aprende a peinar. Me costó muchos años sentirme seguro con lo que hacía. Siendo muy tímido dejaba que mi trabajo hablara por mí, siempre meticuloso y sin dejar que el cansancio me ganara. Luego, en distintas revistas conocí personalidades a las que les gustaba mi trabajo y me volvían a llamar.
-Cuénteme de su técnica.
-La técnica más importante que he aprendido es canalizar el interior de la belleza que estoy maquillando. Interpretar lo que esa persona quiere decirle al mundo y plasmarlo en colores o formas. Integrar eso como parte de la rutina le dio un giro a la forma que tenía de acercarme al maquillaje: menos académica y más libre. Mientras más nos conozcamos, mejor realizo mi trabajo.
En su profesión también ha sido importante manejar el estrés. "Me encanta solucionar problemas, ya sea pintar zapatos, arreglar costuras, alargar cadenitas. Por dentro puedo estar muriendo de nervios, pero no es profesional dejar que eso te gane. Cuando me tocó maquillar a Carola de Moras para el Festival de Viña fue una escuela de muchas cosas. Le tengo mucho cariño a esa era de mi vida", señala Raúl (@raulflores en Instagram).
-¿Cómo ha sido trabajar reiteradamente con chicas como Cami, Denise Rosenthal y Vesta Lugg?
-Ha sido increíble. Con Vesta nos conocemos hace tantos años, somos amigos y hacemos una pareja creativa que amo. Estoy tan agradecido de la confianza que estas talentosas han depositado en mí y me siento orgulloso de entregarle a cada una lo que necesita para enviar su mensaje. Soulfia, Denise, Cami, Vesta y Nicole aportan cosas tan distintas y lindas a este mundo y me pone increíblemente feliz sumar un granito de arena. También quiero integrar a este grupo a Kel Calderón, quien me inspira y creamos mundos para inspirar a otros.
-¿Cómo ha ido superando su timidez?
-Terapia, terapia y terapia. Viví el síndrome del impostor toda la vida y sentía que lo que hacía no valía mucho. Esto paró con la pandemia. En ese tiempo me vi desde afuera y me valoré.
El maquillador reconoce que "el sonido de mi voz era mi mayor inseguridad y acepté que la gente lo pasaba bien escuchándome o viéndome trabajar. A mis 38 años puedo pararme en un escenario o frente a una cámara sin perder el volumen de la voz o carraspear. Vivir sin prejuicios contigo mismo es indudablemente vivir más feliz".