Alexander Aravena (20) agarró las maletas a comienzos de año y partió en busca de minutos a Ñublense de Chillán, luego de dos temporadas con poca acción en su club formador, la UC. El delantero nacido en La Pincoya le sacó el jugo a su nueva oportunidad en Primera División y se convirtió en una de las relevaciones del torneo con 11 goles.
"Ha sido uno de sus mejores años porque pudo mostrarse cómo es él en la cancha. Está feliz por ser el goleador del equipo. En las series menores de la UC también había sido goleador, pero hacerlo en el profesionalismo es diferente", cuenta Jael De la Paz (18), su polola desde hace dos años.
-¿Cómo partió el amor entre ustedes, Jael?
-Nos conocimos por un amigo en común cuando jugaba en la UC, pero yo no sabía que era futbolista. Al principio, Alexander era muy tímido y yo muy parlanchina, pero después se fue soltando y me preguntaba si tenía planes para salir. Ahí fuimos conectando: a la tercera salida ya empecé a sentir cosas por él. Y con el tiempo me contó que a él le pasaba lo mismo. Este año ha sido bueno no solo en lo profesional, sino también en lo personal. Empezamos a vivir juntos y nos seguimos conociendo, porque uno nunca termina de conocer a las personas. Estamos creciendo juntos.
-¿Le costó dejar su casa y familia para acompañarlo a Chillán?
-A mí no me costó porque he estado en seis colegios, me adapto fácil a las cosas nuevas. Tampoco fue difícil convencer a mis papás porque el lugar donde vivíamos en La Pincoya no era muy bueno, por así decirlo. Mi papá siempre ha confiado en que Alexander es una persona tranquila, caballero y se porta bien conmigo. Alexander está acostumbrado porque el fútbol se trata de eso, de giras, de viajes. Además, es muy humilde y esa gente encaja bien en todos lados. Ahora vivimos solos en un departamento, creo que es lo mejor.
Los días de la joven pareja en Chillán pasan tranquilos, ya sea compartiendo en casa o regaloneando a su perro. "Pasamos casi todo el día juntos. Su principal hobby es jugar PlayStation con los amigos, aunque a mí también me gusta y a veces pasamos toda la tarde jugando. Otro pasatiempo es jugar con nuestro perro salchicha McLovin. Alexander se despierta, almuerza y se acuesta al lado suyo", asegura Jael, quien acaba de salir de cuarto medio y sueña con estudiar medicina.
-¿Cómo es Alexander fuera de la cancha?
-Al principio es tímido, pero es la persona más divertida que uno pueda encontrar. Se burla y se ríe hasta de lo más mínimo. Le digo pío y se empieza a reír. A veces no necesitamos ni hablar porque tenemos esa conexión de saber de qué se está riendo el otro. Una de las cosas que más me llamó la atención fue su humildad. Para mí es un ejemplo a seguir, de que todo se puede si seguimos luchando. En los estudios me va bien, pero a veces me caigo y ahí lo veo a él, que se cae y se levanta una y otra vez. Entonces digo: yo también puedo. Alexander me da ánimo siempre, me dice: "Amor, eres una crack ".
-¿Le tiene algún apodo?
-El principal es "mi amor". No le gusta que le diga Mono porque todos le dicen así. A mí tampoco me gusta porque quiero ser especial en ese sentido. A veces igual le digo mi Monkiki, jajajá. Y él, desde que estamos juntos, me dice "mi niña". Dice que por muy madura que sea, él siempre me va a ver como su niña, la que conoció a los 15 años.